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Planes sociales, por ahora, muy necesarios

La pobreza de muchas (incluida Salta) exige respuestas que no todos aceptan
Sabado, 04 de agosto de 2018 00:00

Por Carla Arévalo (Economista del IELDE)

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Por Carla Arévalo (Economista del IELDE)

De un tiempo para acá, un sector de la sociedad comenzó a rotular de "planeros" a las personas que reciben un subsidio del Estado. La actual Ministra de Desarrollo Social de la Nación declaró no creer que las personas que reciben asistencia del Estado sean vagos o planeros. Prosiguió con la promesa de erradicar la pobreza extrema para el 2023 (si se mantienen en el gobierno, claro está). Esa conexión no es casual, ya que la gran mayoría de las personas cubiertas por subsidios viven en condiciones de pobreza o indigencia.

En Salta

Lo cierto es que en Salta, alrededor de 45 mil personas tienen ingresos insuficientes para cubrir una canasta alimentaria, o, lo que es lo mismo, viven en situación de indigencia.

Poco más de 350 mil personas viven en condición de pobreza. Las personas entre 25 y 60 años en estas condiciones, principalmente trabajan: 83% de los hombres pobres están ocupados, 9% están buscando trabajo. Como es de esperar, solo 52% de las mujeres pobres trabaja, 8% están desempleadas y 39% se dedica exclusivamente a las tareas de cuidado y del hogar. El salario promedio de los hombres que trabajan es $6.000 y el de las mujeres $1.900. También se sabe que la mayoría (8 de cada 10) de los trabajadores pobres cubren un puesto en el sector informal, con mínimas posibilidades de jubilarse, de contar con días libres en caso de enfermarse, sin licencias por embarazo ni obra social para ellos o sus hijos.

De los más viejos, 25% sigue trabajando con un salario promedio de $600 (redondeando para arriba).

Una necesidad global

Los programas de transferencias condicionadas (PTC) no fueron un invento argentino, como la BIC o el dulce de leche. Nacieron en México como una forma de atacar a la pobreza en el corto plazo a través de la transferencia de dinero, y en el largo plazo a través de la inversión en educación y salud de las futuras generaciones.

Con cierta velocidad se propagaron no solo a lo largo de países en desarrollo como los africanos y latinoamericanos sino que también fueron implementados en Nueva York, Europa y Asia. No es lo mismo otorgar una ayuda social a secas, que a cambio de algo, al estilo de un contrato social donde el Estado da dinero y los padres se comprometen a escolarizar a los hijos (nunca mejor dicho, es políticamente correcto). Como siempre hay mucho por hacer, desde ajustar este tipo de programas que ayudan a contener a una población que podría caer en la indigencia, hasta buscar los medios para que alguna vez dejen de ser imprescindibles.

Una asignación muy positiva pensada para hogares pobres

La Asignación Universal por Hijo (AUH) es el programa de protección social más amplio de la Argentina. Se trata de una transferencia monetaria condicionada a la matriculación y asistencia escolar, y a controles periódicos del crecimiento adecuado de los niños que la reciben. 

El monto es de aproximadamente $2.000 por mes por niño, con un máximo de 5 niños (o alrededor de $10.000). Es sabido que del monto total las familias solo reciben mensualmente $1.600, acumulándose el resto hasta verificar el cumplimiento de las condiciones. No está de más decir que se otorga solamente a hogares donde hay niños (o embarazadas).

Logros y beneficios

En diez años la transferencia ha reducido notablemente el trabajo infantil. La realidad muestra que muchas familias necesitan que los niños o adolescentes abandonen la escuela para aportar a los ingresos del hogar. O, a lo sumo, se trata de niños que estudian y trabajan. 

En muchos casos el trabajo perjudica el desempeño escolar del niño, acorta sus tiempos de recreación y, dependiendo del tipo de trabajo, puede hasta condicionar su salud. También se han verificado notables mejoras en los niveles de pobreza, especialmente de la pobreza extrema, tras la implementación de la AUH. 

Quienes estaban en situación de indigencia vieron mejorada su situación, aunque el monto no fue suficiente para superar la pobreza. 

En las escuelas

Otro de los impactos positivos está relacionado al aumento de la matriculación y la asistencia escolar, en particular de los varones adolescentes, y en la culminación del nivel primario.

Como contraparte, puede mencionarse que los niveles de sobreedad en las escuelas se han visto incrementados. Sin embargo, este dato no es del todo malo. Más bien habla a las claras del retorno a la escuela de niños/adolescentes que habían abandonado sus estudios, y que incentivados por el programa volvieron a la escuela. Uno de los fantasmas de este tipo de programas es la reducción de la participación laboral de las mujeres. Se supone que al recibir una transferencia tendrían menos incentivos para salir a trabajar. En efecto, hay cierta evidencia de esto. 

Sin embargo, se puede afirmar que se han retirado del mercado mujeres de sectores vulnerables con trabajos precarios o de mala calidad.

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