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Los tres vértices

Martes, 22 de enero de 2019 00:00

Jair Bolsonaro acaba de incorporarse (todavía en forma virtual) al selecto grupo del triángulo (también virtual) de América Latina, con sus tres países más importantes. Imagine el lector la figura geométrica nombrada y coloque a quien corresponde en cada caso: a la derecha, el ya mencionado Bolsonaro; a la izquierda, el presidente electo de los Estados Unidos de México, Andrés Manuel López Obrador, y en el ángulo del centro a nuestro Mauricio Macri, el único que ha superado largamente la virtualidad del cargo, porque es presidente desde hace tres años, y tratará de que lo reelijan en este.

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Jair Bolsonaro acaba de incorporarse (todavía en forma virtual) al selecto grupo del triángulo (también virtual) de América Latina, con sus tres países más importantes. Imagine el lector la figura geométrica nombrada y coloque a quien corresponde en cada caso: a la derecha, el ya mencionado Bolsonaro; a la izquierda, el presidente electo de los Estados Unidos de México, Andrés Manuel López Obrador, y en el ángulo del centro a nuestro Mauricio Macri, el único que ha superado largamente la virtualidad del cargo, porque es presidente desde hace tres años, y tratará de que lo reelijan en este.

El triángulo latinoamericano ha procurado renovarse aplicando una drástica transformación del sistema en la que dejarán de existir las agrupaciones políticas en decadencia, si bien algunas se mudarán, con armas y bagajes, a los nuevos espacios.

Veamos, por ejemplo, el caso de la Argentina. Lo interesante es que, por primera vez, la gobierna una coalición, cuyo principal partido, el PRO, es debutante en la escena nacional. No puede tomarse en cuenta la gestión de la denominada Alianza.

En México, por su parte, ha sido vencido, en forma bochornosa, el PRI (Partido Revolucionario Institucional), creador del México moderno, y que esta vez solo pudo alcanzar el tercer puesto. El vencedor resultó aquí, como se sabe, otro debutante, el Morena (Movimiento de Reconstrucción Nacional), un nuevo partido de izquierda edificado sobre las cenizas progresistas del PRI, y encabezado por Andrés Manuel López Obrador.

Especial interés para la Argentina reviste la asunción de la presidencia del Brasil por parte de Jair Bolsonaro. A estas alturas carece de importancia el análisis de cómo llegó a la presidencia, apoyado por un pequeño partido, el Liberal Social; tampoco vale la pena escandalizarse ante sus declaraciones (que de todos modos ya han bajado de temperatura), ni de rasgarse las vestiduras al escuchar su discurso, ferozmente autoritario y antisistema, plagado de un anticomunismo arcaico, y amigo de la pena de muerte.

Lo que nos importa, de aquí en adelante, es lo que Bolsonaro haga, y no (tanto) lo que diga. Es evidente, de cualquier forma, que sea lo que fuere lo que Bolsonaro dice o hace (o si se quiere con más propiedad lo que dirá o hará en el futuro), será de su responsabilidad directa, y ya no bastará el instinto de protección que ha despertado en millones de brasileños, cansados de tanta ineptitud y mentira.

Seguramente tenemos ideas opuestas tanto en lo que se refiere a la organización del Estado como en la participación ciudadana, tanto en lo que tiene que ver con la distribución del ingreso, como en el respeto irrestricto a las minorías, sean estas sociales, raciales o religiosas. Pero con la misma convicción, y en la medida en que sean respetadas las normas que establecen el derecho internacional y la buena vecindad de dos países con grandes intereses en común, el nuevo mandatario recibirá las muestras de respeto y dignidad que merece su cargo, y los más de 50 millones de brasileñas y brasileños que, en todo el país, han votado por él. Debe anotarse, a su favor, la designación del juez Sergio Moro, símbolo para el brasileño común de la lucha contra la corrupción, como ministro de Justicia. Ya los economistas argentinos y brasileños han empezado silenciosamente a reunirse: somos socios comerciales y debemos seguir siéndolo.

¿Qué hará Mauricio Macri?

Sin duda, es el que tiene las obligaciones más difíciles. Así, el ángulo del centro, el que deliberadamente ha elegido el camino central y equidistante de la derecha y la izquierda, o mejor el de la moderación y la convivencia en lugar de la grieta que cada día se hace más peligrosa, esa utopía de centro que somos todos nosotros, quizá pueda dominar a violentos e intolerantes, y proyectarse al futuro.

Tal vez solo sea una expresión de deseos.

 

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