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La dictadura de Onganía y el Cordobazo: de la tensa calma a la rebelión popular

Mañana se cumplen 50 años del Cordobazo, hecho que marcó el principio del fin de la dictadura de Onganía.
Martes, 28 de mayo de 2019 17:09

por Agustín Nieto - Docente e investigador (CEHis-UNMdP/Conicet)

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por Agustín Nieto - Docente e investigador (CEHis-UNMdP/Conicet)

Eran las vísperas del tercer aniversario de la dictadura comandada por (Juan Carlos) Onganía cuando la tensa calma se trastocó en rebelión popular. Desde sus primeros días, el gobierno dictatorial se propuso y logró reducir los derechos sociales y políticos de las amplias mayorías populares. Sus planes de racionalización económica implicaron un ataque feroz a la organización sindical.

El ojo de la tormenta estuvo puesto en el transporte terrestre y marítimo, la dictadura combatió y derrotó al proletariado ferroviario y portuario entre 1966 y 1967. También se encargó de dejar en la calle a miles de familias de los ingenios azucareros de Tucumán y la zona. De esta forma, las derrotas y los agravios sufridos se fueron acumulando. El malestar se palpaba, se masticaba la bronca y el horizonte no se presentaba muy prometedor.

Un contexto internacional caliente

Aquellos eran años de “guerra fría”. La finalización de la Segunda Guerra Mundial había reconfigurado el tablero de la política internacional en torno a dos polos: Estados Unidos y la Unión Soviética. Las luchas independentistas, la ofensiva del Frente de Liberación Nacional de Vietnam, la Revolución Cubana y los posteriores procesos de radicalización obrera y estudiantil fueron configurando los años finales de la década de 1960 como un momento de oportunidades políticas para las clases subalternas en distintos puntos del globo.

La influencia de la Revolución Cubana se extendió por todo el mundo en los 60 y 70

Por otra parte, el gobierno dictatorial no era una exclusividad argentina en la región. Desde 1964 el pueblo brasilero sufría y resistía a una dictadura que, al igual que la de Argentina, tenía un objetivo claro de disciplinamiento social. Estas protestas obreras de resistencia mostraron elementos de radicalización política que fueron clave para captar los cambios en curso.

La coyuntura cordobesa

El 1º de mayo la policía cordobesa impidió la realización de actos en la vía pública. Al medio día, el movimiento estudiantil organizó un acto en el comedor universitario con la participación del dirigente sindical Agustín Tosco. Horas más tarde, un nuevo acto se realizó en la sede de la CGT con la participación de dirigentes estudiantiles. Los días posteriores se llevaron a cabo distintas reuniones y paros sectoriales. El 16 de mayo se realizó un paro general que tuvo la adhesión de la Federación Universitaria de Córdoba. El 17 de mayo hubo enfrentamientos entre la policía y un numeroso grupo de manifestantes que se encontraba haciendo un acto relámpago. El 18 de mayo el movimiento estudiantil iniciaba las “jornadas de agitación y lucha” con una misa en la iglesia del Pilar y una posterior “marcha del silencio” en conmemoración de Santiago Pampillón. La manifestación fue interceptada por la policía y comenzó un fuerte enfrentamiento. Esa misma noche fue detenido por 24 horas Agustín Tosco. En Tucumán, Corrientes, Santa Fe, Neuquén y otras provincias, estaban ocurriendo procesos similares.

Agustín Tosco, dirigente de Luz y Fuerza

Con el correr de los días la situación fue poniéndose más tensa, se multiplicaron los actos, las asambleas, los paros, las movilizaciones y los enfrentamientos con la policía. A ese ritmo se fue fraguando la idea de un paro general por 48 horas para los días 29 y 30 de mayo. El 22 de mayo el cuerpo de delegados del Smata ratificó la decisión de hacer un paro general. Las agrupaciones metalúrgicas de izquierda hicieron lo propio y propusieron la realización de manifestaciones populares combativas. Con enfrentamientos entre manifestantes y policías, el 23 de mayo se cumplió el quinto día de las “jornadas de agitación y lucha”. El 24 de mayo el dirigente de la CGT de los argentinos, Raimundo Ongaro, fue detenido al arribar a Córdoba y liberado a las 48 horas. Las vísperas del Cordobazo cerraron, por un lado, con una resolución del Poder Ejecutivo Nacional (PEN) en la cual se denunciaba un plan subversivo de alcance nacional y se creaban los consejos de guerra especiales para el control de disturbios; por otro lado, el movimiento estudiantil manifestó públicamente su adhesión al paro dispuesto por la CGT. Fue al calor de estos últimos sucesos que la unidad obrero-estudiantil tomó forma y contenido.

