¿Quieres recibir notificaciones de alertas?

19°
24 de Abril,  Salta, Centro, Argentina
PUBLICIDAD

Israel, un nacionalismo en ascenso

Martes, 16 de abril de 2019 00:00

Su ajustada victoria electoral contra Benny Gantz, un exjefe del estado Mayor del Ejército que se presentó como candidato de una alianza centrista, abre camino al primer ministro Israelí, Benjamín Netanyahu, para su cuarta reelección consecutiva, un hecho inédito que le permite superar al frente del gobierno el récord del legendario líder laborista David Ben Gurión, fundador del Estado judío.

Alcanzaste el límite de notas gratuitas
inicia sesión o regístrate.
Alcanzaste el límite de notas gratuitas
Nota exclusiva debe suscribirse para poder verla

Su ajustada victoria electoral contra Benny Gantz, un exjefe del estado Mayor del Ejército que se presentó como candidato de una alianza centrista, abre camino al primer ministro Israelí, Benjamín Netanyahu, para su cuarta reelección consecutiva, un hecho inédito que le permite superar al frente del gobierno el récord del legendario líder laborista David Ben Gurión, fundador del Estado judío.

Con esta victoria, la coalición conservadora encabezada por Netanyahu está en condiciones de aprovechar a fondo la favorable coyuntura internacional abierta por el acceso de Donald Trump a la Casa Blanca para impulsar un vuelco decisivo en el histórico conflicto de Medio Oriente.

Por ese motivo, en sus últimos días de su campaña proselitista, el líder derechista, que logró sobrevivir airosamente a un sinfín de acusaciones de corrupción, anunció su determinación de avanzar hacia la anexión de Jerusalén Oriental y de Cisjordania, lo que en la práctica implicaría la liquidación de la fórmula de los "dos estados" para superar el conflicto.

Semanas antes de las elecciones Netanyahu fue recibido por Trump, quien reconoció la anexión por Israel de las alturas del Golán, en el límite con Siria, una zona de valor estratégico ocupada militarmente desde la guerra de 1967. Después de su encuentro con Trump, el líder israelí viajó a Moscú para dialogar con Vladimir Putin.

En esa búsqueda de reconocimiento internacional, Netanyahu recibió luego en Tel Aviv al presidente brasileño Jair Bolsonaro, quien al arribar al aeropuerto Ben Gurión empezó su discurso en idioma hebreo con las palabras "amo a Israel". Bolsonaro reiteró su intención de emular a Trump en el traslado de la sede de la embajada de su país a Jerusalén.

Sin prejuicios ideológicos, Netanyahu abrió una corriente de diálogo con la nueva derecha europea, con quien lo une una común preocupación por la expansión del Islam. A tal efecto, estableció una notable sintonía con Matteo Salvini, jefe de la Liga Nacional y "hombre fuerte" del actual gobierno italiano. Llegó a recibir en Tel Aviv al primer ministro húngaro, Víctor Orban, y a su colega polaco Mateusz Morawiecki, cuyos gobiernos son frecuentemente acusados de antisemitismo. En un artículo publicado en "Le Monde Diplomatique", Dominique Vidal explicó: "A Netanyahu no le importa el antisemitismo de sus nuevos amigos, siempre y cuando apoyen a Israel".

La máxima expresión de ese pragmatismo es el deshielo diplomático con Arabia Saudita, cuyo primer ministro, Mohammed Bin Salman, impulsa un viraje estratégico, centrado en la lucha contra la expansión del Irán chiíta. El ex Ministro de Defensa Israelí, Avigdor Lieberman, exhortó a constituir una "OTAN árabe".

Señaló que "ya es hora de organizar una alianza formal de todas las fuerzas moderadas del Cercano Oriente contra el terror". Agregó que "los países sunnitas se dan cuenta de que la amenaza más grande no emana de Israel y del sionismo sino de Irán".

La configuración de un eje tripartito entre Washington, Tel Aviv y Ryad para enfrentar a Teherán es una perspectiva que se visualiza claramente en el horizonte.

