La directora de una escuela sufrió un feroz ataque por parte de un ladrón solitario que la asaltó en el paraje Campo Largo, ubicado en el Valle de Acambuco, a unos 150 kilómetros de Aguaray, en la frontera con Bolivia. “Fue lo más horrible que viví en mi vida”, expresó a El Tribuno María Esther Coca al recordar el drama que sufrió el martes a la noche cuando se encontraba entregada al sueño en el albergue de la escuela Nº 4.159 Regimiento 1º de Infantería de Patricios.
La docente de 55 años hizo un crudo relato de lo que vivió a partir de las 21.30 cuando se despertó por la acción de una persona que la tomó del cuello con una mano y con la otra le tapó la boca. “No digas nada porque te voy a matar”, la amenazó el asaltante que había ingresado al edificio escolar por el portón de acceso que estaba sin candado. Coca comparte la habitación con otra docente y la dejó sin llave porque su compañera llegaría más tarde.
“El martes celebramos el Día de San Cayetano en un salón que está cerca de la escuelita y como se puso frío, alrededor de las 21 me fui a dormir, mientras los otros docentes, Alejandro y Bibiana, decidieron quedarse un rato más”, contó la directora. “Entre dormida sentí un ruido de puertas y pensé que eran ellos los que regresaban”, dijo. Fue así que de pronto la mujer se encontró con un delincuente que por espacio de una hora la sometió a un verdadero calvario.
Era un joven de 18 años que no vivía en la zona y había llegado solo a la fiesta al mediodía. “Yo lo había visto y no me despertó ningún sospecha”, señaló la docente. Explicó que el maleante daba muestras de estar drogado y que desde un primer momento actuó con inusitada violencia. “Lo primero que me preguntó fue dónde tenía la plata y cuando le respondí que no tenía se puso como loco y comenzó a golpearme”, describió. Dijo que la tomó de los cabellos y la condujo hasta la dirección, la cocina y el depósito de mercadería.
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La directora de una escuela sufrió un feroz ataque por parte de un ladrón solitario que la asaltó en el paraje Campo Largo, ubicado en el Valle de Acambuco, a unos 150 kilómetros de Aguaray, en la frontera con Bolivia. “Fue lo más horrible que viví en mi vida”, expresó a El Tribuno María Esther Coca al recordar el drama que sufrió el martes a la noche cuando se encontraba entregada al sueño en el albergue de la escuela Nº 4.159 Regimiento 1º de Infantería de Patricios.
La docente de 55 años hizo un crudo relato de lo que vivió a partir de las 21.30 cuando se despertó por la acción de una persona que la tomó del cuello con una mano y con la otra le tapó la boca. “No digas nada porque te voy a matar”, la amenazó el asaltante que había ingresado al edificio escolar por el portón de acceso que estaba sin candado. Coca comparte la habitación con otra docente y la dejó sin llave porque su compañera llegaría más tarde.
“El martes celebramos el Día de San Cayetano en un salón que está cerca de la escuelita y como se puso frío, alrededor de las 21 me fui a dormir, mientras los otros docentes, Alejandro y Bibiana, decidieron quedarse un rato más”, contó la directora. “Entre dormida sentí un ruido de puertas y pensé que eran ellos los que regresaban”, dijo. Fue así que de pronto la mujer se encontró con un delincuente que por espacio de una hora la sometió a un verdadero calvario.
Era un joven de 18 años que no vivía en la zona y había llegado solo a la fiesta al mediodía. “Yo lo había visto y no me despertó ningún sospecha”, señaló la docente. Explicó que el maleante daba muestras de estar drogado y que desde un primer momento actuó con inusitada violencia. “Lo primero que me preguntó fue dónde tenía la plata y cuando le respondí que no tenía se puso como loco y comenzó a golpearme”, describió. Dijo que la tomó de los cabellos y la condujo hasta la dirección, la cocina y el depósito de mercadería.
“En todos esos recorridos me pegaba patadas, trompadas y rodillazos. Me pedía que no grite porque me mataría e insistía en que le diga dónde estaba el dinero. En realidad no había dinero, pero el chico estaba tan furioso y no sabía qué hacer”, manifestó Coca. Explicó que en un momento dado logró desprenderse y cuando intentó escapar el maleante logró atraparla y procedió con más violencia. “De una alacena sacó un frasco de café y me lo estrelló en la cara. Me sentí morir y rogaba a Dios que mis compañeros volvieran”, expresó.
Contó que luego el asaltante la sacó del edificio en dirección a una cancha y que allí esbozó un grito de auxilio. “Al lado de la escuela no hay vecinos, tampoco hay luz y por el ruido de la música en el salón nadie pudo escuchar mi clamor”, subrayó. Coca refirió que el sujeto, sin cesar con las agresiones, la llevó de nuevo hasta el interior del edificio, donde intentó violarla. Señaló que estaba muy ensangrentada y cuando empezó a sacarse los pantalones “le pedí que no me hiciera nada, que yo podía ser su abuela” y que eso lo hizo desistir.
“Al final parece que se convenció de que no tenía dinero y me preguntó qué le podía dar. Le dije que se podía llevar netbook de los chicos y entonces cargó unas cuatro en una mochila”, dijo. Pero su calvario no terminó allí, ya que el delincuente tomó una soga con la que la ató y amordazó. Luego sacó otra cuerda para ahorcarla y fue entonces cuando llegaron sus dos compañeros.
“Ellos me salvaron a vida, gracias a Dios”, destacó la directora, quien está internada en una clínica privada de Tartagal. “Tengo fracturado un dedo de la mano y parece que también tengo afectada tres costillas, además de los numerosos golpes y cortes en la cabeza y la cara”, concluyó.
El agresor
Del delincuente solo se sabe que es de apellido Gareca y que se lo conoce con “El Negro”. El joven tendría 18 años y vive en el paraje Tranquitas, en jurisdicción del pueblo de Aguaray. Hoy será indagado por el fiscal de Salvador Mazza, Armando Cazón.
Detenido en Bolivia
El asaltante fue detenido en el puesto de control que el ejército de Bolivia tiene en el límite fronterizo del río Itaú. Esto se concretó merced a la colaboración de un capitán de esa unidad que fue invitado a participar de la fiesta en honor a San Cayetano en Campo Largo. “Este señor fue el primero en llegar a la escuela en el momento de descubrir lo que pasó y ambos salimos tras los pasos del asaltante, pero no alcanzamos”, contó el docente Alejandro Montes. Y agregó que “de no haber sido por este militar no lo habrían detenido”.