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Llamemos a las cosas por su nombre

El debate por la legalización del aborto es el último eslabón de una cadena de ataques a la más arraigada tradición histórico-cultural de nuestro país. 
Miércoles, 08 de agosto de 2018 00:00

El tratamiento en las Cámaras de la eufemísticamente denominada "Ley de interrupción voluntaria del embarazo", ha puesto en evidencia, junto a una polémica que concitó fervorosas actitudes a favor y en contra, una serie de cuestiones que nos llaman a la reflexión. En primer lugar, ésta que -llamando a las cosas por su nombre- podría denominarse "Ley de legalización de la eliminación quirúrgica de un niño en gestación", es el último eslabón de una cadena cada vez más visible, de ataques encaminados a la erradicación de principios sustentadores de parámetros de conducta inherentes a la más arraigada tradición histórico-cultural de nuestro país.

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El tratamiento en las Cámaras de la eufemísticamente denominada "Ley de interrupción voluntaria del embarazo", ha puesto en evidencia, junto a una polémica que concitó fervorosas actitudes a favor y en contra, una serie de cuestiones que nos llaman a la reflexión. En primer lugar, ésta que -llamando a las cosas por su nombre- podría denominarse "Ley de legalización de la eliminación quirúrgica de un niño en gestación", es el último eslabón de una cadena cada vez más visible, de ataques encaminados a la erradicación de principios sustentadores de parámetros de conducta inherentes a la más arraigada tradición histórico-cultural de nuestro país.

En los debates que se han realizado en ambas Cámaras se han presentado sobrados argumentos en pro y en contra, sobre los que no pretendo abundar aquí. En este aporte al tema no pretendo sumar argumentaciones científicas; me apoyo en dos postulados, que son los que más me motivan a esgrimirlos, y que invocan simplemente a la naturaleza del ser humano, pues entiendo que todas las postulaciones que están tratando de imponerse incisivamente desde tiempo atrás en nuestro país, provienen de una causa claramente contra natura.

Postulados "contra natura"

Dicha causa da cuenta de una inocultable dosis de soberbia por parte de quienes pretenden subvertir las leyes que nos rigen como los seres contingentes y no autosustentables que somos (criaturas para quienes tenemos el privilegio de la fe de un Dios que nos ama y nos sostiene). Esta actitud, manifiesta a partir del endiosamiento y empleo deshumanizante de los progresos científicos (bienvenidos y respetables en sí mismos), me viene sugiriendo desde hace tiempo una denominación de connotaciones bíblicas: neobabelismo, en alusión al episodio de la "torre" que da nombre a esa experiencia megalómana (Génesis 11, 1-9).

¿Qué decir si no de las manipulaciones genéticas desentendidas de parámetros éticos; de la llamada "ideología de género", que lo pretende ahora "electivo"; del desplazamiento de la familia, formada por un hombre y una mujer y su prolongación en los hijos, como célula madre de una sociedad? Y volviendo a lo que nos ocupa, ¿de la postulación de un "aborto legalizado" (la más cruel agresión contra el instinto más natural e insoslayable en una mujer), mediante la apropiación omnímoda del destino y la vida de un ser humano, como pretendido paliativo de problemas que merecen muy otras soluciones?. El único argumento que, ubicándonos desde la posición de quienes lo postulan, podría resultar presuntamente atendible y que es el que se utiliza como estandarte "solidario" sería la consideración del caso de las mujeres desvalidas que, existiendo o no la ley, continuarán practicándolo, con los riesgos que representa su realización en la clandestinidad. Al ofrecer a esos sectores desprotegidos de nuestra sociedad el aborto como "la solución" a su problema, se están subestimando inconscientemente en quienes lo hacen de buena fe los sentimientos, la sensibilidad, las demandas más profundas de la condición femenina, que no hay porqué suponer no están latentes con su reclamo implícito en el corazón de esas mujeres a las que no se les brindó el acceso a otro nivel de cultura y de vida. Facilitarles el aborto supondrá cargar sobre el drama personal de sentirse impotentes frente a la perspectiva de tener que afrontar la llegada de un hijo no deseado (por diferentes motivos), además de las reacciones propias del cuerpo, frente a esa agresión antinatural, los consabidos síntomas psíquicos del síndrome post aborto y el baldón de un peso en sus conciencias, que las asediará, cualquiera sea el momento, por el resto de sus vidas.

