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Alfredo Molins, toda una vida de comercio entre telas y rollos

Heredó la pasión por la tapicería de su padre, quien dio puntapié inicial de un comercio que cumplió seis décadas.
Domingo, 14 de julio de 2019 01:26

Entre telas, paños y rollos de goma espuma, Alfredo Molins creció y se convirtió en comerciante de la mano de su padre, quien sobre la calle Córdoba casi San Martín abrió su tapicería hace 60 años. 

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Entre telas, paños y rollos de goma espuma, Alfredo Molins creció y se convirtió en comerciante de la mano de su padre, quien sobre la calle Córdoba casi San Martín abrió su tapicería hace 60 años. 

Por aquellos tiempos, don Francisco Ramón Molins, con sus 30 años y con cuatro hijos, pensó que además de hacer arreglos de tapicería podría hacerse cargo de surtir a sus clientes con los elementos necesarios para hacer este tipo de arreglos y mejorar el aspecto de sus casas, negocios y oficinas a través de la venta de cortinados y todo lo necesario para su instalación. 

Así fue que en un salón pequeño, sobre el terreno de su padre, abrió las puertas de Molins, artículos de tapicería. 

Alfredo, el tercero de sus hijos, recuerda que por aquellas épocas el único negocio que se dedicaba a este ramo era La Bola de Oro, que se ubicaba sobre la calle Alberdi, entre Alvarado y Urquiza, a mitad de cuadra. 

“Todo comenzó con la venta de tachuelas y cuerinas. Por aquellas épocas no existía la goma espuma, los rellenos eran vegetales. Con el crecimiento del negocio, mi papá tuvo que dejar la tapicería porque no le daban los tiempo. Solo atendía uno que otro cliente”, recuerda Alfredo, que en su desandar del pasado recuerda las épocas en que un joven artista salteño trabajaba con su padre. 

Mientras atiende la caja del negocio, Alfredo recuerda que la limpieza de los rellenos vegetales se hacían con lana o algodón tizado. Se golpeaba los rollos con una vara. Así fue uno de los jóvenes que trabajaba en la tapicería, y resolvió colocarse un pañuelo en la boca para hacer la tarea y no aspirar el polvo. 

Pasó un famoso

Don Molins alertó lo que ocurría y le preguntó por qué hacía eso. “Es que quiero ser cantante”, recuerda Alfredo que le contestó. Ese hombre era Daniel Toro. “Así que los dos cumplieron sus sueños. Uno se hizo cantante famoso y el otro logró tener su comercio”, expresó Alfredo. 

Más de un fin de año, Daniel Toro se acercó al salón que hoy ocupa la tapicería para saludar a don Pancho, al que le escribió un poema. 

Héctor, Sergio, Alfredo y Cristina son los hijos de don Pancho que con los años fueron creciendo y se dedicaron a otros oficios, a excepción de Alfredo que resolvió quedarse con el negocio mientras que sus hermanos recibieron el edificio y la playa de estacionamiento, donde los abuelos Molins habían levantado su casa familiar. 

La modernización

Con el fallecimiento de Francisco, el negocio, en manos de Alfredo, siguió su rumbo y buscó modernizarse en cuanto a todo que lo requiere para la tapicería de los muebles del hogar, cortinados y fabricación de bolsos. 

Tres de sus cinco hijos siguen con la tradición de la tapicería y se dedican a la atención del negocio y el abastecimiento de los productos. “Me gustaría que este negocio tenga continuidad. Vamos a cumplir 60 años y ya me gustaría que cumpla 100. Es gratificante saber que se puede seguir adelante, pese a todas las crisis”, expresó Alfredo Molins. 

Hoy su comercio es un lugar reconocido en Salta por su variedad y surtido de productos, pero así como conoce su fuerte, sabe que su debilidad es la demora en atención. 

“Yo sé que a veces tardamos para atender, pero queremos que nuestros clientes sean bien asesorados y, además, tenemos solo siete empleados. Eramos ocho pero uno se jubiló y por el momento no podemos agregar los tres empleados más que en realidad se requieren para atender más rápido”, contó. 

Molins reiteró que lo positivo de este rubro es que lentamente siguen creciendo. La tapicería está levantado un local propio en La Florida y San Juan, porque al espacio actual Alfredo se lo alquila a un hermano. 

“Esperamos poder abrir a fin de año, pero no vamos a cerrar este porque la gente, después de 60 años, ya sabe dónde estamos”, agregó.

Además de abastecer a los clientes locales, Molins también entrega pedidos a sus clientes de Tucumán e incluso de Buenos Aires; y con respecto a las compras, Alfredo agregó que toda su mercadería viene directamente de fábrica. 

“Eso hace posible tener buenos precios, porque cuando comprás al revendedor ya llega con aumento”, detalló, a la vez que advirtió que sus mercadería arriba de otras provincias. Un 50 por ciento de las telas son importadas. 

“En Salta no contamos con fábricas para abastecer este mercado. Lo único que alguna vez compré aquí fue la goma espuma pero después los accesorios para cortinas, y las telas las hacemos traer de afuera”, afirmó.

Todas las crisis

En estos 60 años, el negocio pasó por todas las crisis y todos los gobiernos. A lo largo de este tiempo, solo hubo tres empleados que se fueron. Cuando murió don Francisco Molins y los hijos debieron reorganizarse con el negocio y los vaivenes económicos, se generaron estos tres despidos. 

“Todos están en blanco y tengo empleados que llevan 30 años en el negocio. Llegaron cuando jovencitos. Y ahora los más nuevos que entraron ingresaron sin saber nada y es mejor así”, analizó Alfredo. Remarcó que prefiere que la gente se forme en el negocio y vaya conociendo de cero cómo funciona y cómo tratar a los clientes. 

Más proyectos

Con 68 años, Alfredo no pierde las ganas de seguir generando proyectos. Se lo ve entusiasmado pese a la situación económica que afecta a todas las actividades económicas de Argentina. 

Uno de los anhelos es el nuevo local que tendrá todo lo que tiene el actual y “algo más”, se entusiasma. 

“Salta creció mucho y hay que estar en varios lugares y tratando de tener todo lo que busca el cliente”, aseguró Molins, y agregó que con los años se aprende a no desperdiciar nada y sacar en ofertas las cosas que quedaron paradas. 

Esa fue una de las recomendaciones que dio para situaciones complejas de la economía. 

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