Córdoba y su “azo”

El 29 de mayo es el Día del Ejército. Uno de los primeros sucesos de la jornada fue la ceremonia oficial en conmemoración de la creación en 1810 de los Cuerpos Militares de Buenos Aires. En ese mismo momento los trabajadores de las distintas fábricas y comercios abandonaron sus puestos de trabajo y se dirigieron hacia el centro de Córdoba. La adhesión a la huelga fue del 98%. La afluencia de huelguistas se daba desde distintos barrios de la ciudad. Con la totalidad de sus efectivos en la calle, la Policía comenzó una inusitada y desmedida represión que desbordó todo cálculo y abrió las puertas a lo imprevisible: la insurrección popular.

Pasado el mediodía, los enfrentamientos se multiplicaron. La capacidad de acción de huelguistas y estudiantes sobrepasó a la Policía que comenzó lentamente a replegarse. El repertorio de instrumentos de lucha fue extenso: palos, cadenas, gomeras, miguelitos, bombas molotov, bombas de estruendo, barricadas construidas con automóviles en llamas, postes y carteles, saqueos, francotiradores y detenciones populares de policías. Fue así que hacia media tarde la ciudad quedó bajo control de los y las insurrectas. Empero, los enfrentamientos no se apaciguaron. No fue hasta el sábado 31 a la tarde que la insurrección pudo ser sofocada por el ejército. Fueron tres días que hicieron estallar el calendario. La movilización de la clase obrera y el movimiento estudiantil habían hecho retroceder a la policía y se habían reapropiado de su ciudad. El Ejército intervino y ocupó la ciudad para devolverle su morfología habitual. Sin embargo, el gobierno y las clases dominantes ya sabían que nada sería como antes.

El Cordobazo y 1976

Con la presencia del comandante en jefe del Ejército Alejandro A. Lanusse se cerró la insurrección en Córdoba. Pero él supo bien que aquel 31 de mayo de 1969 era el inicio de un proceso insurreccional mayor. La etapa había cambiado.

Para Lanusse, el Cordobazo había abierto una lucha frontal contra el enemigo “subversivo”. Fue el mismo Lanusse, ya como presidente de facto, quien intentó dar esa batalla por la vía institucional a través del Gran Acuerdo Nacional. Sin embargo, la recomposición de la legalidad burguesa, el fin de la proscripción del peronismo y el retorno de Perón, no alcanzaron para derrotar a ese tan temido enemigo. Los conflictos obreros, las acciones del movimiento estudiantiles y las operaciones protagonizadas por las organizaciones armadas de la izquierda, se multiplicaron. Luego de este fracaso las clases dominantes optaron por el uso de fuerzas paramilitares y, finalmente, por el golpe de 1976. De esta forma buscaron yugular los horizontes emancipatorios abiertos en 1969. Nunca más el pueblo debía animarse a tanto, y el escarmiento tronó.

El Cordobazo hoy

Ayer el Cordobazo abría horizontes emancipatorios palpables y concretos para una generación que hoy nos queda muy lejana. Con todo, a 50 años del Cordobazo, sus fantasmas nos siguen increpando e interpelando: ¿es la revolución un sueño imposible?

El trauma generado por la última dictadura nos acecha. Funciona como un obstáculo epistemológico que nos inhibe la posibilidad de otorgarle ciertos sentidos a los acontecimientos que vivimos. Y lo que ayer parecía difícil hoy se vuelve imposible. Pero los y las historiadoras tenemos responsabilidad ética y política sobre la historia. Esta es la razón por la cual lo que rememoramos no es solo una efeméride. Sin embargo, en tiempos donde llevar un plato de comida a la mesa se torna cada vez más difícil, hablar de horizontes emancipatorios parece un sinsentido. Pero es justo de eso de lo que se trata. “La revolución siempre parece imposible”.

Roberto Jacoby nos advierte que, a lo largo de siglos “el dominante logra que el mundo y la vida no puedan ser pensados distintos de lo que son. […] Al oprimido el orden de cosas imperante debe parecerle eterno, infinito. Rebelarse contra este punto de vista presenta tremendas dificultades: que se consiga pensar de otro modo indica el inicio de otra época. Por eso, incluso la fantasía de nuevas condiciones y formas de vida para el género humano debe ser conquistada”.

Si hay algo que sabemos quienes trabajamos con el pasado es que la historia pudo haber sido otra. Pero más importante aún, sabemos que el presente no es la proyección inerte de lo que pasó sino la arena donde se definen los sentidos del porvenir. Esa fue la batalla de quienes protagonizaron el Cordobazo, ese es su legado. Y pide redención.

Fuente: La Capital de Mar del Plata

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