Pero, en mi apreciación, lo que se revela como fundamento clave de los postulados abortistas es, en realidad, la proclamada defensa de la "libertad de la mujer de disponer de su cuerpo". No es éste el lugar reitero de abundar en las archiprobadas razones que invalidan este argumento, dado que en el cuerpo de la mujer, a la que se le quieren adjudicar todos los derechos sobre el mismo, late el corazón de otro ser vivo, con sus propios derechos. Además del ensimismamiento egoísta que supone, en desmedro de la natural inclinación a la entrega, propia de la mujer.

La "felicidad" en jaque

Y a propósito de esta cuestión, se me impone justamente el segundo postulado que motivara estas líneas. El argumento que lo sustenta es el caballo de batalla con el que se intenta seducir a las más jóvenes, haciéndolas sentir protagonistas de reivindicaciones frente a postergaciones ancestrales. El espectáculo de chicas, en su mayoría adolescentes, esgrimiendo slogans impactantes, avalando el dictado de una Ley a la que, seguramente, ni siquiera han tenido acceso, me hizo patente una realidad que me produjo un sentimiento de dolorosa preocupación. Sentí siento que se les está arrebatando la posibilidad de la auténtica felicidad a la que estamos llamados; felicidad que sólo se alcanza, cuando se ve comprometida el alma. Y ¿cuál es el compromiso al que se las convoca, desde esas presuntas reivindicaciones feministas? Porque, además, todo cabe en ese cada vez más abarcativo magma de reclamos, en el que aviesamente se van instilando motivaciones del todo ajenas a los valores más caros a nuestra historia y a nuestra condición de argentinos, y de salteños.

Si enfocamos el avance del movimiento “feminista” o de “Ni una menos” podemos apreciar su progresiva radicalización, a partir de supuestos que, en sus primeras postulaciones, aparecen como naturalmente legítimos. Y además es sintomático que, desde hace tiempo, estos movimientos, junto al de “Autoconvocadas” y a determinadas agrupaciones políticas afines, culminan sus generalmente violentas manifestaciones con ataques a iglesias. ¿No resultan por demás claros los objetivos de este embate contra los principios y sentimientos que profesamos la mayoría de los argentinos?. Junto a la defensa a ultranza del aborto (con sus terribles consecuencias), por parte de estos grupos extremos, la “educación sexual integral” que promueven, enfocada desde la puntualizada “ideología de género”, escamotea a su vez la verdadera dimensión de la sexualidad, la única capaz de proveerle la proyección más plenamente humana, como expresión del designio unitivo del amor. Queda así entregada al libertinaje y la promiscuidad, en función de la premisa rectora omnímoda: la “libertad de la mujer sobre el uso de su cuerpo”, por encima de cualquier encauzamiento moral o solidario.
¿Pueden los postulados esgrimidos por estos grupos hacer vibrar los corazones jóvenes, haciéndoles sentir que se juegan por una causa noble y altruista, capaz responder a la apetencia de ideales propia de la juventud? ¿Pueden en consecuencia franquearles el camino a la auténtica felicidad?
Si en contraposición, escuchamos los consignas coreadas o cantadas por los grupos que defienden la Vida: “¡Salvemos las dos vidas!”, “Defendamos al niño por nacer”, “¡Toda vida vale!”, ¿no proyectan hacia una dimensión mucho más noble y humana?, ¿más capaz por tanto de generar un sentimiento de felicidad, nacido de la satisfacción propia de la entrega de sí a una causa que nos compromete íntimamente?.
¿Qué ganamos los integrantes     del movimiento Pro Vida en este cometido?: No otra cosa que un  exigente compromiso social y humano  en pro de las embarazadas en situaciones difíciles y de sus hijos.
Como     contrapartida: ¿Quiénes se benefician  “realmente” con la implementación del “aborto legal”?

 “Llamemos a las cosas por su nombre”, para actuar en consecuencia.
 

 

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