¿Quieres recibir notificaciones de alertas?

19°
25 de Abril,  Salta, Centro, Argentina
PUBLICIDAD

Elecciones en un mundo alterado

Domingo, 27 de octubre de 2019 00:00

Hoy, los argentinos iremos a votar con la incertidumbre propia de una crisis que lleva décadas. Aunque las urnas dirán la última palabra, los resultados del 11 de agosto fueron decisivos, porque es muy difícil remontar esa diferencia de quince puntos y porque el efecto de las PASO destartaló del todo la economía.

Alcanzaste el límite de notas gratuitas
inicia sesión o regístrate.
Alcanzaste el límite de notas gratuitas
Nota exclusiva debe suscribirse para poder verla

Hoy, los argentinos iremos a votar con la incertidumbre propia de una crisis que lleva décadas. Aunque las urnas dirán la última palabra, los resultados del 11 de agosto fueron decisivos, porque es muy difícil remontar esa diferencia de quince puntos y porque el efecto de las PASO destartaló del todo la economía.

Ni Mauricio Macri ni Alberto Fernández podrían volver atrás ni repetir experimentos precedentes, porque la economía argentina no logra salir del empantanamiento desde hace ya mucho tiempo.

No hay cosmética que valga. Si la convertibilidad de Carlos Menem logró congelar la hiperinflación heredada de Raúl Alfonsín, eso ocurrió después de dos años, cuando la inflación ya había hecho el ajuste (y el desbarajuste).

La paridad con el dólar creó la sensación de que se había resuelto un problema histórico, el de la debilidad de nuestra moneda. La Alianza de Fernando de la Rúa y Chacho Álvarez nos devolvió a la realidad, precipitó la crisis y, enseguida, Eduardo Duhalde salió de la convertibilidad.

Al calor de las exportaciones de soja soplaron brisas de estabilidad que disimularon el nuevo ajuste.

La historia reciente resume los obstáculos que empantanan al país. La fragilidad de la moneda, la incapacidad de la economía para generar ingresos, el retroceso de una industria que se desactualiza hora a hora y la falta de un rumbo educativo van asfaltando la ruta cuesta abajo.

La pobreza que viene creciendo desde 1989 no está atada solo a la inflación, sino sobre todo a las carencias estructurales de vivienda y de aptitud laboral, al aislamiento de algunas regiones, al manejo político de las tarifas y los subsidios, así como el recurso a la suba de tasas para contener al dólar.

Los problemas de fondo no se resuelven con ideologizaciones ni cantos de sirenas.

Todo indica que el tembladeral de la inflación y la recesión va a durar hasta, por lo menos, principios de 2021. Y se da por descontado que el cepo a los dólares se va a endurecer.

Un país posible

Esa es la coyuntura. La pregunta de fondo es: ¿resulta posible imaginar un país previsible, donde la gente pueda estudiar, trabajar y proyectar su vida? ¿Un país donde no haya cuatro millones de personas excluidas? ¿Dónde las pymes sean más importantes que la especulación financiera?

Es posible, si las dirigencias políticas y empresarias asumen que la macroeconomía argentina está oxidada y desvencijada.

Al mismo tiempo, entendiendo que el desempleo del 10% es un espejismo: la precarización del trabajo abarca al 55% de los empleados y cuentapropistas, y que la pobreza no consiste en la privación de ciertos gustos sino en la carencia de bienes esenciales. Y en la exclusión.

Pero, además, es esencial definir una visión del mundo.

Tenemos que asumir que vivimos en América Latina:

- Sin peso en los mercados, salvo por la materia prima.

- Tecnológicamente, a la saga de las potencias.

- Con problemas de distribución del ingreso (Chile y Ecuador) y crisis institucionales (Brasil, Bolivia y Perú).

- Con territorios cooptados por el crimen organizado.

- Con dictaduras fósiles en Cuba, Nicaragua y Venezuela.

En el mundo del siglo XXI no hay paraísos. Nuestra región no puede abstraerse del auge de los populismos de derecha e izquierda que cuestionan a la democracia tradicional, y de presidentes de vocación autocrática, como Donald Trump y Jair Bolsonaro.

La idea de "vivir con lo nuestro" es una quimera; la ilusión de la apertura sin límites, también.

El nuevo ciclo que se inicia debe apuntalarse también en una inserción internacional fundada en los intereses del país y de cada uno de sus habitantes, y no en ilusiones ideológicas.

Y requerirá una conducción política que tenga en cuenta la real dimensión de la transformación tecnológica, comunicacional y de las relaciones humanas que en el tercer milenio está engendrando otra civilización.

 

PUBLICIDAD