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Se abre un nuevo escenario

Jueves, 05 de noviembre de 2020 00:00

La expectativa se prolonga porque la elección estadounidense aún no está definida. Cuando lo esté habrá que ver si el perdedor se resigna. Las denuncias y provocaciones de Donald Trump invitan a suponer que él sabe que está todo dicho. Ambos candidatos acumularon ya un caudal récord de votos; una participación de tal intensidad solo se explica por la profundidad de una grieta que divide a los estadounidenses.

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La expectativa se prolonga porque la elección estadounidense aún no está definida. Cuando lo esté habrá que ver si el perdedor se resigna. Las denuncias y provocaciones de Donald Trump invitan a suponer que él sabe que está todo dicho. Ambos candidatos acumularon ya un caudal récord de votos; una participación de tal intensidad solo se explica por la profundidad de una grieta que divide a los estadounidenses.

Es la identidad del país lo que está en juego. Joe Biden representa a la mitad que privilegia la atención pública de la salud, que considera inaceptables el racismo, la xenofobia y al "ley del revólver", y que adhiere a las perspectivas de género, la legalización del aborto y a las políticas internacionales para prevenir el cambio climático.

Trump, en cambio, ganó lo que ganó con una gestión políticamente incorrecta, reivindicó tradiciones religiosas y detonó vínculos con la prensa y con aliados y organismos internacionales.

Pero su electorado valoró, especialmente, la capacidad del presidente "outsider" para repatriar empresas que se habían ido a Oriente, generar empleo, bajar impuestos y lograr cierta bonanza.

Para América Latina la importancia de esta elección es fuerte, pero imprecisa. Biden es mucho más claro en cuanto a los valores democráticos, pero nada indica que nuestra región sea particularmente importante para su proyecto.  La cercanía de China y Rusia podría generar inquietudes en EEUU, pero no tantas como en principio serían imaginables. Ninguno de los dos tiene posibilidad de convertirse rápidamente en un imperio. A pesar de la enorme crisis social que la pandemia genera en América Latina, no es imaginable un "Plan Marshall" como el que impulsaron los demócratas en la Europa de posguerra.

Por lo que se ha visto en los últimos meses, para el México de Andrés López Obrador y el Brasil de Jair Bolsonaro, una nueva presidencia de Trump no sería mal negocio. Incluso, la guerra comercial con China también podría tener efectos favorables si EEUU decidiera conservar el área bajo su control y dispusiera por eso un plan de inversiones y nuevos acuerdos comerciales.

En este punto, Trump aparecería más proclive al protagonismo. Pero el sentimiento antinorteamericano y el rechazo a la globalización convierten a América Latina y a la Argentina en particular en territorios inhóspitos para programas de esa naturaleza. Pero los beneficios o las desventajas dependerán de decisiones comerciales, regímenes arancelarios y de la estabilidad de las tasas de interés que en cualquier momento pueden provocar un tsunami.

Para nuestra región es imprescindible que los gobiernos entiendan -y el nuestro especialmente- que cabe esperar un reacomodamiento del escenario internacional que requerirá dejar de lado las ideologías y las fantasías de nuevos liderazgos y defender inteligentemente los propios intereses.

 

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