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Los referentes del fútbol femenino en Salta opinaron sobre un... ¿mito o verdad?

Cabecear en el fútbol es mucho más riesgoso para las mujeres, según el estudio de una revista científica estadounidense, que indica que el riesgo de daño cerebral es 5 veces mayor que para los hombres. ¿Qué dijeron nuestras referentes?
Domingo, 05 de agosto de 2018 01:05

El daño cerebral de cabecear la pelota de fútbol puede ser cinco veces mayor en mujeres que en hombres, afirma un estudio estadounidense para el cual se relevaron a 100 futbolistas aficionados.

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El daño cerebral de cabecear la pelota de fútbol puede ser cinco veces mayor en mujeres que en hombres, afirma un estudio estadounidense para el cual se relevaron a 100 futbolistas aficionados.

El informe de la revista científica estadounidense Radiology sugirió que se pueden necesitar pautas específicas según el sexo para protegerse de las lesiones en la cabeza en el fútbol.

“Investigadores y médicos notaron desde hace mucho tiempo que las mujeres se sienten peor después de una lesión en la cabeza que los hombres, aunque algunos dicen que es solo porque las mujeres están más dispuestas a reportar los síntomas”, dijo su autor principal, Michael Lipton, profesor de radiología, psiquiatría y ciencias conductuales en el Albert Einstein College of Medicine.

“Sobre la base de nuestro estudio, que midió los cambios objetivos en el tejido cerebral en lugar de los síntomas reportados por la persona, las mujeres parecen más propensas que los hombres a sufrir traumas cerebrales por cabecear pelotas de fútbol”, agregó.

Para el estudio, a 49 jugadores hombres y 49 mujeres se les realizó un tipo de resonancia magnética llamada “imágenes con tensor de difusión” (ITD), que analiza la salud de la sustancia blanca del cerebro observando el equilibrio hídrico en el tejido cerebral.

Las edades de los jugadores oscilaban entre 18 y 50 años y ambos grupos informaron un número similar de cabeceadas respecto al año anterior. Los hombres reportaron un promedio de 487 cabeceadas y las mujeres 469.

A la luz de este estudio, las resonancias mostraron que el volumen de materia blanca dañada en las jugadoras de fútbol era cinco veces mayor que en los jugadores masculinos, según el informe.

Las mujeres sujetas a este relevamiento tenían ocho regiones cerebrales donde la materia blanca, implicada en la comunicación entre las diferentes partes del cerebro, se vio afectada, en comparación con tres en los hombres. Los investigadores dijeron que los cambios cerebrales eran “subclínicos”, lo que significa que los jugadores no informaron de ninguna capacidad de pensamiento alterada. Pero los cambios siguen siendo una preocupación, porque podrían ser precursores de lesiones y daños cerebrales adicionales, incluidos el deterioro cognitivo y los cambios de comportamiento.

“Antes de que ocurra una disfunción grave, es sensato identificar los factores de riesgo de una lesión cerebral acumulativa, como la cabeceada en el caso de una mujer, para que las personas puedan actuar para evitar un mayor daño y maximizar la recuperación”, dijo Lipton.

El estudio no ofrece razones formales para estas diferencias, pero algunos expertos sugieren que podrían estar determinada por la fortaleza del cuello, las hormonas sexuales o la genética. Alrededor de 30 millones de mujeres y niñas juegan fútbol en todo el mundo, según la FIFA.
 

La voces locales de los que saben

Referentes salteños del fútbol femenino se hicieron eco del estudio científico que indica que son las mujeres las que se hallan más permeables con respecto a los hombres a padecer daños o secuelas cerebrales a futuro al cabecear la pelota. Jugadoras, entrenadoras y formadores se hicieron oír con heterogéneas miradas y disímiles posturas. 

Para la mayoría, los riesgos determinados por la variable del cabezazo no son inherentes a cuestiones biológicas, sino más bien están determinadas por la técnica. En un deporte que, tras lograr romper con raigambres culturales, estereotipos y prejuicios sociales, se decidió a abrir masivamente las compuertas de la aceptación a las mujeres recién en la última década, hay cuestiones inherentes a la técnica que no están bien desarrolladas y pueden influir en lo que concluyó este estudio.

“Hay gente que juega desde hace años al fútbol y gente más grande que yo incluso y nunca oí hablar de esto. Yo planifico mis entrenamientos en base a lo que le hace falta a mis jugadoras y al equipo, no creo que sea un factor condicionante, desconozco la influencia científica. El fútbol femenino creció muchísimo en estos años, antes nos conocíamos todas, hoy es imposible determinar la cantidad de mujeres que juegan, hay ligas, torneos, barriales, fútbol 5, 7 y 9. Estamos por abrir escuelitas y hoy hay muchas niñas pequeñas que comienzan a practicarlo desde temprana edad”, expresó en diálogo con El Tribuno Belén Morelli, titular de la Asociación de Fútbol Femenino de Salta, DT y jugadora de Central.
Por su parte, Alejandro Pérez, entrenador del equipo femenino de F.Ce.Ve.S. consideró que para cabecear hay una técnica “en la que yo trabajo. Los riesgos deben haber sido mayores cuando las pelotas eran de un cuero mucho más duro. Hay que saber cabecear con el parietal, el frontal. Hay chicas que no quieren cabecear y aún tienen ciertos temores a la pelota y no están obligadas. Como en el fútbol masculino. Las chicas suelen protegerse el pecho o la cabeza por una cuestión lógica y se cuidan más, a diferencia del hombre. Enseñamos la técnica, después las jugadores comienzan a adquirir confianza”.
Mientras que Cintia Fedre, jugadora de Fe.Ce.Ve.S., líder del torneo de la Liga Salteña, dio su punto de vista al respecto como futbolista: “Hay chicas que le tienen miedo a cabecear, en mi equipo solo lo hacen cuatro jugadoras, las que tienen más técnica, el resto escondemos la cabeza. Son pocas las que saben cambiarle la dirección a la pelota. A lo mejor ese riesgo está dado en la falta de técnica. Desconocía que la mujer era más vulnerable. Nosotras trabajamos mucho la faz técnica y táctica como en el fútbol masculino, tal vez lo que cambie sea la intensidad”, expresó. 
 

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