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Borges y la geología

Lunes, 03 de septiembre de 2018 00:00

Antes de viajar a Europa, desde donde no regresaría, Borges pasó su última tarde en Buenos Aires en la librería de Alberto Casares. El motivo fue una exposición de primeras ediciones de sus obras que Casares, junto a un grupo de bibliófilos, reunieron para agasajarlo. Concurrió Borges acompañado de su dilecto amigo Bioy Casares. Una foto, rodeados de libros, los inmortalizó a ambos en ese preciso momento del espacio y del tiempo. Espacio y tiempo fueron dos temas muy caros a Borges y su filosofía. Razón suficiente para que no solo haya sido profundamente estudiado desde las humanidades sino que también se haya constituido en referencia ineludible entre los científicos de las ciencias duras.

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Antes de viajar a Europa, desde donde no regresaría, Borges pasó su última tarde en Buenos Aires en la librería de Alberto Casares. El motivo fue una exposición de primeras ediciones de sus obras que Casares, junto a un grupo de bibliófilos, reunieron para agasajarlo. Concurrió Borges acompañado de su dilecto amigo Bioy Casares. Una foto, rodeados de libros, los inmortalizó a ambos en ese preciso momento del espacio y del tiempo. Espacio y tiempo fueron dos temas muy caros a Borges y su filosofía. Razón suficiente para que no solo haya sido profundamente estudiado desde las humanidades sino que también se haya constituido en referencia ineludible entre los científicos de las ciencias duras.

Poesía, la realidad profunda

Desde la década de 1980 las citas de Borges en artículos científicos internacionales se expandieron geométricamente. Y no es para menos. Sus escritos, poemas y metáforas anticiparon temas sensibles de las ciencias exactas que él vislumbró con genial maestría.

Infinito, universos múltiples, caos, fractales, azar, flecha del tiempo, son temas recurrentes en la obra borgeana y muchas veces anticipatorios, por ejemplo, a desarrollos modernos de la física cuántica.

Alberto Rojo, científico argentino radicado en los Estados Unidos, es uno de los que ha puesto de manifiesto y en contexto muchas de estas cuestiones.

Alberto Casares es el presidente de la Asociación de Libreros Anticuarios de Argentina y su librería de la calle Suipacha es lugar obligado para los amantes del libro.

En 1993 se cumplieron 70 años de la publicación de Fervor de Buenos Aires, obra poética emblemática de Borges y, Casares, decidió hacer una bella y fina edición facsimilar de la primera y de la última, corregida ésta por el autor en 1969.

Comentaba el anticuario librero que él lamentaba que Borges haya eliminado de la primera edición (Imprenta Serantes, 1923), un poema donde había una exquisita definición de la pampa; todo un convite a rebuscar en la obra de Borges conceptos geológicos.

Era una buena idea y más para un adicto y apasionado de la obra del gran escritor argentino.

La definición de la pampa borgeana a la que Casares se refería aparece por única vez en esa primera edición de Fervor de Buenos Aires y reza así: "He mirado la Pampa. Vi el campo donde cabe Dios sin haber de inclinarse, vi el único lugar de la tierra donde puede caminar Dios a sus anchas" (La Guitarra).

Más tarde, vuelve al tema y lo expresa así: "Pampa. Yo diviso tu anchura que ahonda las afueras, yo me estoy desangrando en tus ponientes. Pampa: Yo sé que te desgarran surcos y callejones y el viento que te cambia" (Al horizonte de un suburbio, en Luna de enfrente, 1925).

Graciela Argello lo considera como una mirada poética sobre el paisaje, que en algún momento expone una enorme verdad geológica: la mutabilidad del espacio natural.

La palabra geología aparece explícitamente en el texto de Atlas (1984), dedicado a Venecia, cuando dice: "Los peñascos, los ríos que tienen su cuna en las cumbres, la fusión de las aguas de esos ríos con las del Mar Adriático, los azares o las fatalidades de la historia y de la geología, la resaca, la arena, la formación gradual de las islas, la cercanía de Grecia...".

