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Nuevos vientos en el Río de la Plata

Martes, 23 de julio de 2019 00:00

Por una curiosa coincidencia del almanaque, al igual de lo que sucede en la Argentina el domingo 27 de octubre se realiza en Uruguay la primera vuelta de las elecciones presidenciales. Los candidatos del Frente Amplio, Daniel Martínez, del Partido Nacional (unánimemente conocido como Partido Blanco), Luis Lacalle Pou, y del Partido Colorado, Ernesto Talvi, disputarán la sucesión del presidente Tabaré Vázquez, en una puja cuyo desenlace se dilucidará en el balotaje también previsto para el domingo 24 de noviembre.

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Por una curiosa coincidencia del almanaque, al igual de lo que sucede en la Argentina el domingo 27 de octubre se realiza en Uruguay la primera vuelta de las elecciones presidenciales. Los candidatos del Frente Amplio, Daniel Martínez, del Partido Nacional (unánimemente conocido como Partido Blanco), Luis Lacalle Pou, y del Partido Colorado, Ernesto Talvi, disputarán la sucesión del presidente Tabaré Vázquez, en una puja cuyo desenlace se dilucidará en el balotaje también previsto para el domingo 24 de noviembre.

En Uruguay el mandato presidencial es de cinco años y en la Argentina de cuatro. Dicha asimetría hace que esta simultaneidad se presente solo cada veinte años. La última vez fue en 1999, cuando en la Argentina fue electo Fernando de la Rúa y en Uruguay el dirigente colorado Jorge Batlle, quien tuvo que lidiar con los coletazos de la crisis argentina de diciembre de 2001, que golpearon con fuerza a la economía oriental y afectaron severamente su gestión.

En ese contexto, y por primera vez en la historia, en las elecciones de 2004 los dos grandes partidos tradicionales fueron desplazados del poder en el que se turnaban desde la fundación de la República por la coalición izquierdista agrupada en el Frente Amplio, cuyo candidato presidencial fue precisamente Vázquez, quien gobernó hasta 2009, cuando fue sustituido por José Mujica (también del Frente Amplio), y volvió luego al gobierno en 2014.

La analogía no es solo cronológica: el triunfo del Frente Amplio, que lo catapultó al poder durante quince años, contó con el viento de cola provocado por la victoria en Brasil de Inácio Lula Da Silva en noviembre de 2002 y de Néstor Kirchner en la Argentina en abril de 2003. Coincidió con el "giro a la izquierda" del Mercosur, que impulsó la creación de la Unasur, con la negativa del bloque regional a la propuesta estadounidense del ALCA y con la implementación de una estrategia de "buena vecindad" con la Venezuela de Hugo Chávez y los demás países del "arco bolivariano".

Los nuevos vientos regionales

La actual situación regional es radicalmente distinta y esa modificación no puede sino impactar en Uruguay. La victoria de Mauricio Macri en las elecciones argentinas de 2015 y, con mucho mayor relevancia, el ascenso de Jair Bolsonaro a la presidencia de Brasil en enero de este año, precedido por la irrupción en 2017 de Donald Trump en Estados Unidos, la profundización de la crisis venezolana y la desaparición política del "arco bolivariano", crearon un nuevo escenario, reflejado en el eclipse de la Unasur y la apertura internacional del Mercosur, patentizada en su reciente acuerdo de libre comercio con la Unión Europea.

En una estrategia similar a la utilizada hoy en la Argentina por el oficialismo para polarizar contra el "kirchnerismo", la oposición uruguaya plantea la contienda electoral en términos ideológicos.

Para ello, enarbola las banderas de la moderación política y de la adecuación a los nuevos vientos sudamericanos en abierta confrontación con la retórica izquierdizante del Frente Amplio, aunque haya que reconocer que Vázquez fue un activo promotor de la apertura del Mercosur resistida por los gobiernos de Dilma Rousseff y de Cristina Kirchner.

La oposición concentra su artillería en dos temas centrales. Uno es la cuestión de la inseguridad pública, en la que endilga al gobierno de Vázquez una debilidad que favoreció el incremento del delito. El otro, menos taquillero para la opinión pública pero de mayor significación política, es la crítica a la actitud apaciguadora de la diplomacia uruguaya ante la crisis venezolana.

En esta cuestión, el gobierno de Vázquez se negó a reconocer al presidente interino Juan Guaidó y se desmarcó del consenso regional contra el régimen de Caracas. El canciller Ariel Bergamino se retiró de la reunión de la Organización de Estados Americanos en la que se aprobó la incorporación de un representante de Guaidó. El secretario general de la OEA, el ex canciller socialista Víctor Almagro, fue expulsado del Frente Amplio por su postura beligerante contra el gobierno venezolano. En la última reunión de mandatarios del Mercosur, realizada en la ciudad de Santa Fe, Vázquez se opuso también a una declaración de condena al presidente Nicolás Maduro impulsada por Macri, Bolsonaro y el presidente paraguayo Mario Abdo Benítez.

Un frente contra el frente

Esa polarización electoral con ribetes ideológicos abre las puertas a una situación inédita: la posibilidad de que, llegada la instancia del balotaje, que las encuestas juzgan inevitable, blancos y colorados confluyan detrás del candidato opositor más votado en la primera vuelta y acuerden un gobierno de coalición para sustituir la hegemonía política del Frente Amplio.

Dirigentes de ambos partidos dialogan sobre la alternativa de una “concertación a la chilena”, en alusión a la entente entre democristianos y socialistas que gobernó Chile luego del régimen de Augusto Pinochet. Con una diferencia importante: esta concertación bipartidista entre antiguos adversarios, a diferencia de la trasandina, no sería de centro-izquierda sino de centro-derecha. 

Una coalición entre el Partido Blanco y el Partido Colorado constituiría una revolución en las costumbres uruguayas. Se trata de los dos partidos políticos en vigencia más antiguos de América Latina y que se encuentran también entre los cuatro más antiguos del mundo entero. Su origen y denominación surgen del color de las divisas que emplearon para distinguirse los ejércitos del “blanco” Manuel Oribe y el “colorado” Fructuoso Rivera en la batalla de Carpintería en 1836, alineados respectivamente con federales y unitarios durante las guerras civiles que asolaron el Río de la Plata. En aquella época, sólo existían en el mundo otros dos partidos políticos entre los actualmente existentes: el Partido Demócrata estadounidense, fundado en 1828, y el Partido Conservador británico, que asumió ese nombre en 1834. 

 Voto a voto

La fortaleza de esas tradiciones partidarias se manifestó en el hecho de que, a diferencia de lo que sucede actualmente en la Argentina con las PASO convocadas para el 11 de agosto, las recientes elecciones primarias fueron extremadamente competitivas. En el Frente Amplio, Daniel Martínez derrotó a Carolina Cosse, Oscar Andrade y Mario Bergara. En el Partido Blanco, Lacalle Pou le ganó a Juan Sartori, Jorge Larrañaga y Enrique Antía. En el Partido Colorado, Talvi se alzó con una inesperada victoria frente al ex presidente Julio Sanguinetti y José Amorín Batlle.

Esta probable confluencia entre blancos y colorados hace que Lacalle Pou, bisnieto de Luis Alberto de Herrera (el máximo caudillo político blanco del siglo XX), quien en las encuestas aparece segundo en intención de voto detrás del “frenteamplista” Martínez, emerja como el favorito para el balotaje. 
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