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Chehda: "Hasta el más encumbrado de los jueces es solo un empleado"

El conocido letrado se acogerá al beneficio de la jubilación a partir del mes próximo. En esta nota repasó toda su carrera judicial, realizada en su querido pueblo natal.
Lunes, 18 de febrero de 2019 02:28

El 16 de noviembre del año 1978 los pueblos ubicados desde el río Bermejo hacia el norte, en los departamentos San Martín y Rivadavia, asistían a un hecho trascendental que ponía en un pie de igualdad en materia institucional al norte de la provincia, con la designación de cinco funcionarios judiciales, un número similar de empleados y un par de ordenanzas.

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El 16 de noviembre del año 1978 los pueblos ubicados desde el río Bermejo hacia el norte, en los departamentos San Martín y Rivadavia, asistían a un hecho trascendental que ponía en un pie de igualdad en materia institucional al norte de la provincia, con la designación de cinco funcionarios judiciales, un número similar de empleados y un par de ordenanzas.

Con ese plantel iniciaba sus funciones el Distrito Judicial del Norte, circunscripción Tartagal. Las primeras oficinas que funcionaban en un antiguo hotel ubicado sobre la calle Rivadavia.

Para los habitantes de los dos departamentos fue un cambio rotundo y muy favorable. Cuando el trámite más sencillo que hasta ese momento debía realizarse en Orán, a 100 kilómetros de distancia de Tartagal, los tiempos de la Justicia para los habitantes de San Martín y Rivadavia eran interminables.

En ese reducido grupo de jóvenes que ingresaban al flamante Poder Judicial de Tartagal se encontraba Miguel Osvaldo Chehda, quien con 26 años de edad comenzaba a ejercer el cargo de secretario civil y comercial junto a María Vargas, una abogada oriunda de la localidad salteña de San Carlos.

Como juez fue designado Juan Antonio Cabral Duba, como fiscal el abogado del fuero local Aldo Ramón Hernández, en tanto la Defensoría Oficial quedó a cargo de Rosa Moschetti.

Toda la carrera en el norte

El jóven abogado tartagalense Chehda, hijo de don Miguel Chehda -un muy conocido árbitro de fútbol- vivía en Salta, pero su designación lo hizo regresar a Tartagal, donde realizó -en 40 años ininterrumpidos- toda la carrera judicial hasta llegar al máximo cargo jerárquico del distrito Tartagal, como integrante del Tribunal de Juicio de la Sala I, la ex Cámara del Crimen. Hoy Chehda se prepara para otro momento trascendente en su vida. El 28 de febrero será su último día de trabajo "como empleado del Poder Judicial, porque eso es lo que somos", reflexiona.

Al rememorar sus comienzos y los inicios del Poder Judicial en Tartagal explicó que "el secretario civil tiene un rol preponderante. Eramos novatos y por eso nos ayudábamos entre nosotros y tengo una gran reconocimiento al Dr. Adolfo Torino, quien en ese momento era el presidente de la Corte de Justicia, un hombre cabal, probo que tenía un vínculo con una familia de Tartagal y quería a este pueblo".

Aferrado a su pueblo

Miguel "El Negro" Chehda (como lo llaman sus allegados) es tartagalense y esa característica va mucho más allá del hecho de haber nacido en esta ciudad. Apenas recibido en la Universidad Nacional de Córdoba había decidido ejercer como abogado junto a otros letrados -un tanto mayores que él- como Manuel Santiago Godoy, Abraham Antonio "Shuty" Restom y Osvaldo Salum, en la ciudad de Salta, pero su designación con ese primer cargo de secretario lo aferró a su pueblo de tal manera que, como él mismo lo reconoce, nunca más hizo el intento de irse a otro distrito, donde las cosas siempre resultan un poco más sencillas para cualquier profesional u obrero por diferentes mo tivos.

Sus años como magistrado le han dado una experiencia tan vasta que cualquiera que lo escuche hablar termina por creer que la tarea que desempeña -en definitiva como garante de los derechos constitucionales- la podría ejercer cualquiera y sin tanto esfuerzo, cuando en realidad requiere de interminables horas de estudio, de prudencia, disciplina, de sentido común en la búsqueda constante de propiciar el orden y la concordia entre los integrantes de una comunidad.

Su filosofía de trabajo

A Chehda le gusta la frase "sentido común" y la repite en varios tramos de la entrevista, porque quizás así sintetiza la filosofía de trabajo que aplicó en 40 años de desempeño en funciones como juez de Menores, Correccional, de Instrucción, de Ejecución y Sentencia y como camarista. Años en que en muchas ocasiones debió decidir sobre el valor más preciado: la libertad.

Después se desempeñó como defensor civil "tan importante, al punto que yo sugeriría que quien quiere hacer la carrera judicial debería comenzar con ese cargo, por ese contacto permanente con la gente, lo que enseña mucho", consideró.

El cargo que le siguió fue el de juez Correccional y de Menores con competencia única, en el que Chehda se encontró con una problemática vasta. "El de los Menores es un tema tan serio que se baja la imputabilidad pero nunca termina por resolverse, porque requiere un gran debate y tarea legislativa", dijo.

A ese cargo que ejerció por una década le siguieron las suplencias en el Juzgado de Instrucción Penal por más de 5 años, superpuestas con su cargo de juez de menores y correccional, "y creo que desde ahí proviene mi hipertensión, porque seguro no lo supe llevar en relación a mi salud", expresó.

  El gran orgullo del juez Chehda es haber participado del proceso de creación de la Ciudad Judicial de Tartagal.

Su orgullo, la Ciudad Judicial 

Chedha, en su mesura, no lo dice, pero cuando se le pregunta por el complejo judicial de Tartagal se lo escucha orgulloso, porque en el fondo sabe que como representante de los magistrados de este distrito -cargo que ejerció por más de 25 años- fue el gran artífice de la construcción del edificio público más importante que tiene el departamento; de hecho hasta el Juzgado Federal funciona en el mismo edificio. 
Años antes consiguió para Tartagal el predio y la posterior construcción de la delegación local de los magistrados, la concresión del barrio judicial, donde residen magistrados y empleados, y la creación de la Cámara del Crimen en 2008.
“La provincia alquilaba 12 casas desperdigadas por todo Tartagal; a la gente se la citaba por una causa y no sabía adónde dirigirse, era un trastorno. Por eso creo que haber ayudado para la construcción del complejo judicial de Tartagal fue la culminación de mi mandato como delegado. Pero me ayudaron las Dras. Lorena Babicz y Griselda Nieto, el Dr. Pedro Guillén, que nos dio una     mano”.
 

 

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