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Fue campeón, millonario, compró un volcán y hoy vive en la miseria

Víctor Rabanales estuvo en la gloria del boxeo mundial y su ambición lo llevó a comprar el famoso Popocatépetl. Se calcula que dilapidó más de un millón de dólares y hoy descarga bolsas en un mercado.
Lunes, 01 de octubre de 2018 03:03

Víctor Manuel Rabanales integra la gloriosa pléyade de los 130 campeones de boxeo que dio México desde la época del profesionalismo. De igual manera integra, tristemente, la lista del 96 por ciento de esos campeones que terminaron en la ruina. Pero más allá de que esto no sea ninguna novedad, su caso llama la atención por un dato que pocos conocen. 
Luego de haber colgado los guantes en 2003, a los 41 años, Rabanales se compró un volcán con la idea de poner en marcha un emprendimiento turístico. El diario La Nación publicó un interesante artículo sobre el novedoso caso del campeón del peso gallo nacido en Chiapas el 23 de diciembre de 1962. 
“El Rústico”, como lo apodaban sus fanáticos en los días de gloria, no adquirió cualquier volcán. Compró el Popocatepetl, la famosa estructura geológica, ubicada a unos 60 kilómetros al sureste de Ciudad de México. La historia cuenta que desde ese volcán el conquistador Hernán Cortés divisó por primera vez Tenochtitlán, la imponente y rica ciudad imperial de los aztecas.

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Víctor Manuel Rabanales integra la gloriosa pléyade de los 130 campeones de boxeo que dio México desde la época del profesionalismo. De igual manera integra, tristemente, la lista del 96 por ciento de esos campeones que terminaron en la ruina. Pero más allá de que esto no sea ninguna novedad, su caso llama la atención por un dato que pocos conocen. 
Luego de haber colgado los guantes en 2003, a los 41 años, Rabanales se compró un volcán con la idea de poner en marcha un emprendimiento turístico. El diario La Nación publicó un interesante artículo sobre el novedoso caso del campeón del peso gallo nacido en Chiapas el 23 de diciembre de 1962. 
“El Rústico”, como lo apodaban sus fanáticos en los días de gloria, no adquirió cualquier volcán. Compró el Popocatepetl, la famosa estructura geológica, ubicada a unos 60 kilómetros al sureste de Ciudad de México. La historia cuenta que desde ese volcán el conquistador Hernán Cortés divisó por primera vez Tenochtitlán, la imponente y rica ciudad imperial de los aztecas.


Rabanales pagó 30.000 dólares por el majestuoso Popocatépetl y puso en marcha su ambicioso proyecto. “Pensé en construir un gimnasio para trabajos de altura y algunos juegos que a lo mejor me iban a dar clientes”, contó el excampeón a Proceso, un medio mexicano. Dijo que trató de darle utilidad al terreno y que pensó también en poner un criadero de conejos.
Al poco tiempo se dio cuenta que no estaba preparado para los negocios y el proyecto fracasó. El Popocatepetl terminó en manos de su esposa con la que tiene cuatro hijos y está separado desde hace varios años. También fracasó en la compra de un departamento por 65.000 dólares y lo terminó perdiendo porque nunca se preocupó en hacer los papeles para escriturarlo a su nombre.


Rabanales alcanzó la gloria el 17 de septiembre de 1992 cuando se consagró campeón mundial gallo del Consejo Mundial de Boxeo al vencer por nocaut técnico en el noveno round a Joichiro Tatsuyoshi, en Osaka, Japón. A partir de ese momento los dólares le llovieron en grandes cantidades y como ocurrió con otros grandes campeones de este deporte dilapidó las jugosas bolsas en noches de jarana, en mujeres bonitas, en fiestas que duraban semanas, en pasajes para amigos, en jodas, como se dice en buen castellano.


Su situación se agravó cuando se convirtió en adictos a las drogas y al alcohol, dos vicios que lo acompañan hasta hoy como “amigos” inseparables. Se calcula que Rabanales embolsó más de un millón de dólares y hoy vive como un pordiosero. Se gana la vida descargando bolsas en el mercado de Texcoco y realizando diversas tareas en fondas y taquerías. Como último recurso, últimamente, vende las fotografías de su época gloriosa en los ring del mundo.
A esta altura su vitrina se quedó vacía cuando en otros tiempos lucía reluciente de trofeos. Por los apuros económicos tuvo que vender su más preciado tesoro: el cinturón de campeón del mundo. Lo entregó por 250 dólares cuando en realidad está valuado en 15 mil de los verdes estadounidenses.
“Tuve que aprender a defenderme en el trabajo. No me desanimo, al contrario”, dice. Rabanales recibe un mísera pensión mensual de 75 dólares que le otorga el Consejo Mundial de Boxeo por haber sido campeón. 
“De ese dinero procuro gastar cincuenta pesos diarios. Lo importante es guardar por si falla el trabajo”, señala con la sensación de haber aprendido, tarde, la lección de la vida.
De aquel boxeador que vivió días victoriosos, pero que fracasó en la vida, hoy queda una imagen patética. En las tardes mexicana, cuando la gente abandona el metro, entre las voces de cientos vendedores de las fondas se escucha la de un hombrecillo que ya nadie reconoce. 
“Pásele señores, todavía tenemos quesadillas, caldo de gallina, felitito de pescado, empanadas de camarones. Pásele, pásele...”. Es Víctor Manuel Rabanales.

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