Aparecen aquí elementos que tienen que ver con rocas y pendientes, ríos y erosión, la arena y la dinámica litoral, los sedimentos que forman nuevas islas, el azar, el actualismo y gradualismo y también el catastrofismo fatal a lo largo de la historia. La relación del mar con el continente, el trabajo erosivo constante, sin prisa ni pausa, está representado en algunas estrofas como: "Los pesados mares que roen de la tierra los pilares" (El Enamorado, en Historia de la Noche, p. 95., Ed. Emecé, 1977, Buenos Aires). O más completo en el poema "El Mar" de "El otro, el mismo" (Ed. Emecé, 1967), donde poetiza al océano y dice: "... Antes que el tiempo se acuñara en días, el mar, el siempre mar, ya estaba y era". Luego lo envuelve en una metáfora cuando señala: "¿Quién es el mar?, ¿Quién es aquel violento y antiguo ser que roe los pilares de la tierra y es uno y muchos mares y abismo y resplandor y azar y viento? El peligro que representaban las masas de magnetita cerca de las rocas costeras lo menciona en: "La montaña de piedra imán que hace estallar la nave" (Metáforas de la mil y una noches, en Historia de la Noche, p. 21., Ed. Emecé, 1977, Bs. As).

Otra bella descripción geológica de un paisaje que menciona bajo el epígrafe "Yacimientos del Chubut" (1922), está en su poema "Jardín" (Fervor de Buenos Aires; 1923), donde dice: "Zanjones, sierras ásperas, médanos, sitiados por jadeantes singladuras y por las leguas de temporal y de arena, que desde el fondo del desierto se agolpan".

"Aguas mulatas"

Otra página geológica excepcional, con el origen, descripción y evolución de un delta, se encuentra en "El atroz redentor Lazarus Morell" (Historia Universal de la Infamia) cuando dice: "El Mississippi es río de pecho ancho; es un infinito y oscuro hermano del Paraná, del Uruguay, del Amazonas y del Orinoco. Es un río de aguas mulatas; más de cuatrocientos millones de toneladas de fango insultan anualmente el Golfo de Méjico, descargadas por él. Tanta basura venerable y antigua ha construido un delta, donde los gigantescos cipreses de los pantanos crecen de los despojos de un continente en perpetua disolución y donde los laberintos de barro, de pescados muertos y de juncos, dilatan las fronteras y la paz de su fétido imperio".

En estas líneas están condensadas en hermosas imágenes como el río erosiona el continente "en perpetua disolución" y avanza sobre el mar gracias a los cientos de millones de toneladas que fabrican un nuevo territorio pútrido deltaico. Esa basura fétida volverá en petróleo cientos de millones de años después, cerrando esos ciclos de tiempo a los que Borges era afecto.

La arena tenía para el escritor una atracción seductora. Una de sus obras famosas se llama precisamente “El libro de Arena” y aclara: “Porque ni el libro ni la arena tienen ni principio ni fin” y también: “Como la arena se iba el tiempo” (Ulrica).

Allí incorpora el concepto, tomado de autores anteriores: “Si el espacio es infinito estamos en cualquier punto del espacio. Si el tiempo es infinito estamos en cualquier punto del tiempo”. También en Atlas (1984) tiene un brevísimo texto al que titula “El desierto”. Narra que en Egipto se alejó algunos metros de la Pirámide, tomó un puñado de arena y lo dejó caer un poco más lejos. Esto le llevó a pensar que de alguna manera había modificado el Sahara y que ese hecho fue lo más significativo de su estadía en el país de los faraones. Ello se puede analizar de múltiples maneras (teoría del caos, factor antrópico, etcétera).

Cerros, ríos y tiempo

En el cuento Utopía de un hombre que está cansado, se encuentra otro concepto pertinente que hace a la geología y a la fisiografía cuando dice: “No hay dos cerros iguales, pero en cualquier lugar de la tierra la llanura es una y la misma”. Retorna allí a la pampa infinita cuando señala: “En medio de la pánica llanura interminable”. 
La arena aparece repetidas veces en distintos poemas pero aquí rescato otro bello pasaje del fluir de un río y su metáfora: “El Rin, un arbitrario apodo que los hombres dan a la fuga secular del agua desde los hielos a la arena última” (Correr o ser, en La Cifra, p. 75, Ed. Emecé, 1981, Buenos Aires).
El tiempo alcanza en Borges páginas de una profundidad filosófica mayúscula y dado que la geología es una ciencia histórica merece de otro tratamiento. 
Lo cierto es que se conocen más de 2.700 escritos de Borges y que muchas veces pequeñas frases encierran todo un tratado. Elijo al azar: “El universo es fluido y cambiante” (Epílogo, en Historia de la Noche, p. 139., Ed. Emecé, 1977).
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