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“La literatura ocurre siempre como una contradicción del orden imperante”

El reconocido escritor publicó recientemente una novela en la que una persona trans recurre al confesionario de un sacerdote. En ese contexto se abren diversas reflexiones sobre la religión, la mentira, el deseo, la transexualidad y la moral, entre otros puntos.
Domingo, 30 de septiembre de 2018 19:54

Federico Jeanmaire es uno de los escritores más reconocidos de su generación. Por estos días presentará “Tacos altos” en  la librería Andenbuch, de Alemania.  En una pausa de los preparativos, que incluyen ensayo con subtítulos y una pantalla gigante,  dialogó con El Tribuno,  sobre su nuevo libro La creación de Eva en el que  esboza, con magistral perspicacia,  la diversidad que habita aquel terreno tan complejo que denominamos amor

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Federico Jeanmaire es uno de los escritores más reconocidos de su generación. Por estos días presentará “Tacos altos” en  la librería Andenbuch, de Alemania.  En una pausa de los preparativos, que incluyen ensayo con subtítulos y una pantalla gigante,  dialogó con El Tribuno,  sobre su nuevo libro La creación de Eva en el que  esboza, con magistral perspicacia,  la diversidad que habita aquel terreno tan complejo que denominamos amor

Tu libro más actual es una novela que rompe que varios parámetros. Sus personajes centrales son, en algún punto antitéticos: un sacerdote y una persona trans ¿qué te atrajo de hecho de poner en interacción a estos dos actores, tan disimiles a simple vista?

Escribir, para mí, es preguntarme cosas.  No para buscar respuestas, sólo para hacerlo y ver lo que ocurre con las palabras a partir de aquello que me pregunto. El mundo ha cambiado enormemente en estos últimos cincuenta años. Ha intentado distintas y novedosas posibilidades de la libertad, sobre todo. Juntar en un diálogo a una persona trans y a un sacerdote católico me pareció el sitio ideal para hacer esa pregunta sobre la libertad, sobre el ser y el deber ser, sobre el amor humano, en definitiva.

¿Esto tiene alguna relación con aquello de que, según vos, tus novelas no son políticamente correctas? y yendo un paso más allá ¿considerás que lo políticamente correcto, como concepto, puede aplicarse al terreno de lo artístico?

Las novelas no pueden ser políticamente correctas. La literatura ocurre siempre como una contradicción del orden imperante. Es el lugar de la lengua, el lugar donde se manifiestan los procesos sociales y culturales. Es difícil, entonces, que cuando escribimos cuidemos las formas políticas. Sería casi un contrasentido. Además, “correcto” es una de esas palabras que sólo significan algo cuando se escriben entre comillas: ¿qué es lo correcto?

También Maruja trae un léxico inicialmente confuso al hablar con la A ¿qué te motorizó a trabajar con este corrimiento del lenguaje? Y desde otro ángulo ¿considerás que la literatura debe incorporar al llamado lenguaje inclusivo?

Maruja termina las palabras con la A. Le cuesta hablar genéricamente a partir de su transformación. La idea me surgió hace unos años, cuando conocí en España un grupo de gente que se juntaba un día a la semana para hablar de manera inclusiva. Por supuesto, me interesó mucho el asunto y fue, entre otros motivos, el origen de la novela. La literatura es el lugar en donde probar todo aquello que se quiera probar respecto de la lengua. No va a decidir nada sobre el tema, pero bien puede meterse con él. De hecho, lo hago en mi novela. Sospecho que las lenguas no dan pasos atrás en sus procesos de modernización, pero sí dan pasos hacia adelante. Cambiar la gramática para crear un neutro en el castellano, no sé si tiene alguna posibilidad de éxito, sería demasiado complicado. En mi caso, yo me inclino por un orden nuevo en los genéricos, algo que me parece bastante simple y con cierta posibilidad de éxito: feminizar los genéricos: decir las amigas o todas, independientemente del género de los involucrados. En este último caso, por ejemplo, haber escrito “las involucradas” y no los involucrados. Sería una lingüísticamente fácil reparación histórica.

Anteriormente, en Tacos altos, Su Nuam también cuestiona el idioma, su identidad y pertenece a una minoría o al menos está en otro lugar, en otro país en plena crisis ¿estos temas forman parte de tus obsesiones como escritor?

El tema de la lengua, que también implica identidad, es una de mis obsesiones a la hora de escribir. Aparece de diferentes maneras en muchas de mis novelas.

En el contexto actual, donde se repiensan las cuestiones de género, de la iglesia ligada o no al Estado, con femicidios y travesticidios a la orden del día ¿qué creés que leerán o tomarán los lectores de La creación de Eva?

Nunca se sabe lo que pueden hacer los lectores con lo que uno escribe. Mi ambición es que, a partir de poner en juego en mis textos algo tan fundamental como la lengua, los lectores reflexionen, incluso hasta de modo inconsciente sobre lo que les ocurre mientras leen. No se trata de un mensaje que yo dé, se trata del mensaje que ellos puedan darse a sí mismos a partir de sus propias lecturas.

Naciste en un pueblo chico, ¿te sentís, en algún aspecto "el ciudadano ilustre de Baradero? ¿cuánto hay de cierto en el refrán del infierno grande, que también se deduce de la confesión de Maruja?

Los refranes siempre esconden alguna verdad invariable. Baradero es una ciudad chica y es un infierno grande. Tan grande, supongo, como la enorme Buenos Aires. El cielo y el infierno son decisiones humanas, me parece, independientemente de lo chicas o grandes que sean las ciudades en las que habitamos.

 En algún momento de tu vida coleccionabas ejemplares del Quijote, ¿hay algo que recolectes hoy en día, te considerás un coleccionista, de qué?

Es verdad, coleccioné Quijotes hasta que me di cuenta que era algo que excedía mis posibilidades económicas. Desde hace unos cuantos años colecciono ranas, tengo más de cien en mi casa, es algo más módico y que puedo solventar sin mayores problemas.

¿Has trazado ya a los personajes de tu próximo libro?

Los personajes de mi próxima novela son Charles Darwin y un músico que toca la armónica, alguien demasiado parecido a mí salvo por el lastimoso asunto de que no sé tocar la armónica.

 

 El perfil

Federico Jeanmaire nació en Baradero, Buenos Aires, en  1957 .Es licenciado en Letras. Publicó varias novelas: Miguel, Montevideo, Papá, La guerra civil, Tacos altos y Amores enanos, y otras. Con Mitre (1998), obtuvo el Premio Especial Ricardo Rojas. En 2008, ganó el Premio Emecé con Vida interior y en 2009, el Premio Clarín de Novela con Más liviano que el aire. Algunos de sus libros han sido traducidos al francés, al alemán, al griego, al portugués y al árabe.

 

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