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La poesía se convirtió en copla y el sueño de Adriana se hizo realidad

De pequeña figura, rasgos autóctonos y pelo negro azabache, cautiva con su voz firme y enamora con su sonrisa, mientras canta apasionadamente picarescas coplas.
Lunes, 18 de marzo de 2019 02:18

Adriana la coplera es una mujer de 52 años de edad, madre de cuatro hijos y abuela de cinco nietos "y uno por nacer", remarca orgullosa.

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Adriana la coplera es una mujer de 52 años de edad, madre de cuatro hijos y abuela de cinco nietos "y uno por nacer", remarca orgullosa.

Sus amigos la definen como "Adriana la de los abrazos sanadores", quizás porque su sonrisa contagiosa, optimismo y abrazos sinceros llevan paz a cada persona que se le cruza por la calles.

Si bien la vida fue bastante dura, ella solo se queda con aquellos recuerdos que la hacen feliz. Nació en el seno de una familia muy humilde en la ciudad de Orán, descendiente de bolivianos y aborígenes. "Todo lo que soy, es gracias a mi mamá, ella cocinaba para más de 200 personas, lavaba ropa, vendía pan, arreglaba ropa, mientras copleaba, quizás para sobrellevar la pobreza que la obligaba a dormir solo cuatro horas por día para cumplir todas sus responsabilidades, al igual que mi abuelo", recuerda aún apenada por haberla perdido hace un año y medio.

Desde pequeña Adriana trabajó como empleada doméstica de familias muy distinguidas de la ciudad de Orán. "Tenía once años y sabía limpiar, lavar y cocinar, y doña Nelly Bachur y don Nino Autiero me trataban como a una hija, pocos años después me convertí en empleada de la tienda", dijo.

Pasaron los años y la coplera se casó, tuvo cuatro hijos; tiempo después el matrimonio no funcionó y buscó, como muchos provincianos, probar suerte en Buenos Aires. "Me fui sola con mis cuatro hijos, trabajaba todo el día y los sábados compartíamos peñas donde podía cantar y bailar folclore. Sin dudas coplear me llevaba imaginariamente a mi infancia, a mis pagos, cerca de mi madre. También en Buenos Aires me encontré con gente maravillosa, pude hacer mi casa de material y se la regalé a mi hija mayor. Después de 20 años en la gran ciudad volví a Pichanal para acompañar los últimos años de mi madre, pero vino junto a su compañero de la vida Jorge, que la siguió hasta el norte en el 2014".

Hoy vive en una humilde casita rodeada de sus afectos, en el asentamiento Matadero en Pichanal, y repitiendo un poco la historia de su madre, vende comida viernes, sábados y domingos, y le brinda amor y contención no solo a los niños de la barriada, sino también a los perros callejeros y gatos, que recupera y luego entrega en adopción.

"Heredé el amor por la copla"

"Heredé de mi madre el amor por las coplas, toda la vida sentí como ella cantaba, sobre todo, al final de su vida. Solamente se acordaba de una sola copla pícara, porque cuando le daba sueño comenzaba a entonarla. Fue la única rima que nunca olvidó, quizá porque la cantaba también su padre, mientras cuidaba las ovejas de la familia. Decía así: "Sueño tengo dormir quiero / Tendé la cama y duermamo / Y si viene tu marido / Decile que soy tu hermano".

Cantó con la caja en la mano y el llanto atragantado recordando a quien le enseñó tanto.

Hace dos años, Adriana sufrió un ACV, por lo que ahora se ve obligada a escribir las letras, porque le cuesta coordinar si quiere improvisar.

Uno de sus sueños es subir a un gran escenario y que su madre la escuche desde el cielo, y aunque es su materia pendiente, se da el gusto algún fin de semana en las fiestas familiares, campo adentro.

Su máxima inspiración

Compartió con su madre los últimos tres años y medio. "Me empaché de sus abrazos, de coplear juntas, y eso me dejó una paz increíble. La caja de mi mamá se fue con ella, como corresponde. Y cuando yo me muera quiero que también me entierren con mi caja", afirmó.

"Mi máxima inspiración fueron mi madre y luego la señora Mariana Carrizo. Soy su admiradora total. La gran señora Mariana Carrizo, divina mujer, es humilde, aunque es mi sueño conocerla, no la conozco personalmente", expresó Adriana, sin sospechar lo que pronto iba a suceder.

Una llamada emocionante

Mientras Adriana explicaba que para ella “la copla refleja la vida cotidiana”, desde las situaciones más alegres hasta las sensuales, el sonido del celular del periodista de El Tribuno cortó por un instante la entrevista y la emoción embargó a todos los presentes a través de una videollamada.
Atónita, Adriana la reconoció inmediatamente y entre lágrimas y llanto dijo: Hola Mariana Carrizo, mi diosa, me salta el corazón, no lo puedo creer, te amo, ahora tengo el gusto de verte, algún día te voy a conocer personalmente”.
“Gracias a mi mamá que está en el cielo, porque sé que ella tiene mucho que ver con esto!”, agregó


La coplera de Pichanal aprovechó la oportunidad, la invitó a ponerse de pie para coplearle, “aunque tengo cerrada la garganta”, a lo que la artista le respondió “llorando también se canta”, llevándole una cuota de tranquilidad. 
Para usted, Mariana Carrizo / Yo no sé cómo empezar, / Tengo el honor de coplearle / Me llena de felicidad. / Quiero que sepas Mariana / Improvisadora de ley / yo soy su admiradora / La quiero mucho también / No la conozco en persona / No tengo el gusto todavía / Pero si Dios lo permite / La conoceré algún día / Cante, cante Mariana Carrizo / Coplas no le han de faltar / Tampoco amor ni trabajo / y mucha felicidad”, dijo entre lágrimas.
 

 

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