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Sin un plan y una gestión firme, la "pobreza cero" será una quimera

Domingo, 30 de septiembre de 2018 01:30

La pobreza es el problema más grave que tiene nuestro país.

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La pobreza es el problema más grave que tiene nuestro país.

El informe del Indec, que el jueves anunció un 27,3% (1,6% por encima del dato de 2017) muestra que, cumplido casi el 75% de su mandato, el presidente Mauricio Macri no ha logrado avanzar nada en el que fuera su objetivo direccional, la "pobreza cero".

Pero la cuestión va más allá de una circunstancial suba o baja del poder adquisitivo de los salarios. La pobreza es un problema muy complejo, estructural, que depende de variables económicas y culturales y que requiere políticas realistas, orientadas a generar empleo.

El objetivo de "pobreza cero", más allá de que incluye una fuerte dosis de utopía, es una meta noble que exige gestión y trabajo de campo. Esto último está faltando. Y mucho.

La decisión de combatir la inflación frenando la actividad económica, la devaluación drástica del peso y la caída del poder adquisitivo del salario son la prueba de que la prioridad del gobierno nacional, por impotencia o por ideología, está puesta en el déficit fiscal y no en el drama social de la pobreza.

El 27,3% no muestra toda la realidad, porque incluye los primeros meses del año, en los que la pobreza descendió, y los primeros impactos de la crisis del dólar que comenzó en mayo. El director del Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina, Agustín Salvia, estima que en diciembre la pobreza afectará al 30% de la población (más de 13 millones de personas).

En este escenario, será imprescindible potenciar al máximo la asistencia destinada a los sectores de menos ingresos, para evitar que el aumento de la indigencia se convierta en catástrofe social.

Hace una semana, los indicadores de empleo reflejaron un incremento igualmente preocupante. Pobreza y desempleo son síntomas correlativos.

Atribuir la pobreza al actual gobierno sería oportunismo. En 1983, nuestro país tenía un 16% de pobres, mientras que en Latinoamérica el índice era del 42%. Hoy, en nuestro país y en el resto de la región, oscila en el 30%. Los otros países avanzaron y nosotros retrocedimos.

La Argentina produce alimentos para abastecer a más de 400 millones de personas, y tiene potencial para duplicar esa cifra. Sin embargo, su situación social es decadente.

Según Salvia, la solución "depende más del arte de la política que de la economía". Un informe de la Universidad de Belgrano consigna que "para reducir la pobreza, se requiere que el ingreso de los más pobres crezca a una tasa mayor que los del resto de la población. Por lo tanto, el desarrollo económico debe estar direccionado a favorecer a los sectores de menores ingresos".

Desde que en diciembre pasado se modificaron las metas de inflación y comenzaron los cambios compulsivos de Gabinete, la economía y la política se han visto envueltas en la peor de las incertidumbres. Las decisiones de la última semana fueron tomadas desde Washington y durante la reunión del presidente con la titular del FMI, Christine Lagarde. Allí se reemplazó al presidente del Banco Central y se estableció un dólar fluctuante sin obligar a los exportadores a liquidar divisas. Este estilo, lejos de generar confianza y certezas, alienta mayores dudas.

Para que todas las familias puedan satisfacer sus necesidades básicas se requiere crear empleo de alta calidad, y elevado nivel de productividad y de salarios. Pero es imprescindible desarrollar políticas que garanticen que el desarrollo económico esté orientado a favorecer a los sectores de menores ingresos. Para lograrlo se requiere conocer minuciosamente la realidad social, fortalecer las actuales fuentes de trabajo, eliminar decisiones burocráticas que involucren a los grupos vulnerables, evitar arbitrariedades en la evaluación de los subsidios a la pobreza, la discapacidad, el transporte y la energía y garantizar las prestaciones médicas y alimentarias.

En este punto radica el principal déficit del actual gobierno nacional.

Deberán entender los funcionarios que la reducción de la pobreza será una quimera mientras no exista una conducción firme y un programa homogéneo de la economía, y hasta tanto la gestión siga subordinada a las urgencias electorales.

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