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La misión científica Créqui - Montfort

Lunes, 11 de febrero de 2019 00:00

A partir del siglo XVIII comienzan a llegar a la América meridional una serie de misiones científicas, sea españolas como de otros países europeos.

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A partir del siglo XVIII comienzan a llegar a la América meridional una serie de misiones científicas, sea españolas como de otros países europeos.

A vuelo de pájaro vale recordar la misión francesa de 1735 dirigida por La Condamine, que venía a medir un arco de meridiano en el Ecuador a fin de comprobar la hipótesis sobre la forma del globo que discutían Newton y los hermanos Cassini.

Los españoles le pusieron a la par sus propios barcos con Jorge Juan y Satancilia y Antonio de Ulloa como oficiales del rey. La expedición Malaspina de 1789, en la que venía el checo Tadeo Haenke, quien finalmente se quedó y murió en Bolivia. La expedición de Humboldt y Bonpland en 1799, que estudió los altos volcanes de Ecuador y navegó los ríos amazónicos. La expedición del Beagle en 1831, de Fitz Roy y Darwin, que habría de cambiar la historia de la biología, entre otras.

A principios del siglo XX llegaron dos misiones científicas que desarrollaron una importante actividad en los Andes Centrales y el noroeste argentino. La misión sueca del barón Erland Nordenskiold y el conde Eric von Rosen en 1901 y la misión francesa de Créqui-Montfort y Sénéchal de La Grange en 1903.

Ambas misiones estaban conformadas por miembros de la nobleza y la alta burguesía europeas. Para entonces los mecenazgos y filantropías con fines científicos eran una especie de moda, aunque muchas veces se mezclaron los intereses académicos con otros políticos o económicos. La masonería jugó a su vez un papel importante. Baste como ejemplo la conexión Humboldt, Bolívar, Jefferson y su rol en la independencia de las naciones americanas.

Una obra fundamental

La mayoría de las expediciones nombradas y, muchas otras por el estilo, son famosas y cuentan con cientos de publicaciones, estudios y análisis académicos. No ocurre lo mismo con la misión Créqui-Montfort, que quedó relegada al olvido a pesar de la importante obra realizada.

El líder de la misión fue el marqués Henri-Marie-Georges Le Compasseur Créqui-Montfort Courtivron (1877-

1966), quien se destacó como explorador, antropólogo, militar, diplomático, empresario y tirador deportivo francés. Estuvo acompañado por Eugene Sénéchal de Lagrange como segundo jefe. La otra docena de miembros de la expedición eran reconocidos científicos franceses especialistas en el amplio campo de las ciencias naturales, así como arqueólogos, antropólogos y cartógrafos. También participó y realizó un trabajo monumental el sueco Eric Boman, que ya había visitado el noroeste argentino en la expedición de la nobleza sueca de 1901.

La expedición se dividió en varios grupos, duró entre uno y dos años y al regresar a París se comenzaron a publicar los resultados, que sumaron una obra enciclopédica de 12 volúmenes; algunos de ellos de varios tomos, y escrita en francés en su totalidad. Todos fueron publicados por la Imprenta Nacional de París (librería H. Le Soudier).

En los Andes centrales

Los expedicionarios partieron de Francia en el vapor Amazonas el 3 de abril de 1903. Cruzaron el Atlántico hasta Buenos Aires y luego atravesaron la pampa, traspasaron la alta cordillera de los Andes mendocinos hasta Chile y se embarcaron nuevamente en Valparaíso en el vapor Loa, que los llevó hasta Antofagasta.

Desde allí comenzaría el viaje de estudio para alcanzar las cumbres volcánicas y estudiar el ambiente de los Andes Centrales de Perú, Chile, Bolivia y Argentina.

En el plan estaba investigar la flora y la fauna, las rocas y minerales, las minas en explotación, los lagos y salares, los yacimientos arqueológicos, los pueblos andinos y sus lenguas, la meteorología, entre otros temas.

Algo de ese trabajo lo había hecho en soledad otro francés, el sabio Alcides D'Orbigny, en la década de 1820, quien es también autor de una obra monumental sobre América del Sur. La mayor parte de la obra de la misión Créqui-Montfort se publicó entre 1904 y 1908, pero siguieron saliendo volúmenes hasta 1914, en que al parecer se interrumpieron por la Primera Guerra Mundial, donde el propio marqués Créqui Montfort tuvo un rol destacado que le valió condecoraciones como la "Cruz de Guerra", entre otras.

