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"Por ser los tres discapacitados un día no los voy a poder sacar de la casa"

A la familia Burgos de Rosario de Lerma constantemente les piden que devuelvan las piezas que alquilan por puros prejuicios. Están inscriptos, pero no merecieron aún una vivienda del IPV.
Lunes, 09 de julio de 2018 00:00

Gabriel Burgos es el canillita del quiosco de diarios y revistas de la plaza Jorge Torino de Viana de Rosario de Lerma. Todas las mañanas mientras reparte a sus clientes los diarios piensa que debe llegar a tiempo a su domicilio para asistir a su pequeño de 7 años que sufre atrofia cerebral y a su mujer que tiene una enfermedad en los huesos. Ella apenas puede caminar y está medicada.

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Gabriel Burgos es el canillita del quiosco de diarios y revistas de la plaza Jorge Torino de Viana de Rosario de Lerma. Todas las mañanas mientras reparte a sus clientes los diarios piensa que debe llegar a tiempo a su domicilio para asistir a su pequeño de 7 años que sufre atrofia cerebral y a su mujer que tiene una enfermedad en los huesos. Ella apenas puede caminar y está medicada.

Viven en un inquilinato y en septiembre deben entregar esas habitaciones porque la dueña le dio como explicación algo increíble: "Por ser los tres discapacitados, un día no los voy a poder sacar de la casa".

Este tipo de prejuicios soporta a diario Gabriel y su familia. Confiesa que tiene dos magras pensiones. Una es de su hijo y la otra es de él, cuyo padecimiento es una escoliosis o desviación de columna. "Si camino algo, me duele la espalda; pero igual salgo adelante. Mi familia me necesita. No le pido nada a nadie. Trabajo como puedo y nos alcanza para el puchero de todos los días. Nuestro problema es la vivienda. Además de no hallar casas para alquilar, cuando planteamos a los dueños que somos tres discapacitados, nos miran extraños y nos rechazan el alquiler", cuenta Gabriel mientras sigue ofreciendo sus diarios y revistas a los vecinos de la ciudad.

  Matías Burgos, tiene 7 años, y sufre atrofia cerebral.

El problema de Burgos lleva 8 años. Presentó sus papeles al Instituto Provincial de la Vivienda hace mucho tiempo. Nunca tuvo la fortuna de acceder a una casa. La situación se ha complicado ahora porque cualquier alquiler cuesta entre 5 y 8 mil pesos por mes, y además hay que pagar depósito de garantía.

"Yo no sé si nuestro problema es nuestra discapacidad, o por ser discapacitados que tenemos tantas trabas de todos lados. Desde el estado hasta la gente común. Piensan que vamos a "manguearles' todo. No es así, somos discapacitados con dignidad".

Para colmo donde alquila actualmente Gabriel y su familia es un inquilinato compartido con nueve personas.

Su preocupación fundamental es la falta de vivienda. Pide por lo bajo su derecho de discapacitado, pero no apela a la lástima ni a la crítica desmedida.

"Entiendo que no hay viviendas para nadie. Que hay gente con espera de muchos años. No pedimos para comer. Yo me las rebusco y a pesar de las crisis, con los diarios y revistas hice mi clientela en estos años. Tengo para comer. El techo es lo que me aflige, me desvela".

Mientras Gabriel cuenta sus penurias, sigue vendiendo diarios y revistas. Cuenta que su pequeño Matías con 7 años, sufre atrofia cerebral desde los primeros meses de vida.

"A los tres meses comenzó un día con temperatura alta. Luego convulsiones. No sabían darle el diagnostico. Pasó un tiempo y los cambios en él se notaban. Su atrofia empezó a dejarlo discapacitado. Fue terrible. Con amor y con fe lo hemos superado. Pero es difícil deambular por un lado y el otro consiguiendo un techo para tu familia. Son años de espera. Yo quiero pagar. No quiero nada gratis. Creo que es nuestro derecho", sintetizó su padecimiento Burgos.

Junto a su mujer, Fabiana Egías, viven como pueden. Ella ahora esta medicada y esperando salir adelante. Es complicado. Junto a su marido se organizan para las tareas del hogar y para atender a su hijo. Los corticoides le han traído secuelas a la mujer de Burgos. El inquilinato no tiene mucho espacio para desenvolverse. Es acotado. Tienen solo dos meses para alquilar otro espacio. Si los prejuicios no lo impiden, podrán hallar algún lugar digno para la familia. Esto sucede porque Gabriel Burgos nunca tuvo acceso al cupo de discapacitados para una vivienda que le corresponde por ley.

 

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