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Mueller y sus matices

Domingo, 21 de abril de 2019 00:00

Si hay algo que no soporta Donald Trump son los matices. En el plató de televisión en el que vive mentalmente, solo hay buenos y malos, ganadores y perdedores. La complejidad, las dudas, los preguntas que aún no tienen respuesta son síntomas de debilidad o ataques a su persona. Por eso tanto el tono como el contenido del informe Mueller producen animadversión al presidente. Tras casi dos años de investigaciones minuciosas, el fiscal especial ha concluido que Trump no conspiró con agentes rusos durante la campaña presidencial de 2016. Sí queda probado que hubo un claro intento de Moscú de interferir en ella. Varias personas muy cercanas al presidente -empezando por Michael Flynn y Paul Manafort- se lucraban con estas conexiones y han acabado en la cárcel. Sin embargo, la narración deja abierta la posibilidad de que Trump haya cometido un delito de obstrucción a la Justicia. Relata hasta diez ocasiones en las que su reacción narcisista e irreflexiva ante la investigación podría encajar en este tipo penal. William Barr, fiscal general, ha perdido lo que le quedaba de independencia al contar en rueda de prensa la historia conforme a los intereses de Trump antes de entregar la versión editada del informe. Este buen jurista es tan mal comunicador que ha sembrado la sospecha de que su jefe se siente acorralado. El presidente habrá tomado nota para despedirlo pronto. Por su parte solo ha emitido un tuit: "No hubo conspiración ni obstrucción, partida finalizada" y se ha ido a jugar al golf a Mar-a-Lago. Sabe que los verdaderos aliados que le salvarán de esta investigación y de muchas otras en curso son los portavoces de la izquierda demócrata.

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Si hay algo que no soporta Donald Trump son los matices. En el plató de televisión en el que vive mentalmente, solo hay buenos y malos, ganadores y perdedores. La complejidad, las dudas, los preguntas que aún no tienen respuesta son síntomas de debilidad o ataques a su persona. Por eso tanto el tono como el contenido del informe Mueller producen animadversión al presidente. Tras casi dos años de investigaciones minuciosas, el fiscal especial ha concluido que Trump no conspiró con agentes rusos durante la campaña presidencial de 2016. Sí queda probado que hubo un claro intento de Moscú de interferir en ella. Varias personas muy cercanas al presidente -empezando por Michael Flynn y Paul Manafort- se lucraban con estas conexiones y han acabado en la cárcel. Sin embargo, la narración deja abierta la posibilidad de que Trump haya cometido un delito de obstrucción a la Justicia. Relata hasta diez ocasiones en las que su reacción narcisista e irreflexiva ante la investigación podría encajar en este tipo penal. William Barr, fiscal general, ha perdido lo que le quedaba de independencia al contar en rueda de prensa la historia conforme a los intereses de Trump antes de entregar la versión editada del informe. Este buen jurista es tan mal comunicador que ha sembrado la sospecha de que su jefe se siente acorralado. El presidente habrá tomado nota para despedirlo pronto. Por su parte solo ha emitido un tuit: "No hubo conspiración ni obstrucción, partida finalizada" y se ha ido a jugar al golf a Mar-a-Lago. Sabe que los verdaderos aliados que le salvarán de esta investigación y de muchas otras en curso son los portavoces de la izquierda demócrata.

Emulando el populismo de Trump, siempre están dispuestos a elevar el tono de indignación.

Llegaron a conclusiones igualmente simples y partidistas, antes de estudiar a fondo las más de cuatrocientas páginas del texto. Dentro de unas semanas, el Congreso llamará a testificar a Mueller y a Barr. En un entorno racional y analítico volverán a escucharse los matices y las preguntas sin respuesta que tanto molestan al presidente.

 

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