Los lagos y el litio

El primer reporte de la misión, bajo la autoría de sus jefes, apareció en París en 1904. En 1906 se publica el enjundioso trabajo sobre los lagos del Altiplano boliviano que firman el Dr. Maurice Neveu-Lemaire (1872-1951) y al que acompañan como coautores A. Bavay, E.-A. Birge, E. Chevreux, G. Marsh, J. Pellegrin y Julien Thoulet, todos ellos reconocidos científicos. Enfocaron el estudio en los lagos Poopó y Titicaca, tomando medidas de profundidad para hacer cartas batimétricas e investigaciones sobre la química de las aguas, la flora y fauna, la naturaleza del fondo de los lagos, topografía, cartografía, etcétera.

Lo más llamativo es la mención de litio en el lago Poopó, lo que tal vez constituya la primera cita de litio en los ambientes salinos y lacustres del Altiplano.

En 1907 se publicó el tomo correspondiente a los estudios geológicos que estuvieron a cargo de Georges Courty (18751953), geólogo, arqueólogo y naturalista francés del Museo de Historia Natural de París. Courty desarrolló en 210 páginas lo principal de sus observaciones sobre las rocas, minerales, fósiles, minas en explotación, géiseres, salinas, depósitos de boratos, etcétera. Además agregó mediciones meteorológicas y logró la primera ascensión del volcán San Pedro (6145 m). El presidente José M. Pando, de Bolivia, le encomendó realizar excavaciones en Tiahuanaco.

Durante tres meses Courty junto a Adrien de Mortillet (1853-1931) realizaron trabajo de campo y excavaciones en el "Montículo de Akapana", el "Templo Sumergido", el "Kalasasaya" y las estructuras de Chunchukala y Putuni, lo que resultó en el desenterramiento de más de 1.400 piezas arqueológicas. Esas investigaciones quedaron inéditas.

También resulta esencial el trabajo realizado por el antropólogo francés Dr. Arthur Chervin (1850-1921), quien publica una “Antropología boliviana” en tres tomos, entre 1907 y 1908, que supera las mil páginas de texto; más láminas, figuras y fotografías. 

 Cartografía

El tomo I contiene los estudios sobre Etnología, Demografía y Fotografía Métrica; el tomo II los de Antropometría y el tomo III los de Craneología. Otro aporte trascendente corresponde a la cartografía realizada en sumo detalle por el francés Victor Huot. Excelentes mapas a colores de los Andes Centrales y de los recorridos de la expedición, incluyendo muchos croquis y bosquejos, se deben al trabajo artístico de este exquisito dibujante. Su investigación sobre la geografía de las altas mesetas andinas se publicó en 1908. También ese año se publicó otro de los volúmenes del Dr. Maurice Neveu-Lemaire, relativo a las cuestiones fisiológicas y médicas propias de vivir a más de 3.000 m de altura en el ambiente andino. En 1908 se publicaron los dos tomos de la obra de Eric Boman titulada: “Antigüedades de la región andina de la R. Argentina y el desierto de Atacama”. Boman realizó un aporte trascendental a la arqueología de Salta y Jujuy. A pesar de su importancia científica recién se tradujo al español por Delia Gómez Rubio y fue publicado en la Universidad Nacional de Jujuy en 1991 gracias al trabajo inmenso y silencioso del escritor Néstor Groppa. En 1911 se publicó el volumen sobre los mamíferos de los Andes Centrales, el que estuvo a cargo de Maurice Neveu-Lemaire y el zoólogo francés Guillaume Grandidier (1873-1957). En 1913 el jefe de la expedición Créqui-Montfort, junto al famoso investigador del hombre americano Paul Rivet, publicaron “Lingüística boliviana”, donde abordaron y compararon numerosas lenguas y dialectos. La última publicación fue en 1920 y estuvo referida al estudio de los mamíferos fósiles de Tarija, con descripción de los grandes animales de la megafauna pleistocena. El trabajo quedó a cargo de los paleontólogos franceses Marcellin Boule (1861-1942) y Armand Thevenin. 
Por la naturaleza de las investigaciones y las publicaciones realizadas la misión debió tener un costo millonario solventado por mecenas, filántropos y el gobierno francés. La lectura de los viejos tomos todavía depara agradables sorpresas sobre la naturaleza andina. 
 

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