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Adiós al poeta de seis décadas: Jacobo Regen

El poeta, que había nacido hace 89 años en Campo Quijano, murió a 30 minutos de iniciado este miércoles. 
Miércoles, 09 de enero de 2019 11:48

"Serenamente digo: 'Soy un ángel', y me debes creer". Así comienza uno de los poemas más populares de este escritor que inició un viaje interior por las letras desde su infancia. Nació en Campo Quijano un 5 de enero , por lo que su deceso sucedió a pocos días de haber cumplido años. 

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"Serenamente digo: 'Soy un ángel', y me debes creer". Así comienza uno de los poemas más populares de este escritor que inició un viaje interior por las letras desde su infancia. Nació en Campo Quijano un 5 de enero , por lo que su deceso sucedió a pocos días de haber cumplido años. 

En 1984 se editó, por medio de la Dirección General de Cultura de Salta, su obra El vendedor de tierras, que fuera distinguido con el Primer Premio Concurso Anual de Poesía para Autores Éditos. En 1991 se editó la antología Poemas reunidos. Murió en una fecha muy próxima a su cumpleaños, que fue el pasado el 5 de enero. El escritor tucumano Fabián Soberón rodó a fines de 2018 un documental sobre la vida y obra de este poeta que aún no se estrenó.

"Soy el único coya judío del mundo", afirmaba con una ironía tremenda que era su sello. Poeta de la llamada Generación del 60, Jacobo Regen a pesar de ser reconocido como uno de los poetas más grandes vivos de la región, es un desconocido en el resto del país. No en vano, en un artículo que firma el también poeta y amigo Teuco Castilla, que la poesía de Regen "que quisieron y no pudieron desconocer durante años las débiles capillas literarias de nuestro país. Jacobo, como cabe esperar a un poeta verdadero, desdeñó esos mercadeos mediocres y se encerró en la creación, fuera de ellos, resplandeciendo".

Justamente, en estos últimos años Jacobo se encontraba casi recluido en su propia casa, alejado no solo de la vida literaria sino también de esas caminatas lentas y silenciosas por la ciudad que fueron espaciándose cada vez más.

"Para un poeta como Regen, para quien el destino del hombre se cumple en el silencio y la contemplación activa, propia de los seres que viven en constante diálogo consigo mismos, la relación con la sociedad contemporánea nunca debe haber sido fácil", dice sobre este punto el poeta porteño Pablo Anadón. Su infancia y adolescencia transcurrieron en Campo Quijano. Trabajó como periodista y corrector de pruebas en Tucumán, Córdoba, Buenos Aires y Salta. En su provincia natal fue jefe de Ediciones en la Dirección de Cultura y en la Comisión Bicameral de Autores Salteños. Al margen de algunos textos en prosa y verso (cuentos, semblanzas y distracciones humorísticas), publicó las obras poéticas "Seis poemas", Córdoba, 1962; "Canción del ángel", Tucumán, 1964 (Premio Ricardo Jaimes Freyre); "Umbroso mundo", 1ª edición, Buenos Aires, 1971; "Canción del ángel y otros poemas", (reedición aumentada, Salta, 1971); "El vendedor de tierra", Salta, 1981 (1er. premio del concurso convocado por la Dirección de Cultura de Salta en 1978); "Poemas reunidos", Salta, 1992; "Antología poética", 1996 (edición del Fondo Nacional de las Artes). La reedición de "Umbroso mundo" incluye varios poemas inéditos. Además, incorpora "Musicalia", cinco poemas suyos musicalizados por Gustavo Leguizamón, José Juan Botelli, Gerardo Núñez y Juan Botelli.

Toda una vida dedicada a la  rigurosa búsqueda de poesía

Por Daniel Sagárnaga

Antonio Requeni, que lo premiara por primera vez por su libro "El Ángel", dijo sobre la obra de Jacobo: "Cada libro suyo representaba un reencuentro con la belleza y la emoción de la poesía verdadera (de la poesía en la que creo). Composiciones breves, concisas, podadas de términos superfluos, en la que se resumía la entrañable experiencia de un alma". Así también hablaba Regen: con frases justas y certeras como flechas. Aunque estas frases-flechas fueran disparadas al paso de un cruce de veredas. "Y es que algo de ángel tiene, por la alta soledad, por lo descarnado", aporta Lepoldo Castilla sobre la figura del autor de "El Ángel".

Difícilmente Jacobo salía de su casa en estos últimos años. Su soledad se fue haciendo cada vez más inexpugnable y finalmente vivirá pleno su ostracismo hasta su deceso.

Un ostracismo a veces vencido por la visita de gente que consideraba entrañable, como la pintora Silvia Katz, que acompañaba al poeta más allá de sus cambios de humor repentinos. Así se concretó la muestra "Serenamente", que captó Keko Ferro en una de las últimas apariciones sociales que hizo el poeta. Posteriormente el Fondo Editorial de la Provincia publicaría con "Umbroso mundo" sus obras completas, y por ellas Jacobo recibiría la distinción Pluma de Plata que todos los años entrega el Círculo Médico de Salta. Uno de los pocos reconocimientos que en la provincia validara una obra tan profunda, leve, y a la vez monumental de un poeta como Regen. Una luminaria nuestra a la que deberemos volver en lo sucesivo para darnos cuenta de lo esencial de algunos salteños para el arte y la cultura de todos los tiempos. Porque sin dudas este alcance tiene la obra del poeta. "Y se lo ve salir de esto y aquello, como quien pide disculpas por ser como es, pero sin ninguna intención de dejar de serlo. Se lo ve irse, siempre, después de tocar fondo, porque en un mundo de fugitivos, todo el que se busca parece que huye. Y solo él sabe dónde está su luz y cuál es su fuerza. Es su voz la de un hombre que, para ser consecuente con su vida, eligió el camino de la más rigurosa y despojada poesía", dice Adet.

