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Allá Ellas presenta “Entonces los sueños”

La galería on line se completa con el trabajo de Gabriela Zanandrea. Esta serie propone un recorrido por una infancia desprotegida, pero no menos soñadora.
Miércoles, 18 de noviembre de 2020 22:12

El colectivo artístico Allá Ellas presenta la cuarta exposición on line. Se trata de “Entonces el sueño”, de Gabriela Zanandrea. Después de “Entonces el aire”, de Silvia Katz; “Entonces el agua”, de María Laura Buccianti; y “Entonces la tierra”, de Virginia Montaldi, lo predecible hubiera sido que el motivo de esta flamante muestra fuera el fuego. Sobre todo si de completar los cuatro principios que componen el universo según la filosofía griega se tratase.

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El colectivo artístico Allá Ellas presenta la cuarta exposición on line. Se trata de “Entonces el sueño”, de Gabriela Zanandrea. Después de “Entonces el aire”, de Silvia Katz; “Entonces el agua”, de María Laura Buccianti; y “Entonces la tierra”, de Virginia Montaldi, lo predecible hubiera sido que el motivo de esta flamante muestra fuera el fuego. Sobre todo si de completar los cuatro principios que componen el universo según la filosofía griega se tratase.

Una de las obras que componen la serie “Entonces los sueños”, de Gabriela Zanandrea.

Para Gabriela Zanandrea, sin embargo, el sueño es un fundamento, un medio y un recurso que le fueron y le son necesarios. “Cuando empezamos a hablar con las chicas de las cosas que nos mantienen vivas cada una fue decantando en elementos imprescindibles para la vida. Como es nuestro modo de trabajo no nos ponernos corsetes ni lineamientos rígidos, sino que vamos construyendo con libertad, para mí una de las cosas que me mantuvieron viva y a flote fueron los sueños, juegos y ensoñaciones de la infancia y tengo que confesar que al día de hoy sigo recurriendo a ellos como salvavidas, como bálsamos, como conjuros”, detalló. Gabriela relató que su infancia transcurrió en “la incertidumbre, la soledad y la intelección” al quedar huérfana en la década del 70.

La obra “Una balsa en la tormenta”, de inquietante belleza.

En su serie niñas de cabello corto o apretado en peinados infantilizantes -propio de las instituciones de hace unas décadas- se sostienen en un mundo imaginario en el que una silla es un trono, un caballo móvil de madera un corcel... todo parece inofensivo hasta que las expresiones desactivan el disfrute del juego. Hecho que confirmamos en “Una balsa en la tormenta”: un mar ominoso se cierne en torno de una niña montada a una casa de muñecas... En casi todas las imágenes los personajes están dentro de burbujas usadas como habitáculos herméticos y asilados del exterior. “Como todos los chicos, mi hermana y yo logramos crear estas burbujas de refugio y contención. Burbujas porque son íntimas, aisladas; pero también porque son frágiles y si las querés atrapar se rompen... mejor que floten libres”, expresó Zanandrea, para quien eso glóbulos de aire eran “realidades paralelas que nos protegían casi como una placenta, afuera podía explotar el mundo, pero adentro seguían nuestras aventuras, cumplíamos nuestros deseos, vivíamos aventuras maravillosas y éramos felices”, afirmó.

Añadió que para ella el arte se fue “colando” en su vida lentamente y “sin grandes aspavientos”. “No fue un rayo fulminante, sino una brisa fresca que me ayudó a respirar en momentos difíciles y se fue haciendo parte de mí y quedó cautiva”, precisó. Agregó que cuando cursaba Antropología en la Universidad de Buenos Aires la invitaron a trabajar como docente de arte para chicos en el Taller de la Rivera de San Isidro. Paralelamente empezó a estudiar dibujo y pintura. Entre 1990 y 1994 fijó su residencia en España y el dibujo se le presentó de forma intensiva, mientras recorría Europa visitando cada museo. “Después me fui a Puerto Rico y ahí decidí sistematizar mis estudios en la Universidad, haciendo la especialización en grabado. Ya para esa altura era definitivamente mi modo de vida”, acotó Gabriela, que trabajó como profesora, escenógrafa y jefa de pintura en producciones de cine y publicidad.

Una vez en Salta, en 2008, se dedicó en exclusiva a su taller, La salamandra, y a su producción artística. “Encontré un ambiente muy propicio y un grupo de trabajo solidario y enriquecedor: Allá Ellas”, dijo.

Sobre cómo la atraviesa reencontrarse con su infancia tamizada por el arte concluyó: “Siempre vuelvo a ellas como consuelo, para mitigar la lejanía de mi eterna compinche (por su hermana). Nos separan demasiados miles de kilómetros; sin embargo, nos unen esos mundos atemporales donde seguimos pudiendo ser y hacer a nuestro deleite. Los hago imagen y se los soplo con fuerza... ella los recibe, los disfruta, nunca los atrapa; ya sabemos, los dejamos pasar. Siempre se pueden crear nuevos”.

 

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