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La rebeldía de la libertad y la justicia

Viernes, 08 de febrero de 2019 02:09

El general don Martín Miguel de Güemes, padre de la identidad nacional argentina, fue no solamente un líder político elegido en forma plebiscitaria como gobernador de Salta, un 6 de mayo de 1815, sino, además, el conductor militar de un gesta impar en la independencia argentina como fue la Guerra Gaucha.

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El general don Martín Miguel de Güemes, padre de la identidad nacional argentina, fue no solamente un líder político elegido en forma plebiscitaria como gobernador de Salta, un 6 de mayo de 1815, sino, además, el conductor militar de un gesta impar en la independencia argentina como fue la Guerra Gaucha.

Fue el único general argentino muerto en combate y un militar misericordioso que jamás fusiló a enemigo alguno ni permitió vejámenes ni torturas. Los honores ni las riquezas no eran prioritarios para Martín Güemes; lo que movilizaba su espíritu insurrecto era su sentido de la libertad y la fundación de un estado confederativo e igualitario. Sin embargo, con su muerte ese proyecto geopolítico que hubiese significado un giro copernicano en la organización política de nuestro país quedó trunco.
Fue ferozmente combatido y resistido por una elite denominada la Patria Nueva, que en contubernio con el presidente de la denominada República del Tucumán, el astuto Bernabé Aráoz, más los contactos de estos son su acérrimo enemigo Pedro Antonio Olañeta, jefe español afincado en Jujuy, quien había amasado una enorme fortuna merced al contrabando, urdieron una tenebrosa conspiración para asesinarlo. Con la muerte de Güemes se sepultó la dignidad de un líder incomparable y la esperanza de todo un pueblo. Durante más de setenta años estuvo silenciado en Salta. Parecía como si su nombre fuese un oprobio. Primero Dalmacio Vélez Sarsfield y luego Juan Bautista Alberdi lo reivindicaron ante la historia. Hasta que en el centenario de su muerte el gobernador Joaquín Castellanos dispuso una semana de homenajes, promulgó la ley Güemes de derechos sociales de los trabajadores en su honor y a él le siguieron Benita Campos, Bernardo Frías, con una obra incomparable sobre su tiempo, Atilio Cornejo, autor de otra historia y numen de la creación del Instituto Güemesiano y la Academia Güemesiana de Salta, Luis Oscar Colmenares, entre otros que continuaron esa virtuosa senda. Castellanos lo definió con maestría: el más salteño de los argentinos y el más argentino de los salteños. Un siglo y diez años fueron necesarios para la erección de ese magnífico pedestal de piedra desde el cual mira el futuro venturoso de la Patria con una mano puesta como visera divisando el occidente.
Los salteños deberíamos aunar esfuerzos para que el 17 de junio de 2021 sea una fiesta inolvidable para toda la Nación Argentina. Un diminuto cenáculo inspirado por un pequeño demiurgo parece haberse apropiado de la figura del prócer y lo reinventó, pretendiendo modificar a su antojo la magnificencia de sus proezas y relatando otra historia, como si Güemes hubiese encarnado a un personaje de un conservadurismo ultramontano, cuando fue un revolucionario de avanzada con una visión que alcanzó los ribetes de una epopeya incomparable. 
 Esa visión sesgada y minúscula, más nimias rencillas y la vacuidad con la que se juzga a la investigación científica más seria y al pensamiento libre, impide que la figura de Martín Güemes se explaye en las currículas educativas. Para ello deberían deponerse procederes expulsivos de académicos comprometidos, de estudiosos responsables y de quienes buscamos que la grandeza del legado del héroe de los salteños sea patrimonio común de todos los argentinos. Eso sí con la verdad como premisa, porque ella reside en el acuerdo entre las palabras y los actos.
(Fragmento)
 

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