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Balcones, conectando el interior y el exterior de los salteños

Cubren los edificios que rodean la plaza 9 de Julio, sobre la avenida Belgrano, en la zona más antigua, y en las casonas de la San Juan.  En algunos edificios marcan un espacio para la demostración de poder, en otros solo están destinados a la recreación y el encuentro.  
Sabado, 21 de noviembre de 2020 18:04
El paseo de balcones de la calle Caseros.

Para la Real Academia Española (RAE) un balcón, es una ventana abierta hasta el suelo de la habitación, generalmente con prolongación voladiza y con barandilla.
Los balcones están guarnecidos con balaustradas de madera, piedra o hierro y sostenidos por soportes de madera o hierro en las construcciones económicas o campestres, y por ménsulas de piedra esculpidas en las construcciones monumentales. De todos los modelos, su función es prolongar el interior de la vivienda hacia el exterior. Es llegar hacia la calle y desde allí, desde lo alto, ser un espacio de ostentación o de refugio. En algunos casos son el refugio de la ropa o las bicicletas que no se pueden guardar en la vivienda. 

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Para la Real Academia Española (RAE) un balcón, es una ventana abierta hasta el suelo de la habitación, generalmente con prolongación voladiza y con barandilla.
Los balcones están guarnecidos con balaustradas de madera, piedra o hierro y sostenidos por soportes de madera o hierro en las construcciones económicas o campestres, y por ménsulas de piedra esculpidas en las construcciones monumentales. De todos los modelos, su función es prolongar el interior de la vivienda hacia el exterior. Es llegar hacia la calle y desde allí, desde lo alto, ser un espacio de ostentación o de refugio. En algunos casos son el refugio de la ropa o las bicicletas que no se pueden guardar en la vivienda. 

 

Balcón del Vaticano.

 

Algunos balcones están adaptados para propósitos ceremoniales, por ejemplo el de la Basílica de San Pedro, desde donde el Papa da su bendición. En los teatros, un balcón era antiguamente una caja sobre el escenario, pero actualmente el nombre se da únicamente a una parte del auditorio, sobre el círculo de las plateas y bajo la galería.

 

Balconeo, una vieja costumbre.

En algunos países como el nuestro, se llamaba balconear a la ya poco usual estrategia de mostrarse desde el balcón. Muchos palacios de Gobierno y edificaciones gubernamentales poseen balcones donde se realizan diferentes ceremonias, como posesiones y conmemoraciones.

 

El origen del balcón

Uno de sus posibles orígenes se remontan a la Mesopotamia, hacia el 2.000 AC, cuando a las viviendas de la primera planta se les adosaba un añadido que permitía que las angostas calles cuenten con una agradecida sombra. 

 

 

El balcón de Verona o de Romeo y Julieta.

 

El Renacimiento rescató esta figura arquitectónica cuando las ciudades medievales relegaron las atalayas defensivas de las murallas. El más famoso es el de Julieta Capuleto en la famosa obra de William Shakespeare. En Verona hay un balcón que homenajea a la pareja más famosa de la literatura del siglo XVI, pero en rigor fue añadido siglos después de que se construyera la casa renacentista que es visitada por más de un millón de personas. Pero no les importa que sea falso, como a las parejas que pagan 700 euros por poder decir “Sí quiero” para sellar su matrimonio.
La revolución industrial de Gran Bretaña permitió que elementos como el hierro sirvan como un toque decorativo fundamental para una nueva generación de balcones que emergieron desde mediados del siglo XIX

Escenario para el poder

Los balcones sirven como plataforma para el poder. Puede ser el clerical, con el Papa impartiendo bendiciones desde el Vaticano. O político, como ocurre desde la Casa Rosada. 

 

Balcón de la Casa Rosada.


El balcón constituye un elemento arquitectónico presente en las edificaciones de la ciudad desde las primeras viviendas de la época virreinal. En aquellos tiempos, la arquitectura doméstica se caracterizaba por la introspección, reflejando también la forma de vida y la idiosincrasia de los habitantes durante los primeros siglos. Desde ellos, sobre todo las mujeres, podían observar las actividades de la calle, pero permaneciendo en la reserva de estar dentro de la casa fisgoneando el vecindario sin ser vistas, pasando las horas conversando o realizando labores de costura. 
Herencia española, marcaron un verdadero símbolo formal en el vocabulario de la época, que se trasladó al imaginario colectivo.
En este recorrido, conociendo su historia, su origen y los usos que tuvieron, El Tribuno realizó selección que de la mano de la arquitecta María Soledad Gómez, secretaria técnica de la Facultad de Arquitectura de la Ucasal, sobre los que se realizó una descripción y valor histórico. 

 

Balcón del Museo Uriburu. Jan Touzeau.

 Balcón Museo Uriburu
 Los más comunes estaban hechos con una estructura de madera, con ménsulas recortadas, que constituían, junto con el resto de las carpinterías y demás elementos de madera, uno de los pocos recursos ornamentales de las fachadas coloniales. Se terminaban con barandas de madera tallada, y los que estaban cubiertos, se completaban con columnas de madera que sostenían la cubierta de tejas. Muy escasos fueron en este período los balcones de hierro, al igual que las rejas, este era un material muy costoso, al que solo accedían las familias sumamente acomodadas. 

 

Balcones de hierro de calle Caseros. Carina Costello

 Balcón con baranda de hierro, al lado del Cabildo
El fin del virreinato, trajo consigo una serie de cambios tanto políticos, económicos y sociales, que se reflejaron también en nuevas formas de manifestaciones en el arte y la arquitectura, y por supuesto, en las costumbres y evolución de la sociedad. Este momento, marcado por una concepción mucho más extrovertida, los balcones se mantuvieron, pero sufrieron la lógica transformación en su apariencia y materiales. Luego de la apertura del monopolio comercial con España, surgieron nuevos materiales procedentes de otros países europeos. La madera en muchos casos se reemplazó por ménsulas de perfiles de hierro, que no quedaban a la vista, y que luego eran terminados con ménsulas premoldeadas que los sostenían formalmente. Así también, las barandas, de planchuelas generalmente de origen inglés, se organizaban en diversos diseños reproduciendo algunos catálogos de herrería andaluces. También solían usarse piezas prefabricadas de fundición de hierro.

 

Balcón de la escuela Uriburu.

 Balcón de Alberdi y San Juan
Asimismo, con la aparición de las ochavas, se generaron las pintorescas perspectivas de balcones esquineros, los cuales permitían una visual panorámica del caserío todavía bajo y tranquilo de aquellos tiempos.

 

Balcón de madera al lado del Cabildo. Jan Touzeau.

Balcón de madera al lado del Cabildo
Entrado el siglo XX, y en la búsqueda de cambiar los gustos importados del siglo XIX, hubo una vuelta filosófica hacia las raíces culturales de la época colonial, que se hizo presente también en la arquitectura, viviendo un verdadero “revival” del barroco americano, donde volvieron a aparecer, aunque con mucha mayor suntuosidad, los balcones de madera y tejas coloniales, con balaustres torneados y ménsulas recortadas. 

 

Balcón del Arzobispado. Jan Touzeau.

Balcón de la Curia
También marcaron un hito los balcones “limeños” recordando el esplendor imperial, aunque alejado de los centros urbanos que le dieron inspiración. Estos llamativos cajones conformaban un volumen saliente sostenido por importantes ménsulas y canes. Sobre su baranda se apoyaban una suerte de celosías traslúcidas que permitían mirar sin ser mirado. 
 

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