Giro a la derecha

Este sistema de alianzas internacionales que garantiza la seguridad de las fronteras está en línea con el giro a la derecha experimentado por la sociedad israelí en los últimos años, cuya máxima expresión fue la sanción de la ley que consagró a Israel como "Estado Nación judío" y estableció al hebreo como único idioma nacional, relegando a un segundo plano a la lengua árabe, hablada por el 15 % de la población.

En estas elecciones, Netanyahu incorporó a la alianza oficialista a Poder Judío, una agrupación ultraderechista heredera del Partido Kach, fundado por el rabino Kahane, un grupo extremista que tuvo representación parlamentaria entre 1984 y 1988 pero que fue disuelto en 1994 por su prédica de abierto racismo antiárabe.

Pero este proceso de derechización tiene una honda base cultural, que se exhibe en la vida cotidiana de los israelíes. Desde la ropa utilizada por las mujeres hasta el aumento de los restaurantes "kosher", donde hay que seguir estrictas normas alimentarias, incluyendo la proliferación de los edificios donde no funcionan los ascensores en "sabbath " (la fiesta de los sábados), se percibe en la sociedad israelí un giro profundo orientado hacia una redefinición de su identidad nacional.

Una manifestación de esta tendencia es el avance de los "ortodoxos" en la población, un fenómeno que se replica también en las comunidades judías de la Diáspora, resultante de la combinación entre un aumento de la religiosidad y el mayor índice de natalidad de las familias con prácticas religiosas más intensas. Los estudios demográficos consignan que en 2.065 uno de cada tres judíos israelíes va a ser "ortodoxo".

La resistencia de la minoría árabe y la indignación de la izquierda sionista ante este fenómeno resultan insuficientes ante esta poderosa oleada identitaria que reestructuró el escenario político, transformó al otrora hegemónico Partido Laborista de Ben Gurión en una minoría y encumbró en el poder a la coalición nacionalista liderada por Netanhayu.

La puja entre el nacionalismo laico y el fundamentalismo religioso acompañó la historia israelí desde sus orígenes. El nacimiento del sionismo, liderado por Teodoro Herz, a fines del siglo XIX, fue contemporáneo al fenómeno europeo de consolidación de los estados nacionales, expresado en la reunificación de Italia y Alemania.
Ben Gurión y el laborismo representaron ese espíritu, culturalmente occidental y cosmopolita, con una impronta ideológica izquierdizante, entonces mayoritario en la comunidad judía europea y estadounidense, fuente de inspiración de los colonos que protagonizaron la hazaña de convertir en pocas décadas a un territorio desértico en una potencia tecnológica mundial.
Pero, junto a esa corriente principal, existieron siempre otras dos corrientes secundarias, que en distintos períodos adquirieron mayor o menor relevancia. Una fue la derecha nacionalista, pero también laica, cuyo líder fue Menahem Beguín, fundador del Likud, el partido de Netanyahu.
La segunda fue el judaísmo ortodoxo, mayoritario entre la escasa población judía que residió durante siglos en Jerusalén y que nunca vio con agrado la creación de un Estado judío que, a su juicio, contradecía sus mandatos religiosos.
 A partir de la década del 70, estas dos corrientes, coincidentes en su oposición al laborismo, empezaron a converger en un nuevo nacionalismo religioso, cuyo crecimiento se vio incentivado por la irrupción de dos fenómenos demográficos: la inmigración sefardí (la población judía proveniente de los países árabes) y el inexorable aumento de la población “sabra”, primera generación de los israelitas nativos, menos vinculados que sus padres con las respectivas comunidades judías de origen.
Los “sabras” constituyen hoy la mayoría de la población. Los inmigrantes de la Diáspora occidental, que forjaron aquel Estado judío laico que fundó Ben Gurión, son ya una minoría.
Netanyahu es el primer jefe de Gobierno nacido en Israel.

.

.

.

.

.

 

PUBLICIDAD