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La nostalgia del laicismo

Sin información y con una carga revanchista, se intenta restaurar un Estado sin religión, regido por nuevas formas de pensamiento mágico. 
Domingo, 02 de septiembre de 2018 00:00

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Vivimos tiempos de cambios. Algunos de esos cambios son alentadores; otros, retrógrados. Entre los vientos de supuestos cambios se inscribe la equívoca campaña por el Estado laico, en la que se difunden datos erróneos que distorsionan la realidad y que pretenden direccionar a la opinión pública. Un análisis primario nos indica que en nuestra provincia funcionan 160 establecimientos públicos de gestión privada. Antes de la diatriba y el cuestionamiento de raíz ideológica, sería esencial verificar si se trata de un negocio privado o de la satisfacción de una necesidad en el que Estado ha defraudado. Ningún padre se sacrifica para pagar la cuota de un colegio si no está persuadido de que recibirá allí mejor educación que en la escuela de gestión pública.

Números más precisos

Dentro de los límites provinciales, tienen asiento tres jurisdicciones eclesiásticas: Arquidiócesis de Salta, Diócesis de Orán y Prelatura de Cafayate. Las cincuenta unidades educativas confesionales, no pertenecen todas al Arzobispado salteño, solamente trece, tanto en interior como en capital. Así también, no toda escuela que lleva un nombre de santo, es necesariamente confesional y dependiente de la Iglesia Católica.

Otro criterio erróneo, esbozado por cierto sector político, está dirigido a los subsidios que reciben las instituciones. Cabría diferenciar a las escuelas que no tienen fines de lucro, en las que se encuentran las confesionales, de aquellas que, por estar representadas por personas particulares, sí tienen esa finalidad. Es más que razonable que toda institución que persigue una finalidad educativa, social y cultural sea eximida del pago de ciertos tributos, porque esto significaría no poder cumplir con los objetivos. Y todas las religiones que poseen escuelas gozan de esta exención.

El marco legal

Las escuelas públicas de gestión privada no función por decisión eclesiástica. Existen en base a un marco legal, que el parlamento argentino ha debatido y sancionado. La ley de educación nacional N´ 26.206 (2006) autoriza el funcionamiento de instituciones educativas de gestión privada, gestión cooperativa y de gestión social. Es obtuso que, desde los corrillos políticos locales, se formulen propuestas tan desafortunadas cuando está en vigencia una ley consagrada por el Congreso de la Nación.

Las leyes educativas no pueden responder a trasnochadas ideas de dirigencias locales que persiguen ideas disolventes.

Toda pretensión de modificación del marco legal, implica una reestructuración global al interior del ministerio dependiente del Poder Ejecutivo, que es quien debe implementar el sistema educativo.

De lo que se infiere que una escuela absolutamente laica, devendría en modificaciones legales y administrativas, con el consiguiente gasto a pagar por una ciudadanía hastiada de los constantes discursos y de los pobres resultados de sus gobernantes.

Aportes extraordinarios

Se ha de considerar que las escuelas confesionales en el interior provincial y en las zonas periféricas de capital, realizan un interesante aporte al Estado provincial, en donde no solo se educa, sino que también se alimenta, se asiste en la enfermedad y se contiene.

Anexa a la labor educativa, las comunidades religiosas desarrollan una densa obra de apoyo solidario a diversos sectores de la sociedad. En muchos casos se efectúa a través de la figura de "padrinazgo". Una escuela de elite, "apadrina" (financia) a otra de escasos recursos. Es decir, se coparticipa los ingresos, gesto de caridad cristiana.

¿Cómo instrumentaría el Estado laico una acción social que abarca en muchos casos los 365 días del año, en reemplazo de las comunidades religiosas cuyo fin es consagrar la vida al prójimo?

¿En base a qué presupuesto se financiaría una densa labor solidaria inserta en una trama social que se resquebraja día a día, atenazada por múltiples factores?

¿Qué derecho le asiste a cierta dirigencia política para desarticular la generosa entrega caritativa de los credos que educan en Salta?

