Es entendible el dolor que invade a un futbolista en el momento de un descenso, más si quien lo sufre considera o cree que fue perjudicado por circunstancias externas, como el caso del arbitraje, al que señalaron los futbolistas en el final. O cuando viviste meses enteros en situación de angustia o desesperación, atravesando pesares como los que les tocó pasar a los jugadores de Juventud.
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Es entendible el dolor que invade a un futbolista en el momento de un descenso, más si quien lo sufre considera o cree que fue perjudicado por circunstancias externas, como el caso del arbitraje, al que señalaron los futbolistas en el final. O cuando viviste meses enteros en situación de angustia o desesperación, atravesando pesares como los que les tocó pasar a los jugadores de Juventud.
Pero de ninguna manera es justificable las agresiones, los golpes y los incidentes de quienes dicen ser profesionales y deben predicar con el ejemplo. Gustavo Ortiz, Diago Giménez y otros futbolistas más se trenzaron con los jugadores de San Martín de Formosa, que no hacían otra cosa que celebrar como un desahogo haber salvado la categoría.
Y mucho menos justificable la actitud de Claudio Acosta, que se metió a la zona de la tribuna para tirar piedras a dirigentes del club formoseño. invadido por la impotencia.