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23 de Abril,  Salta, Centro, Argentina
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Se requieren políticas que eludan la grieta

Jueves, 23 de enero de 2020 00:00

El escenario social del Norte argentino es testimonio de las consecuencias del subdesarrollo. El programa para combatir el hambre, la desnutrición y la malnutrición debe ser abordado con objetivos de largo plazo y con un programa técnicamente sólido.

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El escenario social del Norte argentino es testimonio de las consecuencias del subdesarrollo. El programa para combatir el hambre, la desnutrición y la malnutrición debe ser abordado con objetivos de largo plazo y con un programa técnicamente sólido.

La presencia de funcionarios nacionales en nuestra provincia puede ser el punto de partida para que se vaya consolidando una nueva mirada, más realista y más federal que la que prevalece por ahora.

Salta es una provincia pobre, y con muchos pobres. La tarjeta alimentaria, que viene a sumarse a infinidad de planes y programas nacionales, provinciales y municipales, será un paliativo valorable, pero la pobreza regional es el resultado de la exclusión, es decir, de las deficiencias de trabajo y formación profesional, y no solo por la insuficiencia de asistencia del Estado.

La perspectiva de que se instalen 2.000 cisternas en la provincia alienta la expectativa de un salto cualitativo en estas estrategias. Pero no definitivo.

En primer lugar, los informes de la Encuesta Permanente de Hogares, del Indec, solamente relevan la pobreza urbana y desde una perspectiva parcial, que es la incidencia de la inflación en el poder adquisitivo del salario.

Excluidos

En el territorio salteño un 30 por ciento de la población queda fuera de esos relevamientos. Se trata de los habitantes de pueblos pequeños o los hogares desperdigados en el monte, sin agua, pero que tampoco cuentan con energía eléctrica, servicio de gas natural (muchos se calefaccionan con leña), no tienen la asistencia sanitaria indispensable ni acceso suficiente a la educación ni a la Justicia. Están en la periferia. El Indec solo refleja su existencia cuando hace un censo.

Erróneamente se sostiene que la Argentina produce alimentos para 400 millones de personas y que podría duplicar esa cifra. Nuestro país exporta insumos para la ganadería y la industria alimentaria de otros países.

Cambio de mirada

La falta de políticas inteligentes, que prefieren confrontar con el agro, descalifican el desarrollo rural, recargan de impuestos a la producción y la maltratan como si se tratara de una renta especulativa (los latifundios y los terratenientes son figuras del pasado). Así sacaron a la Argentina de ese curso de desarrollo.

Desde 2007 el Chaco salteño ha sufrido las consecuencias de esos conflictos nacionales, a los que agregó una veda absurda de la expansión agroganadera, por el ordenamiento territorial, y la prohibición de la tala dispuesta por un fallo de la Suprema Corte de la Nación, que finalmente se declaró incompetente en la materia, por tratarse de recursos naturales.

La verdadera lucha contra la pobreza, como dijo el ministro Daniel Arroyo recientemente, pasa por la actividad productiva y por la economía familiar en escala.

Cuando la actividad rural se ponga en marcha, con objetivos de valor agregado, exportación, industrialización y empaque en origen, se diseñarán programas de desarrollo sustentable, es decir, que incluyan la protección de la flora y la fauna nativa, y que respete las condiciones de protección social de los habitantes de las fincas. Sin esos requisitos, la exportación de alimentos (para 400 o para 800 millones de personas) será inviable.

A pesar de las dificultades políticas, hoy son varios los empresarios salteños dispuestos a sumarse a un programa de producción familiar en escala, incorporando a muchos hogares de comunidades criollas y aborígenes de nuestro Chaco que sobreviven con pequeñas producciones de subsistencia.

Del mismo modo, ante la emergencia alimentaria y el plan de "Precios Cuidados", el Colegio de Graduados en Nutrición de Salta ya dio a conocer su apoyo, su disposición a colaborar, al tiempo que advirtió sobre la necesidad de que se apliquen criterios técnicos, tales como estimular el acceso a una dieta saludable para los sectores de menores ingresos.

El hambre, la desnutrición y la malnutrición son frutos de la pobreza y la exclusión. Y podrán erradicarse cuando la política diseñe proyectos de fondo. Es decir cuando el desarrollo humano sea una política de Estado que pase por arriba de cualquier grieta.

 

 

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