El poeta de las palabras justas

Por María Ferndanda Abad

Jacobo Regen era un purista de las palabras. No cualquier término ameritaba estar en un poema. La palabra "impresionante" -decía, por ejemplo- podía encajar perfectamente en un texto en prosa para describir un terremoto, pero jamás podría alojarse en un verso.

Porque la poesía, para Regen, era cosa seria, profunda y rigurosa.

Conocí a Jacobo cuando todavía llevaba esos grandes cuadrados anteojos que son su sello personal en casi todas sus fotos viejas.

Con el tiempo los mudó por otros más sutiles.

Lo conocí cuando todavía abría la puerta de su casa para recibir a las visitas.

Tuve esa suerte un día, a finales de junio de 2001, cuando con una colega, Silvia Díaz, fuimos a su casa en la calle Mitre, a pasitos de la vía, a hacerle una entrevista para la Agenda Cultural de El Tribuno.

Jacobo nos recibió con té, masas y música clásica. Y nos habló de él y de su poesía.

Y nos contó acerca de su aversión hacia ciertas palabras insípidas, como "impresionante"; sobre sus manías de viejo excorrector de pruebas; sobre su madre escritora de entrecasa, autora de poemas en polaco, alemán e idish; sobre su padre músico, amante de Vivaldi y de la mandolina.

Regen ya era, por entonces, un poeta reconocido en la región. Yo había leído "El vendedor de tierra" y "Soy un ángel" en la universidad, donde algunas profesoras de la carrera de Letras se ocupaban y se preocupaban por incluir en sus programas a autores locales porque -como se sabe- la sabiduría y el arte vienen de esta tierra.

Y la obra de Jacobo tenía una hondura tan perfecta y tan consecuente con su vida que era imposible de postergar.

En esa larga entrevista publicada el 1 de julio de 2001, Regen reconoció a la poesía como una vía de liberación.

"Eso que puede entenderse como tormento o sufrimiento, al transformarse en poema, opera en el espíritu de uno como una catarsis, como una liberación", decía el autor de "Umbroso mundo", que además tenía en algún cajón "muchas cositas escritas en tono de parodia o picaresco", según nos confesó en aquella larga entrevista.

Sobre ese Pegaso tan personal, Jacobo fue un jinete solitario, sin armadura y sin estribos.

Sus vuelos siguieron entre las paredes que mejor conocía, en la casa vieja de ventanas eternamente cerradas, al lado de la estación.

Decidió andar así, a fuerza de porrazos. Rara vez abría la puerta.

La última vez que fui -hace mucho ya-, invitada por él mismo en el transcurso de una larga charla telefónica con música clásica de fondo, esperé media hora en el umbral.

Nunca abrió. Sabía que podía pasar.

Era el riesgo de acudir a la llamada de Jacobo. Pero también sabíamos que él estaba ahí adentro, huyendo de sus fantasmas en el Pegaso de la poesía propia o ajena, pero alzando vuelo al fin.

Fue lindo conocerlo. Fue un honor leerlo.

Y ya no será lo mismo pasar por la calle Mitre, porque desde ahora tendremos todos la certeza de que Jacobo no está.

Un creador de sentidos poéticos

Por Rodolfo Ceballos

 

"Amé en ti mis palabras, /cuando dejé de amarlas,/ te perdí".

Así escribió Jacobo Regen. Nacido en Campo Quijano, escritor desde siempre y un creador de sentidos poéticos, pero en soledad.

Siempre desde su ermita miró la vida, se mezcló con el infinito texto de la lengua que usó para escribir sobre los otros: amantes, vendedores de tierra y sufrientes varios.

Fue tentado por la existencia triste que llevó, y se hizo poeta pesimista. Entonces siguió ese deseo.

No tenía casi vida literaria pública.

¿Habrá tomado su poesía como un acto privado o un hecho de íntimo pudor?

Su obra corta logró representarlo imperceptiblemente.

Jacobo habitó una ermita única de la que salieron versos metafísicos, pero que seguramente no estaban detrás de furtivos destinatarios.

Entendía que la poesía pertenecía solamente a su escritura y afecto.

Pero sus lectores saben las señales líricas y de concepciones humanas universales que usó como autor para expresar su estilo.

Que fue limpio y de enorme brevedad, pero no fácil de olvidarse.

Es por eso que muchos lectores hoy lo despiden a regañadientes, conocen qué escribía y para quién.

Algo inusual en la enorme galaxia de poetas salteños.

Tres poemas breves y acuciantes 

 “Umbroso mundo”

Umbroso mundo, seguiremos siempre poblando de fantasmas verdaderos tus países ausentes. Así, lejos de todo, crecerá en el olvido un árbol verde a cuya sombra vamos a dormirnos hasta que alguna vez el sueño nos despierte.

“Tatuajes”

Yo creo en las palabras que son carne y espíritu: tatuajes repujados a punta de cuchillo.

“Corrector de pruebas “

Yo soy, no más, un corrector de pruebas. No dije nunca nada de mí mismo porque desconocía los acentos que caen en mis vértebras profundas.

 

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