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Bolsonaro en el centro de la escena

Martes, 12 de noviembre de 2019 00:00

El presidente brasileño Jair Bolsonaro se prepara para recibir en Brasilia a sus colegas de China, Xi Jinping, de Rusia, Vladimir Putin, de India, Narendra Modi, y de Sudáfrica, Cyril Ramaphosa, como anfitrión de la undécima reunión de jefes de Estado de los Brics, una asociación que reúne a los cinco mayores países emergentes que representan el 45% de la población y el 23% del producto bruto global. Dos de sus miembros, Rusia y China, tienen poder de veto en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y cuatro (China, India, Brasil y Rusia) figuran entre las primeras doce economías del mundo. Este bloque pretende proyectarse en el "Grupo de los 20" como la contrapartida del "Grupo de los Siete", integrado por Estados Unidos, Japón, Alemania, Gran Bretaña, Francia, Italia y Canadá, vanguardia del mundo altamente desarrollado. El Brics, nacido informalmente (sin Sudáfrica) en 2006, empezó a adquirir relevancia con la crisis internacional de 2008, cuando las naciones del G-7 acordaron impulsar un foro multilateral más amplio para garantizar la gobernabilidad económica mundial y relanzaron el "Grupo de los 20", creado en 1998 para afrontar la crisis financiera del sudeste asiático. La primera "reunión cumbre" de la entente tuvo lugar en Rusia en junio de 2009 y se repitió año tras año desde entonces. Los cuatro miembros fundadores del BRIC originario actuaron concertadamente para proponer algunas reformas en la arquitectura financiera internacional, acordes con el incremento del peso de las economías emergentes en el escenario global. Sudáfrica, un país de menor tamaño económico, fue incorporada oficialmente en 2011 para simbolizar una presencia formal del continente africano. El acrónimo constitutivo de la organización agregó entonces una "s" final.

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El presidente brasileño Jair Bolsonaro se prepara para recibir en Brasilia a sus colegas de China, Xi Jinping, de Rusia, Vladimir Putin, de India, Narendra Modi, y de Sudáfrica, Cyril Ramaphosa, como anfitrión de la undécima reunión de jefes de Estado de los Brics, una asociación que reúne a los cinco mayores países emergentes que representan el 45% de la población y el 23% del producto bruto global. Dos de sus miembros, Rusia y China, tienen poder de veto en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y cuatro (China, India, Brasil y Rusia) figuran entre las primeras doce economías del mundo. Este bloque pretende proyectarse en el "Grupo de los 20" como la contrapartida del "Grupo de los Siete", integrado por Estados Unidos, Japón, Alemania, Gran Bretaña, Francia, Italia y Canadá, vanguardia del mundo altamente desarrollado. El Brics, nacido informalmente (sin Sudáfrica) en 2006, empezó a adquirir relevancia con la crisis internacional de 2008, cuando las naciones del G-7 acordaron impulsar un foro multilateral más amplio para garantizar la gobernabilidad económica mundial y relanzaron el "Grupo de los 20", creado en 1998 para afrontar la crisis financiera del sudeste asiático. La primera "reunión cumbre" de la entente tuvo lugar en Rusia en junio de 2009 y se repitió año tras año desde entonces. Los cuatro miembros fundadores del BRIC originario actuaron concertadamente para proponer algunas reformas en la arquitectura financiera internacional, acordes con el incremento del peso de las economías emergentes en el escenario global. Sudáfrica, un país de menor tamaño económico, fue incorporada oficialmente en 2011 para simbolizar una presencia formal del continente africano. El acrónimo constitutivo de la organización agregó entonces una "s" final.

En 2010, el bloque logró la aprobación de una reforma de distribución de las cuotas de participación dentro del Fondo Monetario Internacional. Pero su éxito más significativo fue la creación del Nuevo Banco de Desarrollo (NDB), fundado en 2014, con un capital inicial de 50.000 millones de dólares, como una institución financiera orientada a apoyar la realización de proyectos de infraestructura de los países miembros y otras naciones en desarrollo. En la práctica, el NDB compite con el Banco Mundial.

El nuevo eje Beijing Moscú

Desde el punto de vista geopolítico, el eje de poder de los Brics es el vínculo estratégico establecido entre China y Rusia. China, erigida en la nueva superpotencia desafiante, busca alianzas para reducir la supremacía abrumadora de EEUU en el tablero del ajedrez mundial. Rusia, bajo la férrea mano de Putin, busca recuperar un rol protagónico en la política mundial que deje atrás la etapa de humillación nacional que significó la derrota soviética en la "guerra fría" patentizada en 1991 con la disolución de la URSS.

