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Un conflicto en torno de los derechos humanos

Con 2.000 asesinatos en ocho meses, el informe ONU describe una cruel dictadura.
Jueves, 08 de octubre de 2020 02:27

El conflicto interno planteado en torno a la violación de los derechos humanos en Venezuela muestra, con crudeza, la fragilidad ética del discurso progresista en la Argentina y al mismo tiempo, la fractura de un oficialismo que no logra definir posiciones claras en ningún área, debido a las tensiones y los intereses que lo condicionan. La evidente filtración de información reservada que llegó a manos de Nicolás Maduro mucho antes de la votación en la ONU, la aparición de Luis D'Elía como vocero del presidente venezolano y la falta de autoridad frente a dos embajadores más comprometidos con Caracas que con el presidente que los designó son indicios claros de socavamiento interno. La liviandad del jefe de Gabinete, Santiago Cafiero, al defender ayer a Carlos Reimundi, quien sigue en su cargo en la OEA, es síntoma de fragilidad.

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El conflicto interno planteado en torno a la violación de los derechos humanos en Venezuela muestra, con crudeza, la fragilidad ética del discurso progresista en la Argentina y al mismo tiempo, la fractura de un oficialismo que no logra definir posiciones claras en ningún área, debido a las tensiones y los intereses que lo condicionan. La evidente filtración de información reservada que llegó a manos de Nicolás Maduro mucho antes de la votación en la ONU, la aparición de Luis D'Elía como vocero del presidente venezolano y la falta de autoridad frente a dos embajadores más comprometidos con Caracas que con el presidente que los designó son indicios claros de socavamiento interno. La liviandad del jefe de Gabinete, Santiago Cafiero, al defender ayer a Carlos Reimundi, quien sigue en su cargo en la OEA, es síntoma de fragilidad.

Luis D'Elía, con franqueza militante, siempre se manifestó alineado con Hugo Chávez, Cuba e Irán.

La sindicalista Alicia Castro no solo renunció a su postulación como embajadora en Rusia, sino que destrató al presidente Alberto Fernández al ventilar detalles de una supuesta una conversación privada entre ambos.

Las previsibles fracturas de un "frente de todos", que sumó el agua y el aceite solo para ganar una elección, crean un escenario que recuerda mucho al gobierno de la Alianza.

Pero si las cuestiones políticas son preocupantes, las que tienen que ver con la coherencia ideológica y ética son de fondo, y conspiran contra la misma cultura democrática. El informe de Michelle Bachelet denuncia el asesinato de 2.000 opositores en Venezuela desde enero de este año y la detención sistemática de opositores políticos. Además, menciona expresamente como responsables al ministro de Defensa, Vladimir Padrino; de Interior y Justicia, Néstor Reverol y a Nicolás Maduro.

En febrero, el jefe militar Diosdado Cabello había anunciado públicamente la modernización del armamento con que está equipada la Milicia Bolivariana, integrada por cuatro millones de milicianos civiles, incorporados al ámbito militar. Las denuncias contra el régimen de Maduro se remontan a 2014 y muestran el espectro de una dictadura apoyada en el poder de las Fuerzas Armadas, que exilió a un Tribunal de Justicia y que, cuando la Asamblea Legislativa tuvo mayoría opositora, creó otra Asamblea. Un régimen que fue capaz de fundir a su propia industria petrolera, que generó la mayor migración masiva en la história de América del Sur y es responsable hoy de una catástrofe humanitaria.

La experiencia argentina es elocuente. Cuando la Triple A y, luego, la dictadura militar de los '70, produjeron miles de crímenes, desapariciones y robos de bebés, muchos países se solidarizaron con la Argentina. Significativamente, el apoyo a las víctimas no llegó de Moscú ni de La Habana, sino de Europa y el EEUU de James Carter.

La posición adoptada por el presidente y el canciller Felipe Solá sigue una línea. Argentina debe alinearse con la ONU, defender la no intervención externa, denuncia la violación de los derechos humanos y aboga por una salida democrática e institucional. Los agravios dirigidos ayer desde Caracas contra Fernández alejan esa posibilidad.

Silencio atronador

Nicolás Maduro ha sido denunciado por delitos de lesa humanidad. El silencio de Cristina Fernández, otra vez, es atronador. Y demuestra que su compromiso con los derechos humanos es condicionado. Maduro no es Chávez, y la Venezuela bolivariana es un sueño del pasado.
Una revolución naufragada, como el sandinismo. Nada justifica mirar para otro lado y mucho menos, encubrir un genocidio.
 

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