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Se fue doña Amparo, una lady de Tartagal

Martes, 03 de septiembre de 2019 08:51

En la noche del domingo 1 de septiembre falleció la docente tartagalense Amparo Fernández de Maidana. Hacía más de 30 años que estaba jubilada, pero no había vecino de la ciudad que al verla atendiendo en su bazar, ubicado a pocos a metros de la plaza San Martín, ya bien entrada en años no reconociera en ella a una mujer que dejó en alto el honor, la dignidad, la profesionalidad del trabajador docente, del maestro de alma. 

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En la noche del domingo 1 de septiembre falleció la docente tartagalense Amparo Fernández de Maidana. Hacía más de 30 años que estaba jubilada, pero no había vecino de la ciudad que al verla atendiendo en su bazar, ubicado a pocos a metros de la plaza San Martín, ya bien entrada en años no reconociera en ella a una mujer que dejó en alto el honor, la dignidad, la profesionalidad del trabajador docente, del maestro de alma. 

Amparo era una dama en toda la extensión de la palabra, una lady como se dice en tiempos de globalización y esa distinción se dejaba ver en ella, en su hablar bajo, pausado, en sus comentarios -muchas veces punzantes- que solo puede expresar alguien bien informado de lo que pasa en su ciudad, en su país y hasta en buena parte del mundo.

En el mostrador de su pequeño bazar nunca faltaba un ejemplar de El Tribuno como tampoco la visita de los clientes de toda la vida, de tantos amigos y conocidos que cosechó a través de los años.
Amparo era hija de don Recaredo Fernández, aquel muchacho nacido en Santander, España que llegó a la Argentina con tan solo 12 años de edad.

Una década después el muchacho español llegaba al norte para trabajar en el aserradero de Casas y Echesortu, dos empresarios santafesinos que tenían grandes extensiones en lo que hoy es el municipio de General Mosconi.
Recaredo quedó viudo muy joven y a cargo de cuatro niños. Por eso, poco tiempo después se casó con Amparo Gutiérrez, una chica española también, nacida en Santander y a cuya familia conocía desde su llegada a la Argentina, con quien tuvo tres hijos más.

Con su esposa obtuvieron una finca -en el paraje que hoy lleva el nombre de Yariguarenda, o Virgen de la Peña- donde producían cítricos, verduras y legumbres además de explotar la madera de su campo.
Pero seguramente Recaredo vio en los ojos de su pequeña hija, Amparito, la vocación docente que siempre la acompañó por lo que decidió que la niña estudiara en el Colegio del Huerto en la ciudad de Salta, apenas concluyó la escuela primaria en Tartagal, que por aquellos tiempos no contaba con nivel secundario ni con carrera de magisterio. 

Amparo se recibió en la ciudad de Salta como maestra normal nacional y toda su carrera la realizó en la escuela Coronel Vicente de Uriburu, de esta ciudad, donde ejerció desde maestra grado hasta llegar al cargo de directora. 
Todavía más, en 1972 sumió el cargo de inspectora de zona y su jurisdicción se extendía a los departamentos San Martín, Rivadavia y Orán, por lo que bajo su responsabilidad funcionaban 72 escuelas de nivel primarias de la provincia. 

Ya en el año 2002 el Concejo Deliberante de su ciudad natal, en un merecido homenaje realizado en vida, le impuso su nombre a la plazoleta del maestro, ubicada en el acceso a la ciudad, al lado de la estación terminal de ómnibus.
Y en 2017, Ana María, una de sus hijas, que como sus otras dos hermanas se dedicaron a la docencia, recibía el Tártago de Plata que a Amparo Fernández le entregaban las autoridades en nombre de todo el pueblo de Tartagal. 
Su trayectoria fue impecable, como ese delantal blanco impoluto que vestía cada día y que quedará en la memoria de tantos tartagalenses que vieron reflejada en doña Amparo Fernández de Maidana a una gran docente, una gran educadora. 
 

 

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