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Con la llegada de paneles solares, la esperanza se reaviva en Chiyayoc

Estos aparatos permitirían que las familias dejen de alumbrarse con mechero.Por ahora solo los tienen funcionando la escuela primaria y el puesto sanitario del paraje.
Domingo, 12 de agosto de 2018 00:00

Cuando Héctor Panizza (1875-1967) y Luigi Illica (1857-1919) compusieron el aria "Alta en el cielo" no habrán imaginado cómo sonaría en acordes de guitarra arrullada por sonidos marinos, a 3.600 msnm en un paraje llamado Chiyayoc.

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Cuando Héctor Panizza (1875-1967) y Luigi Illica (1857-1919) compusieron el aria "Alta en el cielo" no habrán imaginado cómo sonaría en acordes de guitarra arrullada por sonidos marinos, a 3.600 msnm en un paraje llamado Chiyayoc.

Este pueblo de Iruya está expresado en 18 familias, un padrón electoral de 67 personas y un alumnado primario de 7 estudiantes.

José Ramón Vilte (45), el maestro de la escuela N§ 4345, y 6 de sus alumnos entonan el himno tributo a la insignia patria, mientras izan dos banderas, la argentina y la salteña, en un mismo mástil. Las gorras descansan arrugadas en los puños infantiles y al costado del cuerpo. El respeto a la patria, sin dudas, se agiganta entre los cerros.

José es jujeño y trabaja en Iruya desde 2008. Precisamente en Chiyayoc desde 2015. Personal único y maestro plurigrado, le contó a El Tribuno que cada año la matrícula se aminora, aunque trata, con esfuerzo ingente, de mantenerla.

Sin posibilidades de que sus hijos continúen la secundaria en el pueblo, algunas familias los envían con parientes a Iruya o a Rodeo Colorado y otros directamente migran juntos a los centros urbanos donde están disponibles las fuentes de trabajo. Así abandonan la producción orgánica de papa, oca, maíz, haba, arveja y carne de oveja, cordero y cabra, en las fincas de las que son propietarios. También los pequeños productores se van porque no ven ganancias, dadas las distancias que deben cubrir hasta los destinos de compra.

Para José los caracteres genéricos y diferenciales de la comunidad chiyayoqueña se sintetizan en una palabra: unión. "Ellos cooperan unos con otros, muy unidos en el sacrificio y el asilamiento, siempre están todos en las reuniones o cuando se les pide participación. Se los ve orgullosos de ser chiyayoqueños", expresa.

Sus alumnos, de ojos brillantes como estrellas cuando ven el drone de este medio sobrevolar su fragmento de mundo, le tributan a su maestro una confianza plena.

"Me sigue sorprendiendo ver en mis alumnos ese nivel de inocencia, sin contaminación de la metrópoli. Ellos, por ejemplo, no conocían Humahuaca. Me tocó que estos chicos conocieran a través de la TV y las enseñanzas del maestro cómo es el contexto urbano. Esa experiencia me llegó muy fuerte y haber ido con ellos a Humahuaca es algo que no me lo olvidaré jamás", relata.

Dadas las visitas de Pierre-Yves Herrouet, de Solar INTI, el profesor de folclore Eric Ramón Moreira y el equipo de este medio, el maestro les suspendió las clases una hora a los niños.

En el único televisor funcional del pueblo, George y Richard aprenden a nadar en la piscina con sus hermanos Pepa y Rebecca. Luego Nancy y Chuck invocan la ayuda del genio Shazzan, del que son amos, para escapar de los piratas del cielo de Basheena. Los niños de Chiyayoc, como miles en el globo, se abstraen de su realidad con las ficciones de Cartoon Network.

Los niños, “encantados” por Cartoon Network.

José comenta que la señal de TV se las cede una fundación de Buenos Aires. Para abastecerse de energía la escuela tiene seis paneles solares fotovoltaicos. La energía solar fotovoltaica transforma de manera directa la luz solar en electricidad, empleando una tecnología basada en el efecto fotovoltaico. Así, al incidir la radiación del sol sobre una de las caras de una célula fotoeléctrica (que conforman los paneles) se produce una diferencia de potencial eléctrico entre ambas caras y esto hace que los electrones salten de un lugar a otro, generando así corriente eléctrica.

Es un sistema particularmente adecuado para zonas rurales o aisladas donde el tendido eléctrico no llega o es dificultosa o costosa su instalación o para zonas geográficas cuya climatología permite muchas horas de sol al año. 

Chiyayoc cumple los tres requisitos con creces. 

La escuela, entonces, abriga todas las actividades del pueblo porque vuelve posible las reuniones nocturnas, luego de que los pobladores vuelven de sus lugares de pastoreo y deben juntarse a tomar decisiones que les conciernen a todos. El maestro José comenta que en la 4.345 hay un termotanque y un economizador de energía que permiten disponer de agua caliente el día entero, mientras que al agua para beber o cocinar la potabilizan hirviéndola. 

