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Magdalena de Arco vuelve a Salta y lanza “De alma y letra”

Lo presentará el próximo viernes, a las 19, en el Museo de la Ciudad Casa de Hernández (Florida 97).
Miércoles, 20 de marzo de 2019 18:47

El próximo viernes, a las 19, en el Museo de la Ciudad Casa de Hernández (Florida 97) se presentará el libro “De alma y letra”, de Magdalena de Arco. En 35 poemas, ordenados alfabéticamente, la autora recurre a la voz como imagen de un itinerario de pistas que el lector debe seguir para hallar “su alma y letra”. 
Sin dudas, la voz es ella misma con una fuerte presencia de la reflexión poética. Magdalena pone a funcionar a través de su hablante lírico el mecanismo de la memoria de sus cosas amadas en una senda que no va hacia otro sitio que al reencuentro. Y esta publicación coincide con su regreso a Salta después de haber vivido en Junín, donde formó su familia y la aguardan tres hijos y cuatro nietos. 
Magdalena es hija de Salvador de Arco y Zaida Prada. “Me crié en una casa llena de músicos, de libros, de encuentros de la bohemia salteña, porque mi padre era un gran lector y a mi madre le gustaban mucho la música y la danza”, prologa. Justamente son unos versos a Manuel J. Castilla los que actúan como vaso comunicante entre la infancia estimulada hacia la cultura y la vocación actual e irrenunciable de la poesía. 
“¿Qué te inspiró, Manuel, aquella noche/ en que escribiste lo que yo necesitaba? (...)/ ¿Anochecía... atardecía... amanecía?/ ¿Cómo llegó la gloria a tu palabra?/ ¿Por qué caminaste entre las letras/ subrayando el sentido de las almas?”. 
Y también ella, como Castilla, eligió para sí el destino de habitar en ese mundo “en el que todo brota de la nada”, en esa “primavera” de flores y hojas perennes, sempiterna como la voluntad con que el lector se aventura a ponerle el cuerpo a la experiencia de un poema.
“Me negaba a editar, pero ahora de vuelta en Salta todo fluyó para que naciera este pequeño libro de poemas que tiene que ver con los más básicos sentimientos del ser humano y también con la tierra, con Salta, ya que viajo mucho por el interior y me inspira todo: la gente, los amigos, los encuentros, los paisajes... En realidad nunca sé de dónde viene la inspiración”, enumera con sencillez. Y su metapoética “Fulana” confirma esta ausencia de artificio y composición rigurosa. 
“Yo soy una fulana/, a la que le gusta escribir/ como una forma de hablar/ sin levantar la perdiz. (...) Los versos no tienen calma/ la bulla se hace sentir/ ese ruido no se calla/ es fuerte y debe salir”. 
Y a la crítica de poesía -cuya misión básica consiste en desplegar lo que la poesía repliega- ella advierte: “Siempre escribí desprolijamente, para revistas, periódicos, guiones para café concert vanguardistas, letras para canciones, que algunas ya son zambas y otras están en vías de ser tangos”.
Emocionada y palpitante ante la presentación del próximo viernes cuenta a El Tribuno: “Desde que volví vivo en estado de emoción permanente, reencontrándome con mis compañeras de la primaria que hice en el Colegio del Huerto y de la secundaria que cursé en el San Alfonso”.
Esos andares por la tierra propia le dieron materia para poemas como “Coyuyeando” o “Cafayateando” en cuyos títulos no es casual el uso de una forma verbal impersonal -el gerundio- que expresa simultaneidad o anterioridad de la acción con el tiempo en que se habla. En ambos asume una condición doble de no ser “de acá ni de allá”. “Soy la que vive lejos/ soy la que nunca se fue/ soy la que llora zambas/ y siempre quiere volver”. El mismo sentimiento presente en “Cafayateando”: “Y aunque ya me marche y aunque siempre vuelvo/ cuando estoy contigo no soy forastero/ soy parte del aire, soy piedra del suelo/ me pierdo en tu encanto, pero no me pierdo”. Y por ello el lector “realiza” cada poema de ella al interpretarlo en un acto supremo de lectura y se queda con resonancias del pasado que no rehúyen del presente.

