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Alegrino, mago, inventor y transmisor de energía positiva

Sin más equipaje que mucha buena onda, circula con destino errante.
Jueves, 31 de octubre de 2019 11:08

Martín Idoyaga, tiene 45 años, y todo sus pertenencias yacen en un Renault 6 que lleva el nombre de “Alegrimóvil”. Se define como mago, y transmisor de energía, pero a medida que la conversación avanza confiesa que además es inventor, master en Reiki y sabe de reflexología. 
Hace un año que está en Salta y es acá donde pasó a llamarse Alegrino, el mago. “Ya estaba grande para ser Alegrín”, dice. Con turbante, un cetro y una amplia sonrisa sorprende entre las mesas de algún bar, café, restaurante y prácticamente no da lugar a la negativa, su simpatía es más fuerte y algún chiste fácil siempre es adecuado para romper el hielo. 
“Desde chiquito ya sabía hacer algún truco. Después, de adolescente, compré alguno más difícil, empecé a viajar y con lo que tenía me acercaba a las mesas y mostraba lo que sabía. Hasta que pude estudiar magia”, contó Alegrino para quien la magia es “una energía etérea, algo que no se toca y sobre lo que no tenés control, por eso me gusta tanto la magia”. 
Cuando se define como inventor no es una simple “descripción”, es una realidad que concreta patentando cada una de sus creaciones. Así fue que durante 10 años vivió de la “Besuqueira”, un sistema de “beso sopapa” que le colocaba a los peluches (inicialmente solo era una flor, por eso el nombre) y que subido a una bicicleta adornada supo vender en Buenos Aires, donde además había encontrado el amor y la estabilidad. 

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Martín Idoyaga, tiene 45 años, y todo sus pertenencias yacen en un Renault 6 que lleva el nombre de “Alegrimóvil”. Se define como mago, y transmisor de energía, pero a medida que la conversación avanza confiesa que además es inventor, master en Reiki y sabe de reflexología. 
Hace un año que está en Salta y es acá donde pasó a llamarse Alegrino, el mago. “Ya estaba grande para ser Alegrín”, dice. Con turbante, un cetro y una amplia sonrisa sorprende entre las mesas de algún bar, café, restaurante y prácticamente no da lugar a la negativa, su simpatía es más fuerte y algún chiste fácil siempre es adecuado para romper el hielo. 
“Desde chiquito ya sabía hacer algún truco. Después, de adolescente, compré alguno más difícil, empecé a viajar y con lo que tenía me acercaba a las mesas y mostraba lo que sabía. Hasta que pude estudiar magia”, contó Alegrino para quien la magia es “una energía etérea, algo que no se toca y sobre lo que no tenés control, por eso me gusta tanto la magia”. 
Cuando se define como inventor no es una simple “descripción”, es una realidad que concreta patentando cada una de sus creaciones. Así fue que durante 10 años vivió de la “Besuqueira”, un sistema de “beso sopapa” que le colocaba a los peluches (inicialmente solo era una flor, por eso el nombre) y que subido a una bicicleta adornada supo vender en Buenos Aires, donde además había encontrado el amor y la estabilidad. 

“Hace unos cuatro años que ya no camino con esa mujer, a la que le estoy muy agradecido, porque durante 10 años me sentí amado, pero terminó”, relató el mago que atrás dejó el amor, la monotonía y Buenos Aires para salir rumbo a Córdoba, regaló los peluches y todos sus bienes. 
Ya con el turbante, un chaleco y el cetro, el mago empezó a manifestarse, aunque en realidad fue retomar su álter ego que había dejado en espera por el emprendimiento. 
“Soy un creativo. De hecho tengo más inventos que me ofrecieron desarrollarlos, pero hay que ponerle tiempo y no estoy dispuesto porque para mi la vida es muy corta y hermosa, entonces cada día es muy valioso y hago todo lo que más me gusta. Tal vez podría hacer mucha plata con los inventos, pero decidí soltar todo... el día de mañana, si tengo mucho tiempo de más, lo haré y me dedicaré a ellos”, definió.

 

Estos son los últimos días en Salta de este personaje que le hace honor a su nombre. Pronto seguirá con su viaje rumbo a México, a donde tal vez llegue en dos o tres años, porque no tiene apuro y piensa pasarla muy bien en cada lugar por el que pase. 
Por ahora el Alegrimóvil seguirá siendo la “renoleta”, que de a poco fue preparando y en la que lleva un colchón de dos plazas, anafe y hasta un sistema de ducha, además de la guitarra y las letras de sus canciones, porque también escribe, siempre para alegrar. 

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