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El curioso caso de la Argentina

Las verdaderas causas del estancamiento hay que buscarlas en diseños equivocados de política económica, erróneos o incompletos en el diagnóstico de la inflación que es el verdadero “cepo” de nuestra economía.
Viernes, 13 de diciembre de 2019 21:03

El curioso caso de Benjamin Buttom. Hace algunos años se estrenó una película titulada justamente así, “El curioso caso de Benjamin Button”, película en la que se proponía una impensada e imposible, en principio, historia de un hombre que en vez de crecer desde su nacimiento hacia su madurez y posterior ancianidad, recorría el camino inverso, volviéndose niño a partir de viejo, lo que, como los milagros, contradeciría las leyes de la naturaleza y específicamente de la termodinámica que sostiene que la entropía siempre aumenta, entendiendo la entropía como el grado de desorden molecular de un sistema, manifestándose la alta improbabilidad de que esta entropía se reduzca en el conocido hecho de que un cristal se rompe al caer, pero no se observa el fenómeno contrario, esto es, que un montón de vidrios rotos se reúnan dando forma a una copa y asciendan luego a un nivel superior.

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El curioso caso de Benjamin Buttom. Hace algunos años se estrenó una película titulada justamente así, “El curioso caso de Benjamin Button”, película en la que se proponía una impensada e imposible, en principio, historia de un hombre que en vez de crecer desde su nacimiento hacia su madurez y posterior ancianidad, recorría el camino inverso, volviéndose niño a partir de viejo, lo que, como los milagros, contradeciría las leyes de la naturaleza y específicamente de la termodinámica que sostiene que la entropía siempre aumenta, entendiendo la entropía como el grado de desorden molecular de un sistema, manifestándose la alta improbabilidad de que esta entropía se reduzca en el conocido hecho de que un cristal se rompe al caer, pero no se observa el fenómeno contrario, esto es, que un montón de vidrios rotos se reúnan dando forma a una copa y asciendan luego a un nivel superior.

Nuestros ortodoxos

En la Argentina se observa el “curioso caso” de que, en lugar de que el PBI aumente dando así la posibilidad de que una mayor dotación de bienes y servicios permita el acceso a ellos de quienes son carenciados o consiguen solamente unos pocos, ocurre todo lo contrario y el ingreso por habitante se mantiene estancado desde largas décadas atrás, a contramano de la gran mayoría de las naciones que, no sin dificultades por supuesto, han mejorado ostensiblemente su nivel de vida en comparación con la Argentina.

La ortodoxia económica, en una de sus posturas más extremas, sostiene que estos retrocesos se deben a “shocks tecnológicos negativos”, entendiendo por tales el fenómeno inverso a lo que se observa en general, que es el avance tecnológico puesto de manifiesto, por ejemplo, en los aviones a reacción en comparación a aquellos movidos por motores de combustión interna similares a los de los automóviles, o los teléfonos móviles respecto de los “fijos”, y así sucesivamente, siendo esta característica general la que hace que las economías crezcan y logren así mejorar la calidad de vida de las personas al producir y poner a disposición de la población más y mejores bienes y servicios.

Por el contrario, cuando la tecnología opera en reversa para emplear un vocablo del agrado de los ufólogos, se produciría la caída del PBI y por arrastre, del empleo, con todas las consecuencias negativas sobre la economía que los argentinos conocemos muy bien.

La explicación de las crisis conforme esta hipótesis de “shocks tecnológicos negativos” no puede dejar de despertar asombro, como seguramente lo habrá experimentado el amigo lector, porque, en efecto -y salvo situaciones excepcionales como la del antiguo Egipto en que las pirámides tecnológicamente más elaboradas fueron construidas “antes” que las posteriores más simples- en general no se verifica en ninguna economía que la tecnología sea regresiva, esto es, que se modifique para peor la técnica que se emplea para producir.

Aviones y economía

Dicho de otra forma, los aviones van desde los biplanos con motores de combustión interna y hélices, a motores a reacción, y los teléfonos evolucionan desde los “fijos” a los inalámbricos, y no al revés.