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El próximo viernes, a las 19, en el Museo de la Ciudad Casa de Hernández (Florida 97) se presentará el libro “De alma y letra”, de Magdalena de Arco. En 35 poemas, ordenados alfabéticamente, la autora recurre a la voz como imagen de un itinerario de pistas que el lector debe seguir para hallar “su alma y letra”. 
Sin dudas, la voz es ella misma con una fuerte presencia de la reflexión poética. Magdalena pone a funcionar a través de su hablante lírico el mecanismo de la memoria de sus cosas amadas en una senda que no va hacia otro sitio que al reencuentro. Y esta publicación coincide con su regreso a Salta después de haber vivido en Junín, donde formó su familia y la aguardan tres hijos y cuatro nietos. 
Magdalena es hija de Salvador de Arco y Zaida Prada. “Me crié en una casa llena de músicos, de libros, de encuentros de la bohemia salteña, porque mi padre era un gran lector y a mi madre le gustaban mucho la música y la danza”, prologa. Justamente son unos versos a Manuel J. Castilla los que actúan como vaso comunicante entre la infancia estimulada hacia la cultura y la vocación actual e irrenunciable de la poesía. 
“¿Qué te inspiró, Manuel, aquella noche/ en que escribiste lo que yo necesitaba? (...)/ ¿Anochecía... atardecía... amanecía?/ ¿Cómo llegó la gloria a tu palabra?/ ¿Por qué caminaste entre las letras/ subrayando el sentido de las almas?”. 
Y también ella, como Castilla, eligió para sí el destino de habitar en ese mundo “en el que todo brota de la nada”, en esa “primavera” de flores y hojas perennes, sempiterna como la voluntad con que el lector se aventura a ponerle el cuerpo a la experiencia de un poema.
“Me negaba a editar, pero ahora de vuelta en Salta todo fluyó para que naciera este pequeño libro de poemas que tiene que ver con los más básicos sentimientos del ser humano y también con la tierra, con Salta, ya que viajo mucho por el interior y me inspira todo: la gente, los amigos, los encuentros, los paisajes... En realidad nunca sé de dónde viene la inspiración”, enumera con sencillez. Y su metapoética “Fulana” confirma esta ausencia de artificio y composición rigurosa. 
“Yo soy una fulana/, a la que le gusta escribir/ como una forma de hablar/ sin levantar la perdiz. (...) Los versos no tienen calma/ la bulla se hace sentir/ ese ruido no se calla/ es fuerte y debe salir”. 
Y a la crítica de poesía -cuya misión básica consiste en desplegar lo que la poesía repliega- ella advierte: “Siempre escribí desprolijamente, para revistas, periódicos, guiones para café concert vanguardistas, letras para canciones, que algunas ya son zambas y otras están en vías de ser tangos”.
Emocionada y palpitante ante la presentación del próximo viernes cuenta a El Tribuno: “Desde que volví vivo en estado de emoción permanente, reencontrándome con mis compañeras de la primaria que hice en el Colegio del Huerto y de la secundaria que cursé en el San Alfonso”.
Esos andares por la tierra propia le dieron materia para poemas como “Coyuyeando” o “Cafayateando” en cuyos títulos no es casual el uso de una forma verbal impersonal -el gerundio- que expresa simultaneidad o anterioridad de la acción con el tiempo en que se habla. En ambos asume una condición doble de no ser “de acá ni de allá”. “Soy la que vive lejos/ soy la que nunca se fue/ soy la que llora zambas/ y siempre quiere volver”. El mismo sentimiento presente en “Cafayateando”: “Y aunque ya me marche y aunque siempre vuelvo/ cuando estoy contigo no soy forastero/ soy parte del aire, soy piedra del suelo/ me pierdo en tu encanto, pero no me pierdo”. Y por ello el lector “realiza” cada poema de ella al interpretarlo en un acto supremo de lectura y se queda con resonancias del pasado que no rehúyen del presente.

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