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El ciudadano no olvidará lo que se diga en el debate

Fundado el 21 de agosto de 1949.
Domingo, 13 de octubre de 2019 01:21

Hoy, a las 21, los seis candidatos presidenciales participarán del primero de los dos debates preelectorales. Desde la sede de la Universidad del Litoral, en Santa Fe, Alberto Fernández, Mauricio Macri, Roberto Lavagna, José Luis Espert, Juan José Gómez Centurión y Nicolás del Caño expondrán sin dialogar entre ellos sus ideas sobre el país.

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Hoy, a las 21, los seis candidatos presidenciales participarán del primero de los dos debates preelectorales. Desde la sede de la Universidad del Litoral, en Santa Fe, Alberto Fernández, Mauricio Macri, Roberto Lavagna, José Luis Espert, Juan José Gómez Centurión y Nicolás del Caño expondrán sin dialogar entre ellos sus ideas sobre el país.

En esa universidad, hace 25 años se sancionó la reforma constitucional, un hecho que adquiere valor simbólico, porque nuestra Carta Magna establece, con claridad inapelable, el sistema republicano, que implica la obligación de la información y la transparencia, y la democracia representativa, que requiere información genuina para que el ciudadano pueda elegir.

Si las campañas electorales se pueden regir por las reglas del marketing, los debates, para ser genuinos, exigen referencia a la realidad y exposición clara de cada proyecto de gobierno en cada cuestión.

"Es necesario que el próximo debate presidencial sea una discusión de calidad, con diagnósticos basados en evidencia rigurosa a partir de los cuales los candidatos presidenciales compartan sus propuestas sobre cómo afrontar los futuros desafíos en materia de crecimiento económico, inclusión social, salud, educación y empleo", advirtió un informe de la Universidad Torcuato Di Tella.

Un debate no debería medirse por la capacidad escénica del candidato sino por su claridad. Y el público, que necesita información consistente, debe tener la posibilidad de analizar los argumentos de cada uno de los participantes, porque la decisión política de cada ciudadano no debería regirse por corazonadas o por adhesiones de espíritu deportivo.

Es el futuro lo que está en juego.

El formato elegido no es el más favorable. En cada uno de los dos debates se abordarán demasiados temas. En una situación ideal deberían ser más los capítulos, para que los candidatos, en una conversación ordenada, pudieran someterse a las preguntas de los otros, porque hablar solos no es debate.

La información pública y la posibilidad de crear opinión son inherentes a la democracia, y por eso es antidemocrático que los mandatarios y los líderes se nieguen a brindar entrevistas, coloquen a la prensa en el lugar del enemigo y obstruyan cualquier canal que garantice la transparencia.

De todas maneras, este debate en dos actos (el próximo será el domingo 20 en la UBA) debe servir para que los candidatos digan la verdad sobre el presente y sobre sus proyectos con objetivos, medios, métodos y plazos para alcanzarlos

En el caso particular de Alberto Fernández, que obtuvo amplia ventaja en las PASO, y en el del actual presidente Macri, es necesario que abandonen la promesa vacía y agradable al oído, como simplificar el problema en la responsabilidad de su adversario y prometer una etapa redentora, en el caso de Fernández, o de la materialización de logros no alcanzados en cuatro años, en el de Macri.

La gente va a escucharlos con atención y sus palabras serán un compromiso para cada día de su gestión.

La experiencia de 2015, con el debate entre Macri y Daniel Scioli, dejó muchas enseñanzas en materia de polémica chabacana y promesas incumplidas.

Pero la institucionalización de los debates, que es de por sí un avance, también es resultado de un cambio: las políticas públicas, en el ámbito académico, se discuten y, eventualmente, se diseñan, a partir de las evidencias de la realidad social. Esto, que no es más que racionalidad política, expresa la necesidad de reemplazar a la ideología por la evidencia empírica en la toma de decisiones.

La política argentina sigue manejándose en términos escénicos y es hora de incorporar el realismo: el socialismo sucumbió y el populismo deriva hacia la dictadura.

Los argentinos creen en la democracia, la libertad y en un sistema económico razonable, donde haya posibilidades de trabajar y desarrollarse cada uno como persona.

En esa dirección deberían trabajar los políticos, pero la construcción de poder es mucho más fácil que gobernar.

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