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Olivier Guez: "Quienes sobrevivieron a la guerra tuvieron una fuerza descomunal"

Entrevista al autor de "La desaparición de Josef Mengele". El libro describe en forma novelada, la huida del médico y oficial alemán de las SS, por Sudamérica. 
Domingo, 02 de junio de 2019 12:46

Olivier Guez, nacido en Estrasburgo, visitó Buenos Aires para hablar de “La desaparición de Josef Mengele” su último libro. En el volumen, editado por Tusquets, describe, de forma novelada, la huida del médico y oficial alemán de las SS —una pieza tristemente célebre del horror nazi— por Sudamérica. Su frialdad y absoluta falta de empatía lo llevaron a cometer los crímenes más atroces del Holocausto, incluyendo experimentos aberrantes con seres humanos. A metros del cementerio de la Recoleta, y en diálogo con El Tribuno, el hacedor francés brindó detalles sobre la trastienda de esta obra, reflexionó sobre la literatura latinoamericana y analizó la actualidad de su país.

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Olivier Guez, nacido en Estrasburgo, visitó Buenos Aires para hablar de “La desaparición de Josef Mengele” su último libro. En el volumen, editado por Tusquets, describe, de forma novelada, la huida del médico y oficial alemán de las SS —una pieza tristemente célebre del horror nazi— por Sudamérica. Su frialdad y absoluta falta de empatía lo llevaron a cometer los crímenes más atroces del Holocausto, incluyendo experimentos aberrantes con seres humanos. A metros del cementerio de la Recoleta, y en diálogo con El Tribuno, el hacedor francés brindó detalles sobre la trastienda de esta obra, reflexionó sobre la literatura latinoamericana y analizó la actualidad de su país.

¿Con qué fuentes trabajó para hacer esta novela?
Toda la bibliografía que usé está al final de la novela. Tomé cosas muy precisas y muy detalladas de este material y una vez que asimilé toda la historia, fui a los lugares para conocer la geografía y topografía. Estuve en Gunzburgo, que es la ciudad donde nació Mengele. También en Buenos Aires, la Patagonia y Brasil. Tomé muchas notas sobre lo que veía y lo que sentía y a partir de ahí pude empezar a trabajar como un escritor, elegir y analizar cada cosa para crear el ritmo, la estructura, los capítulos. Es un trabajo en tres etapas.

¿Se puede decir que este texto, donde decidiste construir al personaje de Josef Mengele, cierra un tríptico que empezaste con un trabajo anterior? Allí, te preguntabas cómo fue que los judíos y el mundo podían seguir su marcha después de un suceso tan horroroso. Luego, una segunda parte con el guion de la película “El caso Fritz Bauer”, sobre el fiscal que persiguió a los nazis...
Es una buena observación, porque es verdad que es como el final de un tríptico. En realidad yo no me pongo en la piel del personaje. No diría eso, porque no es mi forma de trabajar. Escribir mi idea sobre cómo creo que fue Josef Mengele me sería imposible. No me pongo en su piel, pero lo sigo. Soy como una especie de dron que está muy cerca de Mengele, pero no lo soy. Esa sería la diferencia importante.

¿Llegaste a una conclusión con respecto a cómo es que la humani dad y los judíos siguen su curso a pesar de lo vivido en el nazismo? 
Es una pregunta enorme, como para el futuro de la humanidad. Creo que en el momento de la posguerra no había mil millones de posibilidades. Estaba la opción de reconstruir ciudades y vidas o la opción de matarse. Y de hecho, hay muchos escritores que se mataron, porque la desesperanza y desesperación eran demasiado grandes. Quienes eligieron seguir viviendo lo hicieron porque tuvieron una fuerza sobrehumana descomunal. Tristemente, conocí a una mujer en París que fue sobreviviente de un campo de concentración. Falleció hace unos meses, a los 90 años, y ella decía que volvía a ver este caudal de violencia hoy en día presente en Europa. 
Creo que lo que ayudó a estas personas a seguir es que en realidad pudieron reconstruirse a partir de las ruinas de la guerra. El ex ministro de Asuntos Exteriores de Alemania, Oskar Fischer, en la época de Schröder, dijo que este último fue la piedra fundamental para fundar la nueva Alemania. 
A pesar de la catástrofe que fue en su momento, existían las ganas de construir y seguir y de alguna manera eso siguió hasta 2005 o 2010. Y creo que hoy en día ya entramos en un nuevo capítulo.

¿Cuál es este nuevo capítulo?
No soy vidente como Nostradamus, la verdad es que no lo sé. Sé que es un período sin memoria. Viajo muchísimo y lo que veo es que en Europa, por lo general la gente parece estar perdida. Si bien vivimos en democracia, tengo la sensación de que todo lo que la gente hace no tiene incidencia en el curso de las cosas. Es lo que pasó con el Brexit y con Donald Trump. Se puede explorar y explotar este sentimiento de pérdida, de estar a la deriva.

Y en ese panorama ¿El hecho de escribir te salva de perderte?
Si hay algo que siempre me apasionó desde el jardín de infantes es el concepto de espacio-tiempo. Cuando era chico tenía muy claro lo que era la historia, la geografía y la cronología de las cosas. A los 5 años ya conocía toda la historia de Francia de memoria y era algo que me apasionaba. Nunca pasé por este sentimiento de estar perdido o de estar a la deriva. No puedo escribir si no veo con claridad. Así sea un libro de ficción o no, incluso escribiendo poesía, siempre hay algo muy detallado que me permite no estar tan perdido.