La antigua rivalidad entre Beijing y Moscú ha pasado a un modesto segundo plano. Xi Jinping y Putin aseguran que esas relaciones están en "sus mejores momentos". Ese acercamiento tuvo un salto cualitativo en 2014, con motivo de las sanciones occidentales contra Rusia por la intervención del Kremlin en la crisis en Ucrania y la anexión de la península de Crimea.

En los últimos años, China se ha convertido para Rusia en su principal socio comercial. En 2018, el volumen del intercambio comercial entre ambos países trepó a 107.000 millones de dólares, un 27,1% mayor que en 2017. Pero Rusia todavía es apenas el décimo comprador de productos chinos. En 2017, las compras rusas sólo alcanzaron el 1,8% de las ventas externas del coloso asiático, de las cuales el 20% fue a Estados Unidos. A su vez, las ventas rusas a China están concentradas en petróleo crudo, gas y carbón.

Esas cifras podrían duplicarse en un futuro cercano. Rusia se ha transformado en uno de los principales exportadores de productos agrícolas. La revista "China", portavoz oficioso del gobierno de Beijing, afirmó: "Es imprescindible fortalecer la cooperación entre China y Rusia en materia de producciones agrícolas. En la actualidad, la guerra comercial entre China y Estados Unidos evidencia una tendencia a la ampliación y también se agudizan las sanciones comerciales de Estados Unidos contra Rusia. Esto le otorga a ambos países un poderoso impulso para la cooperación comercial bilateral y en especial para la cooperación en materia de producciones agropecuarias".

China y Brasil

Si Xi Jinping y Putin tuvieron que dejar atrás ancestrales rivalidades geopolíticas para avanzar en el terreno de la cooperación recíproca, Bolsonaro debió realizar un gigantesco esfuerzo de autocontención para revisar sus antiguos preconceptos y, en un significativo gesto de "realpolitik", reconocer que el estrecho vínculo con China iniciado durante el gobierno de Lula es para Brasil una necesidad impuesta por las circunstancias.

 En ese ejercicio, puso también a prueba los límites de su alianza estratégica con Estados Unidos, que es la piedra angular de la nueva política exterior brasileña.
“China no compra en Brasil. China está comprando Brasil”, denunciaba un año atrás Bolsonaro en su campaña electoral. Esas prevenciones quedaron archivadas a fin de octubre pasado cuando el mandatario brasileño visitó Beijing y se estrechó en un abrazo con Xi Jinping, quien ahora se apresta a visitar Brasilia.
En mayo, el vicepresidente Hamilton Mourao ya había allanado el camino para ese acercamiento cuando visitó Beijing y dialogó con Xi Jinping, quien edulcoró los oídos de su interlocutor al señalar que “China y Brasil son los dos países en desarrollo más grandes de Oriente y Occidente”.
Desde 2009, China se convirtió en el principal socio comercial de Brasil.
En 2018 el intercambio bilateral ascendió a 98.900 millones de dólares, una cifra casi equivalente al volumen del comercio entre China y Rusia. En ese lapso, China invirtió en Brasil alrededor de 70.000 millones de dólares, la mayor parte en los sectores de energía e infraestructura.
En la financiación de esos proyectos, juega un papel importante el banco de los Brics.
El canciller brasileño, Ernesto Araujo, otro halcón antichino reconvertido, explicó que “en China hay un gran interés en invertir en la infraestructura brasileña porque básicamente son proyectos que facilitan las exportaciones brasileñas hacia China”. China se apresta a participar activamente en la privatización de empresas estatales lanzada por Bolsonaro.
En esta reunión de los Brics, Bolsonaro tendrá que sortear el escollo político de la crisis venezolana. Salvo Brasil, todos los países del Brics reconocen, y en el caso de Rusia apoya activamente, al régimen de Nicolás Maduro. La respuesta a este intríngulis permitirá demostrar hasta qué punto su gobierno está dispuesto a subordinar las diferencias ideológicas a las realidades propias de las relaciones internacionales. Esto ayudará también a develar la inquietante incógnita que rodea al futuro de las relaciones de Brasil con la Argentina.

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