Un siglo atrás un inmigrante griego que había vivido en los Estados Unidos instaló un bar para que "los gringos" que trabajaban en la ESSO y en la Standard Oil Company tuvieran un lugar para sentirse como en su tierra. Lo llamó Hollywood, el mejor nombre que pudo encontrar para el lugar que abrió en el pueblo de calles de tierra, rememorando sus años en Estados Unidos, ese país que le abrió las puertas cuando su espíritu aventurero y seguramente la necesidad de una vida mejor no lo dejaba permanecer por en Grecia, su tierra natal.
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Un siglo atrás un inmigrante griego que había vivido en los Estados Unidos instaló un bar para que "los gringos" que trabajaban en la ESSO y en la Standard Oil Company tuvieran un lugar para sentirse como en su tierra. Lo llamó Hollywood, el mejor nombre que pudo encontrar para el lugar que abrió en el pueblo de calles de tierra, rememorando sus años en Estados Unidos, ese país que le abrió las puertas cuando su espíritu aventurero y seguramente la necesidad de una vida mejor no lo dejaba permanecer por en Grecia, su tierra natal.
Elías Katsinis había vivido desde su adolescencia en EEUU con un tío que, como él mismo, había llegado desde Grecia y con quien apenas pisó tierra norteamericana comenzó a trabajar sin pausa, sin descanso como lo hacía cualquier inmigrante de aquellos tiempos.
En esa tierra en la que todo estaba por hacerse, junto a uno de sus primos de su misma edad instalaron un bar, un verdadero golazo para la época que -para las ambiciones de aquellos tiempos que no eran tantas como ahora- le aseguraban una buena calidad de vida.
De tanto en tanto, solía volver en barco a Grecia, un lujo que podía darse. En uno de esos viajes de regreso a su patria conoció a Catalina Masheras, una joven nacida en un pequeño pueblito. Corría el año 1923 cuando Elías y Catalina se casaron y por esas cosas del destino no se fueron a residir en el país del norte sino que eligieron como nuevo destino la Argentina y 28 días más tarde de partir de Grecia arribaban en barco al puerto de Buenos Aires; la pareja permaneció algunos días en la gran ciudad hospedados en un hotel perteneciente a otro inmigrante griego y luego emprendieron su viaje hacia el norte. Su decisión de viajar al otro extremo del continente se explica por la razón que llegaba con trabajo seguro en la compañía ESSO, que ya tenía a su cargo la explotación de varios yacimientos del norte del país donde los esfuerzos ya estaba puestos en conseguir petróleo.
Había hecho sus contactos en Estados Unidos, por eso supo que en América del Sur la compañía había comenzado hacia algunos años sus primeras exploraciones.
Las pocas casas del pueblo que años más tarde comenzó a identificarse por el nombre de su estación, Manuela Pedraza, estaban ocupadas por los gringos que trabajaban en la ESSO, más precisamente a lo largo de un par de cuadras de lo que es hoy es la avenida 9 de Julio.
El ferrocarril en esos tiempos solo llegaba hasta General Ballivián (Pastor Senillosa, en aquellos años) y desde allí había que arreglárselas para llegar hasta Tartagal (o Manuela Pedraza), usando la siempre recordada "ruta del diablo", llamada así por sus pésimas condiciones.
El norte de Salta por esos años estaba siendo poblado lentamente por familias de inmigrantes, muchos de ellos de origen griego.
Elías y Catalina sabían que la zona había sido elegida por compatriotas y eso más el trabajo seguro hicieron que el matrimonio no dudara en radicarse en Tartagal. Claro que los nombres que más sonaban en esa época, algunos de los cuales ya comenzaban a dedicarse a la actividad comercial y maderera eran los de Pedro Roffini o Milanesi (italianos), Langoú (franceses), españoles, árabes y sirios.
Pero, al parecer, el trabajo en la ESSO le duró poco porque como lo había hecho en el país del norte Elías instaló uno de los primeros bares que hubo en el pueblo al que le puso el ostentoso y llamativo nombre de Hollywood.