Las tierras de la Iglesia

Otro grave yerro en que fundamentan sus ideas ciertos dirigentes políticos, está centrado en los terrenos cedidos a las órdenes religiosas. El Estado provincial ha demostrado largamente su incapacidad para generar propuestas superadoras de la inequidad. Este vacío, muchas veces, lo cubren con notable éxito los diferentes credos.

La cesión de terrenos públicos a la esfera privada desnuda la ausencia del Estado, y de toda su dirigencia, la que debiera construir sus propios edificios y de proporcionar educación de calidad. Es obligación del Estado construir edificios dignos para educar a los niños y jóvenes. ¿Por qué esa política de perro del hortelano que no construye y no quiere que los demás lo hagan?

Las iglesias en general, y la Católica en particular, han demostrado su extraordinaria capacidad de gestionar. Por otra parte, las iglesias acumulan una experiencia milenaria en materia de educación. La pobreza, la inequidad, la injusticia, y otras lacras que laceran a nuestra Salta, no son responsabilidad de los pastores de las iglesias; es simplemente incompetencia de la dirigencia, que, desde la recuperación de la democracia sólo ha logrado empobrecer cada día más a los habitantes de la Patria chica y enriquecer a políticos, sindicalistas y adláteres gubernamentales.

La Universidad

Otro dato que evidencia el desconocimiento de dirigentes que no poseen información clara apunta a la cesión del terreno que ocupa la Universidad Católica de Salta, creada por gestión de Monseñor Roberto José Tavella. Dicho solar fue donado por el señor Jaime Duran al Arzobispado para la construcción de la Casa de Altos Estudios, durante el ejercicio arzobispal de Monseñor Carlos Mariano Pérez Eslava, como así también, hubo empresas y particulares que aportaron los dineros para la concreción de sus edificios. 

El déficit del Estado laico 

En la caprichosa idea de consolidar el Estado laico, y en cercenar la educación a las Iglesias, cabría reflexionar: la Provincia, ¿posee recursos suficientes para asumir los salarios de los docentes que pasarían a formar parte de la planta estatal? ¿O se pretende despedirlos sin reconocer indemnización?
Se ha de tomar en cuenta que, en muchos casos, el docente privado tiene adicionales en blanco los que adquieren el carácter de derecho adquirido, y que por consiguiente no se les puede dejar de abonar. Además, el docente privado es siempre titular, no hay categoría de interino, lo que complica su incorporación a planta permanente. 
Por la naturaleza en las designaciones del personal docente en las escuelas públicas y privadas, colocaría al Estado en un problema mayúsculo y en una eterna pugna sindical.
Y, luego, ¿en qué edificios? Es notable como la Iglesia posee buenas estructuras edilicias, en comparación con las estatales, en las que se dan casos de edificios compartidos, no siempre bien conservados y otros que directamente no los poseen. 
Pregunto: ¿se comprará, expropiará o alquilará? Cualquiera sea el caso, implica disponer de una verdadera fortuna. ¿Con qué recursos se financiaría esta educación, que hasta la fecha es cubierta no sólo por la Iglesia Católica, sino por otras iglesias? En todos los casos, requerirá de un notable aumento en la carga impositiva a pagar por la ciudadanía.
La calidad es otro ítem a considerar, habida cuenta que en las evaluaciones siempre la educación pública de gestión privada obtiene los mejores resultados. ¿Cómo explicar a los padres, que el Estado laico, devenido en autoritario cercena la posibilidad de elegir la educación que pretende para sus hijos?
Las Iglesias en general, asumen una eficiente obra educativa que no la podría realizar el Estado provincial por sí sólo, habitualmente con políticas erráticas y cortoplacistas. Hay propuestas que, por cierto, pueden llevar a colapsar el sistema educativo.
Más que perseguir a los credos, habría que reflexionar que, en la Historia de la Humanidad, los monarcas que gestaron las persecuciones religiosas, también gestaron la grieta, en la que, en el devenir del tiempo, ellos mismos enterraron sus sistemas de gobierno.

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