“Muchos turistas llegan a Iruya y los directores nos contactamos con ellos, porque la gente sola se ofrece a ayudarnos. Les llama la atención el contexto geográfico, las dificultades para acceder a estos lugares”, relata José. Para llegar a Chiyayoc desde Salta se toma por la ruta nacional 34 hasta Los Lapachos. Ya en Jujuy se sigue por la ruta nacional 9. Pasando Humahuaca se llega hasta Iturbe y se continúa por una ruta provincial hasta antes de la cuesta a Iruya. Allí se realiza un desvío hacia la izquierda y se agarrarán unos 40 kilómetros por una huella de camino. Cuando se termina, restan cuatro horas y media por la cornisa. Una senda irregular, de caprichoso empinamiento o vertiginoso descenso, entre los 3.300 y los 4.500 msnm. Para salir hacia Iruya son seis horas y media en bajada en su mayor parte. Todos los tramos se igualan porque las lajas, como botellas de vidrio estrelladas, se incrustan en el calzado y las pendientes, casi en línea recta, hacen impactar los dedos cruelmente contra las puntas de las zapatillas. Así se llega al río Iruya y desde allí es una suerte si una camioneta 4 x 4 ha ido a recoger al caminante. De lo contrario, pone media hora más hasta el pueblo. Los celulares en Chiyayoc no abundan. “Nos comunicamos saliendo a los lugares donde hay señal”, apunta el maestro. Al dejar la escuela se lee sobre la puerta: “Todo niño cuenta”, en un colorido letrero. “Aquí puedo trabajar lejos de toda agitación. Acá se planifica y se ven los resultados: a un niño lo recibimos en jardín y se va en séptimo grado con todas las herramientas”, dice José. 

La salud es prevención en la nada 

En el puesto sanitario de Chiyayoc se tratan patologías leves y se dan charlas a los pobladores.

El puesto sanitario de Chiyayoc también tiene un panel solar. Fulgencio Zambrano (58) es enfermero egresado de la Cruz Roja y trabaja, junto con el agente sanitario Condorí, en el área operativa VI, que comprende a Chiyayoc, con 18 familias, y San Juan, con 12. 

En un mapa hecho a mano y colgado sobre la pared se ven, entre los referentes con involucramiento del hombre (escuelas, capillas, cementerios, salones y canchas) y los referentes naturales (ríos, zanjones, sendas y cerros montaña), marcadas cuidadosamente las casas ocupadas o vacías, las familias en riesgo. Fulgencio cumple tareas en su humilde casilla de adobe de lunes a viernes. Los sábados y domingos baja a Iruya, de donde vuelve con 18 a 20 kilos de mercadería sobre la espalda. La garrafa de 15 kilos, porque él no cocina a leña, le dura dos meses y la transportan las mulas por $300. 

“Con el agente ando visitando casa por casa y haciendo prevención. Les damos charlas de cuidados sobre la gripe y la diarrea. Sobre todo, les indicamos que potabilicen el agua”, detalla. Las paredes están tapizadas de indicaciones, entre folletos con alertas de otra época, como la epidemia de cólera de 1992, hay extensa información sobre la importancia de los controles ginecológicos. “Acá tenemos lo básico. Una diarrea sin deshidratación la tratamos con suero casero y sales de rehidratación, pero cuando es grave los mandamos al hospital de Iruya”, describe. En Chiyayoc Fulgencio cuenta con un radio para comunicarse con el nosocomio de Iruya, pero en San Juan, adonde itinera semana de por medio, no. “Por ahí salimos a un lugarcito donde hay señal”, apunta. En cada recorrida dice palpar el fantasma de la extinción que se cierne sobre Chiyayoc. 

“Hay terrenitos dejados. Antes los hombres iban a los ingenios San Martín del Tabacal o San Isidro de General Güemes por cinco meses y traían la mercadería para el año. Ahora directamente se van”, lamenta. Si bien los nacimientos se hacen en Iruya, porque cuando las mamás están en el octavo mes son derivadas al hospital, en la cantidad de controles del primer trimestre y carnés prenatales se denota la reducción poblacional. El habla monótona y pausada de Fulgencio combina agradablemente con el silencio o las ráfagas silbantes de Chiyayoc. Él ya acusa problemas de rodillas y columna, y aunque pone tres horas a pie desde Chiyayoc a San Juan, tanto por el cerro como por la playa, no evalúa el retiro voluntario al que podría adherirse con 35 años en función. “Trabajé en Matancillas de San Antonio y Volcán Higueras, que insumen 12 horas a pie desde Iruya y con casas más dispersas. Ya no me da el cuero para andar tanto”, sintetiza. 

El puesto sanitario es de adobe, como todas las construcciones de Chiyayoc. Javier Corbalán 

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