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Gabriela Saidon: “Muchas mujeres se encuentran perplejas frente a la ola feminista”

Entrevista a la escritora. 
Domingo, 27 de enero de 2019 00:55

Por Patricio Zunini - Infobae

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Por Patricio Zunini - Infobae

Las protagonistas de Gabriela Saidon son mujeres ante el abismo. En los diez cuentos que componen “El camino de las hormigas”, persiste la sensación del vértigo: la inminente caída hacia el vacío que toma la forma de la violencia, la incertidumbre, la locura, el dolor.
Son relatos inquietantes: una mujer baja del auto en medio de la ruta, entra a un campo, degüella a una vaca y bebe con gula la sangre; otra urde un plan para envenenar a un enfermo terminal que no se decide a morir; otra más soñó que era una travesti y desanda la historia hasta convertirla en un sueño homofóbico. 

Hay algo siniestro en cada cuento que no se termina resolver. En un contexto de lucha contra la violencia machista, siendo que todas las protagonistas son mujeres, ¿cómo esperás que se lean los cuentos?

Amo lo siniestro como género. Voy adonde mi imaginación me lleva, y eso está muy explicitado en los cuentos. Algunos fueron escritos antes de la cuarta ola, digamos, y otros, como los que abren y cierran el libro, “El camino de las hormigas” y “youknowmyname”, o “Soñé que era una trava”, son actuales. Creo que lo que aparece en esos cuentos, y también en los demás, leídos hoy, es, más allá (o más acá) del enojo, la bronca y la lucha contra la violencia machista, una cierta perplejidad en la mirada de las protagonistas. Creo que hoy no solo los varones, sino muchas mujeres se encuentran perplejas frente a la ola feminista, que avanza implacable. En otros cuentos sí aparece la bronca representada como violencia ejercida por las propias mujeres, en actos de justicia por mano propia. Volviendo a Freud, matar al padre, hoy es, también, matar al hombre, a José Patriarca, digamos, simbólicamente. Eso está en este libro.

La figura de la escritora está presente y uno puede leer ciertos cuentos como “autobiográficos”, entre comillas. ¿Cuáles son los intereses, miedos, fantasmas que buscás purgar con la escritura?

En la mayoría de los cuentos hay una narradora en primera persona o en una tercera cercana a la protagonista que no tiene nombre. Nadie la nombra. Quizás sea una forma de decir sí, soy yo, todas esas soy yo. Pero es el yo que surge en los sueños, en las pesadillas, en el imaginario íntimo. Un yo de ficción, un yo construido (nunca maté ni me comí una vaca cruda, como en uno de los cuentos). El cuento sobre la muerte de mi abuelo lo había escrito antes de que saliera “Kryptonita”, de Leo Oyola. Cuando empecé a leerlo, dije: No puede ser que empiece igual, con un verbo raro, encima conjugado en el mismo tiempo: “Obitó”. Le escribí a Leo, le expliqué y le dije ‘permiso para usarlo’. Tal vez haya cierta ironía en esa supuesta licencia otorgada (encima, por un varón). Ese cuento es el más autobiográfico del libro, y le sacaría las comillas a la palabra. Pero todos, en mayor o menor medida, lo son. Diría que más que purgar miedos, intereses o fantasmas, con la escritura busco ejercer el derecho a cumplir el deseo de escribir. 

¿Es el dolor la experiencia más literaria de la actualidad?

Sí, dolor en el sentido de duelo. Creo que esa sensación de lo perdido está muy presente en la literatura de hoy. La pérdida de un mundo conocido, de las ilusiones, de las cosas como creíamos que eran y ya no son. En lo más personal (que a veces es lo más universal), cuando murió mi papá hace quince años descubrí que el dolor no era nada glamoroso, era sucio, una angustia como de barro o de pantano. Y al revés, como mujer, la revolución femenina me sirve hoy para fortalecerme frente a otras pérdidas. Entonces tal vez la literatura sirva también para pensar cómo atravesar mejor los duelos (por las muertes, las separaciones, el mundo). O quizás sí, conectando con la pregunta anterior, la literatura (leerla, escribirla), sirva para transitar mejor el dolor. Y para cerrar etapas: yo (mi yo real) abandoné esa perplejidad.
 

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