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La violencia social exige contención para los jóvenes

Nota editorial
Domingo, 05 de enero de 2020 00:37

En el amanecer de Año Nuevo, un adolescente de 17 años fue asesinado en una riña en uno de los barrios del sudeste salteño. Casi al mismo tiempo, se produjo en un barrio cercano a La Plata, en la provincia de Buenos Aires, un triple crimen, espeluznante por la alevosía del homicida, que sería un joven, hijo de una de las víctimas. Una tragedia familiar en la que las adicciones habrían cumplido un papel central.

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En el amanecer de Año Nuevo, un adolescente de 17 años fue asesinado en una riña en uno de los barrios del sudeste salteño. Casi al mismo tiempo, se produjo en un barrio cercano a La Plata, en la provincia de Buenos Aires, un triple crimen, espeluznante por la alevosía del homicida, que sería un joven, hijo de una de las víctimas. Una tragedia familiar en la que las adicciones habrían cumplido un papel central.

En la costa atlántica, un patovica casi mata a golpes a un muchacho. En simultáneo, en Embarcación, diez jóvenes de la comunidad wichi "El Tráfico" quedaron presos cuando querían realizar una denuncia por agresión "a machetazos" por parte de una patota, a lo que sumó luego la detención del cacique Gilberto Vicente, quien iba a reclamar por su gente. De ser cierta la denuncia de los detenidos, la policía habría denegado derechos e incurrido en abuso de autoridad y, probablemente, en una acción discriminatoria hacia la comunidad indígena.

Estos hechos violentos hablan de la vulnerabilidad de muchos jóvenes y deberían interpelar a las autoridades.

La violencia social es un síntoma de la realidad. Afrontarla es deber del Estado y debe ser abordada por expertos, es decir, por profesionales con conocimientos en materia de prevención. Ni la sobreactuación de la represión ni del garantismo -ni la ideología- deben regir las decisiones, como tampoco pueden quedar a cargo de funcionarios designados por amistad política o por acuerdos ajenos al interés colectivo.

El problema es grave y requiere un diagnóstico preciso.

En los barrios de Salta, los líderes locales y los referentes plantean como prioridad solucionar la violencia de las patotas, integradas por chicos expulsados del sistema educativo, sin perspectivas de desenvolvimiento laboral y cercados por el narcomenudeo. Aunque faltan informes oficiales, se estima que son centenares de pandilleros que actúan en las diferentes zonas de esta capital. Según la Policía, la mayoría de ellos son adictos a las drogas, no trabajan ni estudian.

Un informe de Sedronar, de alcance nacional, consigna que 7 de cada 10 adolescentes argentinos consumieron alcohol alguna vez y casi el 80% lo hizo por primera vez antes de los 14 años. El alcohol es la sustancia psicoactiva más consumida por estudiantes de secundaria en todo el país.

Según Unicef, en 2016 murieron 264 adolescentes como consecuencia de agresiones y riñas. Por cada chica víctima de estos casos, murieron 5,6 varones. Esa es la tendencia que se observa a lo largo de los últimos quince años.

El estudio consigna que en la Argentina los casos de suicidio adolescente se triplicaron en los últimos 30 años. La cifra asciende a 12,7 cada 100.000 adolescentes entre los 15 y los 19 años. En Salta y en Catamarca, ese indicador asciende a 18,7 cada 100.000.

Las causas pueden ser varias, pero entre ellas figuran la falta de contención familiar e institucional y las dificultades para cumplir con los estándares sociales aceptados, el padecimiento mental no atendido y el abuso sexual.

Quizá, una de las formas más preocupantes de la violencia de género se manifieste en las cifras de la maternidad adolescente. Según el mismo organismo, en 2017, en el país se registraron 91.586 nacimientos de chicas de entre 15 y 19 años; y 2.493 mamás de entre 10 y 14 años. Estas maternidades precoces son más frecuentes en las provincias del Norte Grande. En Salta, ese año, el 18,3% de los nacimientos correspondió a madres adolescentes. En la mayoría de los casos se trata de jovencitas que abandonaron la enseñanza media.

La vulnerabilidad social de los jóvenes es un problema de seguridad, de salud pública y de derechos humanos. Los padres son insustituibles, pero la realidad social también castiga y desborda a muchas familias argentinas.

Los gobiernos deben asumir su responsabilidad con decisiones maduras, porque de nada sirven los discursos que exaltan a la juventud si los sistemas del Estado, la escuela, la política sanitaria, la policía y la Justicia no les garantizan prevención y contención a los adolescentes.

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