En la bibliografía del libro citás a Rodolfo Walsh, autor de “Operación Masacre”, antecesor a Truman Capote, a quien reconocés como tu gran inspiración. ¿Qué cosas te fascinan e estos autores?
Tanto en la obra de Walsh y en la de Capote, esta precisión está a través de los lugares y los hechos. Es un poco como con el cine, que a partir de realidades y cosas concretas se puede construir otra cosa. Pensar en el ritmo, las imágenes y otras cuestiones. 

¿Creés que el final de Josef Mengele, quien murió solo y triste, fue un acto de justicia?
Sí, para mí fue como un castigo. El castigo de su vida en Latinoamérica. Creo que para Mengele fue más difícil sobrevivir veinte años en Brasil -con el temor, la desesperación, la soledad y la paranoia- que el hecho de que lo encarcelen en Alemania, aunque con un abogado muy bueno porque la familia tenía mucha plata, y sin incertidumbre. Esa es la clave de sus últimos años en Sudamérica. Él vive con el temor de ser asesinado o secuestrado cada día. Y nunca pudo olvidar que fue un gran burgués, con una familia rica y con el sueño de ser profesor de universidad. Y vivió veinte años en una finca en San Pablo lejos de todo y fue de verdad un castigo. Yo estuve un día en la finca de Brasil donde vivió 10 años y es algo horrible para un burgués europeo. Por la insolación, la temperatura, los insectos. ¡Con solo estar un día! Imagínate que diez años... Es terrible.

Ese temor o paranoia constante ¿es el talón de Aquiles que trabajaste para construirlo?  
No es una construcción. Es lo que he leído y lo que sentí. Intenté atenerme a los hechos y a la realidad. No es que me haya propuesto presentar a un personaje pusilánime. Fue apasionante ver como se separa la imagen de Mengele que uno tiene, con lo que fue en realidad el Mengele real.

¿Qué creés que puede dejar a los lectores que no conocen tan profundamente esta historia el hecho de adentrarse en estas páginas?
Primero que nada, es muy difícil escribir algo divertido u optimista cuando uno escribe acerca de Mengele. Para mí no se trata de ser pesimista o ser optimista, sino de ser realista. Y creo que uno puede ser realista conociendo este tipo de historias. ¿Qué nos cuentan estas historias? Que el hombre es capaz de cualquier cosa y hay que andar con cuidado. Hay que educar y conocer este tipo de trayectorias para evitar que eso se vuelva a producir.

Algo similar pasó en el juicio de Eichmann, cuando él habla de la obediencia debida y trata de liberarse de todos los horrores que cometió. ¿Creés que la solución es conocer la historia y volcarse a la educación o además hay otros puntos a tener en cuenta?
El mal es algo banal y forma parte de la naturaleza humana. Es algo muy trillado que sabemos a partir de La Biblia, en donde todos los relatos al final cuentan eso. El papel de la educación es el de estar atenta, y también lo es el de la literatura y el arte en general.

“Wakolda”, de Lucía Puenzo, aborda también a Mengele...
Es divertido porque me encontré con Lucía cuando estaba en Buenos Aires para preparar el libro, y antes de eso ya había visto la película, pero no había leído el libro aún. Cuando la conocí, nos encontramos cerca de su casa en Palermo y fue como una especie de congreso que duró tres horas en donde éramos dos especialistas en Mengele. Me gustó la película por el universo que logró crear, pero su filme es una ficción. De alguna manera la película sigue con esta interpretación de que Mengele era un ser muy irascible e inteligente, y lo que yo quería contar es la verdadera historia sobre él. No es lo mismo. La razón por la que no había leído el libro al momento de ver la película es que no quería influenciarme. La película es otra cosa porque es justamente una película. Fue algo muy interesante el encuentro con Lucía porque cada uno estaba con su visión, que eran muy diferentes a pesar de ser sobre la misma persona.

¿Vas a seguir investigando sobre este campo histórico o te estás apasionando por otro universo diferente?
Por ahora todo lo que es nazismo está cerrado. Pero también durante este tríptico hice un montón de otras cosas. Ahora voy a seguir haciendo cosas diferentes, pero no voy a divulgar todavía informaciones sobre mi próxima novela. Tiene que ver con la historia, pero es otra historia.

¿Qué cosas de la literatura latinoamericana actual te llaman la atención? 
Suelo estar más interesado en leer los clásicos, aunque igualmente leo literatura de autores contemporáneos. He leído mucho a Neruda. Me encantan Vargas Llosa, García Márquez, “La Tregua”, de Mario Benedetti, Sábato, Borges y Bioy Casares, pero los autores actuales mucho menos. Ahora estoy terminando esta primera etapa de conocer a los autores clásicos sudamericanos, y ya voy a empezar a indagar en los autores más actuales. Durante toda esta gira que estoy haciendo conocí a muchos autores de Chile, Perú, Uruguay y me encanta poder leer sus libros.

¿Comentarías algo sobre la actualidad política de Francia?
Los chalecos amarillos me cansan. En principio, entiendo su lucha y no se puede negar que hay mucho malestar social e individual. Mucha desgracia y angustia. Hay una angustia existencial que reina en todo el país. Ahora se recuperó y se manipuló un poco todo este tema por la ultraderecha o la izquierda radical. Es una catástrofe; es como si todo lo que estuviera ahí debajo de la alcantarilla volviera hacia la superficie. Así que quiero vivir en Argentina.
 

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