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La explotación maderera, génesis en el desarrollo del norte

Fue la principal actividad económica del norte de Salta, antes de la industria del petróleo la ganadería y los cultivos. 
Lunes, 08 de julio de 2019 09:17
ujeres en la fabricación de madera terciada en Tartagal en 1940. Agencia
Zenobio Villaflor, con saco, en una de las explotaciones. Agencia

En las primeras décadas de 1.900 la zona contaba con una riqueza forestal impensada hoy en día, pasado un siglo de aquella época en que los pueblos del norte comenzaron a forjarse, atraídos sus nuevos pobladores precisamente por esta gran riqueza natural potenciada por el ferrocarril que de a poco llegaba con la punta de rieles hasta Embarcación para hacer su ingreso en 1927 a la estación Manuela Pedraza, como se conocía a Tartagal. 

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En las primeras décadas de 1.900 la zona contaba con una riqueza forestal impensada hoy en día, pasado un siglo de aquella época en que los pueblos del norte comenzaron a forjarse, atraídos sus nuevos pobladores precisamente por esta gran riqueza natural potenciada por el ferrocarril que de a poco llegaba con la punta de rieles hasta Embarcación para hacer su ingreso en 1927 a la estación Manuela Pedraza, como se conocía a Tartagal. 

 A los obrajes de lo que hoy es el departamento San Martín llegaban ejemplares de distintas especies nativas de hasta un metro de diámetro; la naturaleza no distinguía entre montes fiscales o fincas privadas -que claro está, eran las menos- porque en todos ellos esas especies autóctonas se esparcían generosas. En el vecino departamento de Orán la firma Chagra llegó a talar un rollo de las altas cumbres que alcanzaba los 27 metros cúbicos. El diámetro era de 2.20 metros por más de 10 metros de largo. Y en los montes del Tartagal los rollos alcanzan regularmente los 90 centímetro de diámetro. 
 Agustín Aloy y Celestino de los Ríos son -si bien poco se recuerda de ellos- los primeros madereros del norte salteño. En esos años, pesados camiones ingresaban hasta donde los caminos de tierra se lo permitían . Aquellos hombres familiarizados con el monte conocían cada uno de sus insondables secretos. Los hacheros con sus cuerpos sudorosos, luego de horas de golpear y golpear los troncos con sus manos callosas y endurecidas por el durísimo trabajo derribaban esos árboles que primero lentamente y después con todo estrépito caían pesadamente en medio de la algarabía de los trabajadores; cuando los troncos ya estaban en el suelo era el turno de otro grupo de obreros encargados de moverlos y disponerlos en ‘un limpio‘ donde se apilaban los rollos. 

 Las normas vigentes en esa época se respetaban mucho más que en la actualidad; hoy el desmonte, la tala indiscriminada siguen haciendo estragos ante la mirada inactiva de los organismos de control. Esas reglas de antaño establecían que los ejemplares debían tener por lo menos 30 centímetros de diámetro y 5 metros de largo para ser talados. Los controles de la explotación forestal de la época estaban a cargo de la Dirección Provincial de Bosques, cuyos inspectores,-Toncovich y Colina los apellidos más renombrados- eran inflexibles en el cumplimiento de las leyes vigentes. Cuando un maderero era sorprendido con un rollo de menor diámetro o del largo permitido, era multado con toda severidad.
 Cuando la madera estaba ya acopiada era el turno del ‘diablo o zorrero‘ que se acercaba con la yunta de bueyes para trasladar los rollos hasta donde los camiones Ford 600 o los GMC o los tractores Hanomac podían ingresar. Un día íntegro demoraba el zorrero en recorrer 10 kilómetros de distancia. En las rutas del norte algunos de esos viejísimos camiones, hoy en manos de los nietos de aquellos hacheros, aún se los ve transitando pesadamente con sus carrocerías roídas por el óxido por el paso del tiempo.

 

Los hermanos Langou y los pioneros de la actividad maderera en el norte

Era tan pujante la explotación forestal del norte de Salta que en Tartagal se inauguró la primera fábrica de la República Argentina de madera terciada, que llegó a contratar 300 operarios entre hombres y mujeres. Era el establecimiento de los hermanos Alberto y Luis Langou. Solo Agustín Aloy, un exempleado bancario que en aquella época llegó desde Rosario de Santa Fe siendo empleado del Banco de la Nación Argentina y que años después se dedicó a la madera, tuvo un establecimiento tanto o más grande que los hermanos Langou. 

Los hermanos Langou eran tucumanos, hijos de un inmigrante francés que fue cónsul de ese país en la Provincia de Catamarca y que murió en pleno viaje de regreso hacia su patria, dejando a sus dos hijos siendo niños de corta edad. Ambos hermanos vivieron unos años en Tucumán y siendo jóvenes se trasladaron hacia la localidad salteña de General Güemes. Alberto Langou inició allí una importante carrera política; fue tres veces intendente de la ciudad de Salta, ejerciendo su primer mandato durante la gestión del entonces gobernador de la Provincia el doctor Adolfo Güemes. Era un hombre inquieto y trabajador que no solo se dedicó a la política sino también al comercio y la industria. Era representante de firmas importantes de aquellos tiempos como la siempre recordada Ginebra Llave y de otros productos de gran renombre y así fue reuniendo un buen capital. 
 Alrededor de 1.920 Alberto adquirió uno de los aserraderos más importante de la región ubicado en la localidad de Embarcación que abastecía de durmientes de quebracho a la empresa encargada de construir las líneas del ferrocarril que años más tarde llegaría con sus rieles y el progreso hasta la frontera con Bolivia. Pasaron un par de años y Alberto decidió desmantelar el aserradero de Embarcación de su propiedad que contaba con las mejores maquinarias de la época para montar con toda esa estructura disponible dos establecimientos, uno en Campichuelo, 12 kilómetros más al norte y otro en Tartagal. Cuando amanecía todos los días e infaltablemente, el tren balastro -o balasto- llegaba hasta Campichuelo desde Embarcación para regresar al atardecer. Llevaba los obreros que trabajaban en la construcción del ferrocarril y los rollos de quebracho para la obra. En Tartagal el nuevo aserradero también contaba con una imponente estructura en cuanto a maquinarias. Pasaron unos pocos años y Alberto no estaba satisfecho con su trabajo por lo que decidió ponerlo al frente el establecimiento de Tartagal a Zenobio Villaflor, el primer maquinista que llegó a Tartagal. Pero don Villaflor trabajó unos pocos años con Alberto y decidió independizarse.

Especies de la selva virgen

Lapacho, cebil, quina, roble, palo santo y urundel; curupai y palo amarillo y, por supuesto, el tan valioso cedro eran las especias que la selva otorgaba generosa a los pioneros de la explotación maderera. Los ejemplares que surgían de la selva virgen eran de tales dimensiones que se tardaba todo un día en trasladarlos apenas unos cuantos kilómetros.

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