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El país federal es nuestra deuda con el héroe gaucho

Domingo, 16 de junio de 2019 00:55

En vísperas de cumplirse 198 años de la muerte en batalla de Martín Güemes, su figura, ennoblecida por la historia, muestra en su plena dimensión la importancia y el fracaso de su sueño trunco, la integración regional de un país federal. Ese fue el proyecto que compartió con José de San Martín, Manuel Belgrano y Manuel Dorrego, entre otros patriotas. Y fue la epopeya que protagonizó con próceres nuestros, como Apolinario Saravia, los hermanos Moldes, Pablo Latorre, Sinforoso Morales, los hermanos Gorriti y Juan Antonio Álvarez de Arenales, entre muchos otras protagonistas de las guerras de la independencia.

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En vísperas de cumplirse 198 años de la muerte en batalla de Martín Güemes, su figura, ennoblecida por la historia, muestra en su plena dimensión la importancia y el fracaso de su sueño trunco, la integración regional de un país federal. Ese fue el proyecto que compartió con José de San Martín, Manuel Belgrano y Manuel Dorrego, entre otros patriotas. Y fue la epopeya que protagonizó con próceres nuestros, como Apolinario Saravia, los hermanos Moldes, Pablo Latorre, Sinforoso Morales, los hermanos Gorriti y Juan Antonio Álvarez de Arenales, entre muchos otras protagonistas de las guerras de la independencia.

En sus 36 años de vida, Güemes demostró un perfil extraordinario de estadista y, también, una capacidad sorprendente de adaptación a las circunstancias. Esa condición explica la campaña militar que desarrolló con fuerzas militares compuestas de 550 hombres de línea y unos cinco mil gauchos de Salta, Frontera del Rosario, Cachi, Jujuy, Humahuaca, Orán, Santa Victoria, San Andrés y la Puna.

En nuestra región se jugaba el destino de una revolución que para muchos de los contemporáneos no era más de un cambio de elites en el gobierno, pero que para San Martín, Belgrano y Güemes era nada más, ni menos, que la construcción de una nueva Nación. Esa Nación se extendía desde Buenos Aires hasta Salta, Jujuy, Tarija, Tupiza, Oruro, Cochabamba, además de Chile y Perú.

Los revolucionarios porteños no lo entendieron, como siguen sin entenderlo dos siglos después los gobernantes nacionales, ensimismados en los alrededores de la Casa Rosada. La lucha, el gobierno y la muerte de Güemes solo se comprenden analizando las tensiones que atravesaban su tiempo. Los sectores acomodados de Salta del Tucumán no percibían la diferencia entre "realistas" y "criollos", que la historia hace aparecer como nítida, pero que entonces era difusa.

Los revolucionarios tenían el imperativo de instalar gobiernos regionales de origen estrictamente local, con autonomía y poder de decisión. Durante casi una década después de la declaración de la Independencia, las fuerzas españolas seguían ocupando parcialmente nuestro territorio y hasta, en algunos casos, fueron bienvenidas por quienes veían en Güemes a un caudillo que lideraba a salteadores y oportunistas. La guerra de guerrillas reemplazó la falta de apoyo del Gobierno porteño a las tropas regulares.

Esto obligó a reclutar a pequeños productores agobiados por la expropiación de ganado y la carga impositiva destinados a sostener a las tropas realistas, y a peones, esclavos, mulatos, mestizos y zambos. Una "plebe" que irrumpió en la historia nacional no por ideologías clasistas, sino por el imperio de las circunstancias que, según la historiadora salteña Sara Mata, hicieron madurar los valores de "Patria y Libertad".

Hoy, Güemes es reconocido entre los padres de la Patria y la palabra "gaucho" es sinónimo de "trabajador, honesto y patriota".

Martín Miguel de Güemes pagó con su vida la lucha por la Independencia. La historia compensó su sacrificio ubicándolo en el selecto panteón que alberga a grandes argentinos que pusieron a la Nación y a su futuro por encima de intereses mezquinos y de glorias personales.

La Argentina de hoy no es, seguramente, la que todos estos compatriotas ilustres imaginaron. A diferencia de todos ellos, entre las elites dirigentes hoy escasea la visión de Nación como identidad colectiva y como proyecto compartido.

No existe el país federal, consagrado en la Constitución de 1853 luego de cuatro décadas de guerras y desencuentros; casi el 40% de la población vive en los alrededores de la metrópolis y el desarrollo agroindustrial solo beneficia a la región central del país.

La epopeya de Güemes no es, por cierto, un recuerdo nostálgico de épocas idealizadas, sino una referencia histórica sobre lo que significa construir una nación. Superar las diferencias de desarrollo entre las regiones, generar una economía estable que garantice el pleno empleo y hacer retroceder la exclusión y la pobreza que se profundizan sin cesar desde hace cuatro décadas es, justamente, la tarea de construcción que nos tocan a quienes vemos en el héroe gaucho un paradigma para todos los argentinos.

 

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