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Una nostálgica recorrida por la República de los Niños en La Plata

Esta magistral obra permanece con fuerte arraigo al concepto de la democracia. Y se sostiene el mito que Walt Disney se inspiró en ella para Disneylandia. 
Martes, 17 de noviembre de 2020 22:20

Por Israel Cinman

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Por Israel Cinman

Recorrer la ciudad de La Plata, es a los ojos de cualquier profano, un paseo a la impecabilidad arquitectónica. 
Pocos saben que están caminando por la ciudad masónica por excelencia en Argentina, donde se empecinaron en generar la ciudad de las simetrías geométricas, donde las antorchas, las alas, los soles y donde cada seis cuadras la séptima es una plaza.
Donde la calle principal lleva el número 13, que los supersticiosos creen es la mala suerte, pero para los señores de la escuadra y el martillo sabemos que es el número de la transformación.
¿Será una casualidad que por estos lares se haya elevado a la faz de la tierra la república de los niños?
Que su vez está entre los primerísimos parques temáticos recreativo educativo del mundo!
Si!!! en estas 35 hectáreas, expropiadas al frigorífico inglés donde estaba el Swift Golf Club, se edificó desde 1949, para inaugurarlo en dos maratónicos años, un espacio único y visionario para desarrollar ciudadanía. La mágica República de los Niños.
Fruto de un sueño transgeneracional... “Deseamos poner al niño en un medio de alegre esparcimiento, en directo contacto con las responsabilidades ciudadanas del futuro, para que cuando llegue a hombre sea un argentino consciente de sus deberes, derechos y obligaciones. 
A la par que tenga para sus primeros años un recuerdo amable e imperecedero, y así forme a sus vástagos más buenos y generosos”, sentenciaba su inspirador, el coronel Domingo Mercante.

Inauguración y futuro
Desde aquel 1951 este lugar pasó por todos los vaivenes de la historia política. En cada golpe y en cada suspiro de la democracia se abandonaba y se recuperaba, alineado a los designios del poder de turno. Imagínense en las dictaduras, la República de los Niños era una ofensa.
Siento hoy aquí una emoción contradictoria. Es como ver una bella prenda que dejamos al sol, bellísima pero desteñida, ¿una metáfora de nuestro país?
Estaciono en un inmenso playón, donde hay espacio para todos pero muy pocos vienen y los que venimos (esta es mi segunda vez con un intervalo de 40 años) nos maravillamos con semejante mensaje de este lugar emblemático.
Hay lugar para estacionar en una república, pero... cómo no maravillarnos con: 
* La legislatura inspirada en la cámara de los lores.
* El banco, evocando al palacio Ducal de Venecia.
* El palacio de la cultura modelando al Taj Mahal.
* La iglesia con estilos europeos.
* La plaza de la amistad reinando con San Martín en escala para niños.
Otra época, donde los argentinos veíamos al mundo como posibilidad.
Cómo no asombrarnos con:
* El cuartel de los bomberos, único con terraza para avistar incendios... que no pudimos ver en cada golpe de Estado.
* La estación del tren con improntas nórdicas parece llevarte a Bremen, en Alemania.
* La estación de YPF languidece por las privatizaciones.
* La oficina de AFIP clama por transparencia.
* Los talleres ferroviarios duermen siestas eternas.
* La oficina de la Aduana, con barco en el muelle, nos grita ¡produzcan, exporten!
Ayy república, república, qué te hicimos..!
Y en el corazón de este lugar el Centro Cívico nos tira la oreja por lo no aprendido sobre cómo funciona el sistema democrático.
La legislatura, toda de madera, con estrados y bancas, hasta nos hace acordar a los que dignificaron esos asientos con sus discursos encendidos, bastante distantes a las chicanas de varios de ahora que son más celebres en las cámaras de TV que en las cámaras legislativas.
Hasta la mítica “salle des pas perdus”está aquí conectando las dos cámaras, buscando ese espacio para la reflexión antes de los debates.
Aquí se respira DEMOCRACIA, de la más contundente y poderosa.
El Palacio de Justicia con su estilo gótico, que emerge como una postal holandesa, corona la sala de juicios orales, oficina de juzgado y hasta el calabozo en el sótano cual mazmorra, mientras la radio sigue transmitiendo los derechos del niño que se infiltran en todos los lugares y oídos.
La Casa de Gobierno nos invita a recorrer los despachos ministeriales en la planta baja, mostrando la especialización de cada área y su misión a cumplir, los visitantes husmean por las ventanas asombrados por lo que no sabemos que no sabemos. 
Arriba el despacho presidencial como vigía visionario de un barco nos avisa que necesitamos saber diferenciar entre un político que piensa en la próxima elección y un estadista que piensa en la próxima generación.
Y la parte más emotiva, allí coronando la entrada, una estatua de la república, con el escudo nacional y el bastón de mando, me hace detener y pensar... 
Aristóteles decía: “Un montón de gente no es una república”. Efectivamente Re-publica-res (cosa) y pública perteneciente al populus, el poder reside en el pueblo que lo delega transitoriamente y nunca lo abdica. Me remonto a la bella pintura de Daumier, la república de pechos nutrientes para hacer fuertes a sus hijos educándolos para la libertad.
Me voy retirando y sigo pensando en la frase de Walt Disney sobre esta obra educativa-recreativa genial: “Esto es magistral, hay que hacerlo grande, hay que pensar en grande, esto tiene que ser conocido en el mundo”.
La República de los Niños se inauguró en 1951 y Disney abrió su parque, Disneyladiam en 1955... 
#exploralo. 
¿Qué es ser republicano?

 

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