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Sancho Panza

Martes, 14 de mayo de 2019 23:22

¿Don Quijote y Sancho Panza estaban vinculados por una relación laboral? Aunque pueda parecer un interrogante insólito, ha sido planteado por varios destacadísimos catedráticos españoles de Derecho del Trabajo y también un italiano (Gianni Loi de la Universidad de Cagliari, quien nos honró hace unos años con su visita a nuestra provincia). En esta oportunidad lo analizaremos a la luz de la legislación laboral argentina contemporánea.

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¿Don Quijote y Sancho Panza estaban vinculados por una relación laboral? Aunque pueda parecer un interrogante insólito, ha sido planteado por varios destacadísimos catedráticos españoles de Derecho del Trabajo y también un italiano (Gianni Loi de la Universidad de Cagliari, quien nos honró hace unos años con su visita a nuestra provincia). En esta oportunidad lo analizaremos a la luz de la legislación laboral argentina contemporánea.

Han pasado solo 414 años desde que Cervantes publicara su incomparable obra: “El ingenioso caballero don Quijote de la Mancha”. El paso del tiempo no es obstáculo para que podamos imaginar que pasaría con la relación de don Quijote y su escudero puesta en el tamiz de nuestra ley de contrato de trabajo (LCT). 

Aunque los créditos laborales prescriben a los dos años, algún descendiente del famoso escudero podría inspirarse en nuestras reflexiones para plantear juicio laboral contra los sucesores de don Alonso Quijano.

Nos parece que, efectivamente, la relación entre don Quijote y Sancho Panza posee los rasgos característicos de la relación de trabajo contemporánea y exterioriza, con impresionante actualidad, el concepto vigente del contrato individual de trabajo que refiere tres elementos esenciales: la subordinación, la prestación personal y la remuneración. Nuestra legislación establece (artículo 22 LCT): “Habrá relación de trabajo cuando una persona realice actos, ejecute obras o preste servicio en favor de otra, bajo la dependencia de ésta en forma voluntaria y mediante el pago de una remuneración, cualquiera sea el acto que le dé origen”. 

En esta relación personal de don Quijote con su fiel escudero, los sujetos aparecen ligados obligacionalmente en un contrato en el que uno de los dos adoptaba una posición de dominio patronal frente al otro, a quien se obligaba a prestar servicios en régimen de clara subordinación. La subordinación aparece clara y pura en la relación jurídica de nuestros personajes. Ella se muestra sin tapujos ni disfraces toda vez que don Quijote dicta permanentemente órdenes a un Sancho Panza a él subordinado, fiscaliza el cumplimiento de las mismas y, por si quedaran dudas, sanciona su incumplimiento.

La discusión salarial

Hace quinientos años, como ahora, parece que las discusiones salariales fueron el centro neurálgico de las relaciones laborales. Veamos, si no, este diálogo: “Voy a parar -dijo Sancho- en que vuesa merced me señale salario conocido de lo que me ha de dar cada mes el tiempo que le sirviere, y que el tal salario se me pague de su hacienda; que no quiero estar a mercedes, que llegan tarde, o mal, o nunca. En fin, yo quiero saber lo que gano, poco o mucho que sea, que sobre un huevo pone la gallina, y muchos pocos hacen un mucho, y mientras que se gana algo no se pierde nada”. En definitiva, lo que Sancho prefiere es moneda en mano y no vagas promesas de una merced (gobernar una “ínsula”).

Como todo buen empleador, don Quijote busca increíbles excusas: “Mira, Sancho, yo bien te señalaría salario, si hubiera hallado en alguna de las historias de los caballeros andantes ejemplo de ello”. Y continúa con una amenaza típica también en nuestra época: “Así que, Sancho mío, volveos a vuestra casa, y tan amigos como de antes; que, si al palomar no le falta cebo, no le faltarán palomas. Y advertid, hijo, que vale más buena esperanza que ruin posesión, y buena queja que mala paga. Hablo de esta manera, Sancho, por daros a entender que también como vos sé yo arrojar refranes como llovidos”. Concluye con bronca y rudeza: “Que Dios quede con vos y os haga un santo; que a mí no me faltarán escuderos más obedientes, más solícitos, y no tan empachados ni tan habladores como vos”.

Los actuales Quijotes

En otro orden, muchos empresarios argentinos (me refiero a los esforzados emprendedores de las pymes) merecen, con justicia, ser comparados, en sus virtudes, al ingenioso hidalgo. Particularmente en su lucha con los molinos de viento, que en nuestros tiempos están representados con la máquina trituradora de la burocracia y de un intrincado entramado impositivo, laboral y administrativo al que solo un Quijote puede pretender enfrentarse.
 

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