En el paraje El Alfarcito, ubicado en la Quebrada del Toro, a unos 80 kilómetros de la ciudad de Salta, el último sábado de cada mes los artesanos de los cerros rosarinos se reúnen para compartir una jornada de intercambio de ideas y de socialización.
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En el paraje El Alfarcito, ubicado en la Quebrada del Toro, a unos 80 kilómetros de la ciudad de Salta, el último sábado de cada mes los artesanos de los cerros rosarinos se reúnen para compartir una jornada de intercambio de ideas y de socialización.
Ellos viven en la inmensidad de la pre-puna, perdidos entre valles y quebradas. En una naturaleza con condiciones atmosféricas y geográficas que dificultan la vida, se dedican a su pequeño rebaño de animales, tienen algunos lugares para sembrar o mantienen una huerta familiar con riego por goteo.
El recordado padre Chifri les brindó un lugar en Alfarcito para que fuera el centro de venta de sus productos, por ser Alfarcito un punto equidistante a las 25 comunidades de la quebrada. Desde el 2007 no han dejado de mostrar sus trabajos, verdaderas artesanías, llenas de talento y de amor.
Pero la pandemia también golpeó duro en la economía de los artesanos del Toro: "Algunos meses fue imposible reunirse por las medidas preventivas. La falta de actividad turística local y extranjera afectó las ventas, viéndose seriamente afectada su principal fuente de ingresos", contó Carlos Figueroa, vocero de la Fundación Alfarcito.
En cada artesano existe una historia muy fuerte de vida, de dolor, de superación, de fe y esperanza. Ellos trabajan para sostener a sus familias.
"La Fundación Alfarcito implementó una venta por catálogo para ayudar a mantener el ingreso de cada familia. Si bien las ventas no son como otros años, es una solución para obtener un nivel de ingreso que les permita salir adelante", dijo Figueroa.
"Es maravilloso ver la alegría y la esperanza que traen cada fin de mes, pidiéndole a Dios que les permita vender sus trabajos y agradeciendo las bendiciones recibidas. Nunca olvidan al padre Chifri, él vive en el corazón de todos ellos", aseguró.
"Algunos traen tejidos, otros trabajos de carpintería en cardón, pesebres o productos de decoración como las llamitas de lana. Ellos ponen el precio al que se debe vender, lo dejan anotado en una tarjeta que queda con cada trabajo, tal como les enseñó el padre Chifri", el "Santo de la Quebrada del Toro", como lo hemos llamado tras su muerte acaecida en 2011.
Del ritual de los sencillos y habilidosos artesanos del Toro, Carlos contó: "Llegan por la mañana y entregan sus nuevos trabajos, reciben el dinero de las ventas del mes y participan de un taller de especialización. Terminadas las actividades, tienen un momento de oración en la capilla y luego comparten un almuerzo de amigos".