 Por otra parte, las caídas que las economías experimentan en su PBI se explican sin necesidad de curiosos (además de inexistentes) “shocks tecnológicos negativos” y ocurren sencillamente porque los procesos productivos no se realizan mecánicamente asociando trabajo y equipos solamente, sino estos mismos recursos pero unidos a la “aptitud y disposición” de los empresarios, que Keynes llamaba “animal spirits”, expresión que puede traducirse, aplicada a los emprendedores, como “olfato empresarial o talento para los negocios”.

Consecuentemente, si estos “animal spirits” fallan porque los empresarios ven escenarios confusos u hostiles o simplemente falta de ventas, deciden producir menos y por lo tanto emplear también menos personas.

Claramente, no hacen falta “shocks tecnológicos negativos” de ningún tipo y no está de más señalar que, tal vez por aquello de que los extremos se tocan, la negativa de la ortodoxia en advertir el papel estratégico de los empresarios en el proceso productivo equivalente a negar la importancia de los cocineros en la elaboración de platos de comida, o el genio de un intérprete musical o actoral en la performance de una obra, coincide con el también desprecio de Marx a los empresarios que iban a ser descartados además de eliminados físicamente, llegado el caso - en la producción socialista, con el resultado de que los burócratas decidían por cuenta de las personas y así los excesos de producción debían ser enterrados para “cumplir los planes” en la antigua Unión Soviética, ya que la alternativa eran los “gulags” de Siberia.

Claramente, esto implicaba un desperdicio gigantesco de recursos porque las personas debían producir adicionalmente a escondidas lo que verdaderamente les gustaba, además de cumplir los horarios en las fábricas donde se producían bienes que nadie demandaba.

Regresiones egipcia

No obstante resultar claro que las economías no padecen estos “shocks tecnológicos negativos”, parece que en el caso de la Argentina el fracaso de las hipótesis ortodoxas para explicar la inflación reduciéndola a un elevado déficit fiscal solamente se vería compensado por el supuesto cumplimiento de estas regresiones que vendrían a explicar la decadencia de nuestra economía (una de cal y una de arena para la ortodoxia). En efecto, mientras, como se decía, en el mundo por regla general el PBI aumenta en forma ininterrumpida y lo hace por encima del crecimiento de la población con lo que el ingreso por habitante, que es el PBI dividido por la población, también crece en forma sistemática, en la Argentina este ingreso se mantiene prácticamente sin cambios desde hace largas décadas, lo que habilitaría a introducir la hipótesis ortodoxa de las “regresiones egipcias”, dicho con todo respeto a la nación pionera de nuestra historia.

Sin embargo, hay aquí una confusión en términos de relaciones causa - efecto porque las caídas en el nivel de actividad y su correlato con el empleo se deben, como también se ha señalado, a “fallas” en los “animal spirits”, vale decir, los empresarios no se sienten entusiasmados para producir e invertir porque la economía se muestra volátil, a la vez que los salarios pierden poder de compra frente a la inflación, o bien, en otras ocasiones, existe temor por medidas “antimercado” por parte del gobierno. Ante esto, se retrasan los avances tecnológicos y se vuelven obsoletos los equipos de capital, lo que daría a los ortodoxos extremos un pie para mostrarse triunfales en la corroboración de sus hipótesis. No obstante, como se destacaba recientemente, las verdaderas causas del estancamiento de la economía argentina hay que buscarlas en diseños equivocados de política económica, sean éstos “antimercado” o porque son erróneos o al menos incompletos en el diagnóstico de la inflación que es el verdadero “cepo” de nuestra economía. l nuevo gobierno de la Argentina tiene la oportunidad de dejar atrás estas “banquinas” y prestar atención a la realidad aplicando sentido común más que adhesiones a ortodoxias varias o bien a relatos que en este caso sí son claramente del tipo de “shocks negativos” por lo irreales y obsoletos. Sin duda, los argentinos, más allá de nuestros errores, nos merecemos algo más que vaivenes desde una a otra banquina, vaivenes que sólo nos han conducido a mantenernos rezagados y, por supuesto, “en permanente shock”.

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