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Por la crisis volvieron las bicis a las rutas y con ellas los peligros: "Pero no queda otra", contaron 

Martes, 02 de abril de 2019 09:17

La crisis económica, los altos precios de los combustibles y un boleto de ómnibus cada vez más inaccesible para la movilidad diaria obligaron a muchos salteños a desempolvar sus archivadas bicicletas. 
Si bien en muchos países del mundo y en ciudades desarrolladas esto constituye una ventaja de incalculable valor que facilita el tránsito y contribuye a la salud, en Argentina y en las rutas salteñas es sinónimo de alto riesgo, una “empresa” para temerarios. 
Como para muestra solo hace falta un botón, solo basta apelar a la memoria para toparnos hasta una década del 90 en que el ránking de accidentes viales era encabezado por los “velocípedos”. Sin ir más lejos, la ruta nacional 68 en su tramo urbano (Av. Ex Combatientes) como en el que se extiende desde el barrio Santa Ana hasta Cerrillos se convirtieron décadas atrás en verdaderos cementerios a raíz de las colisiones. Hoy la situación es aún más grave, ya que el tránsito se multiplicó a niveles astronómicos. El flujo vehicular ha tornado desde hace tiempo en muy angostas a las principales rutas nacionales y provinciales que atraviesan el Valle de Lerma, y los ciclistas en este caso son los más expuestos e indefensos.  
“Pero no queda otra. La plata no alcanza ni para cargarle nafta a la moto”, señalan muchos trabajadores que montan sus rodados en las primeras horas de la mañana para trasladarse por el territorio, a oscuras. Y se los ve contorcionarse una y otra vez al paso veloz de cada camión, ómnibus y 4 x4 que los sobrepasan a escasos centímetros de su humanidad. La mínima capacidad de reacción y de visibilidad de estos rodados, sumado a la desaprensión de los conductores, convierten al placentero bicicletear en un verdadero peligro para la integridad personal. 
 

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La crisis económica, los altos precios de los combustibles y un boleto de ómnibus cada vez más inaccesible para la movilidad diaria obligaron a muchos salteños a desempolvar sus archivadas bicicletas. 
Si bien en muchos países del mundo y en ciudades desarrolladas esto constituye una ventaja de incalculable valor que facilita el tránsito y contribuye a la salud, en Argentina y en las rutas salteñas es sinónimo de alto riesgo, una “empresa” para temerarios. 
Como para muestra solo hace falta un botón, solo basta apelar a la memoria para toparnos hasta una década del 90 en que el ránking de accidentes viales era encabezado por los “velocípedos”. Sin ir más lejos, la ruta nacional 68 en su tramo urbano (Av. Ex Combatientes) como en el que se extiende desde el barrio Santa Ana hasta Cerrillos se convirtieron décadas atrás en verdaderos cementerios a raíz de las colisiones. Hoy la situación es aún más grave, ya que el tránsito se multiplicó a niveles astronómicos. El flujo vehicular ha tornado desde hace tiempo en muy angostas a las principales rutas nacionales y provinciales que atraviesan el Valle de Lerma, y los ciclistas en este caso son los más expuestos e indefensos.  
“Pero no queda otra. La plata no alcanza ni para cargarle nafta a la moto”, señalan muchos trabajadores que montan sus rodados en las primeras horas de la mañana para trasladarse por el territorio, a oscuras. Y se los ve contorcionarse una y otra vez al paso veloz de cada camión, ómnibus y 4 x4 que los sobrepasan a escasos centímetros de su humanidad. La mínima capacidad de reacción y de visibilidad de estos rodados, sumado a la desaprensión de los conductores, convierten al placentero bicicletear en un verdadero peligro para la integridad personal. 
 

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