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Se fue un caballero del talento, el ingenio y la cordialidad

Con 87 años y dueño de un talento y un empuje inigualables, Clemente Aramayo dejó una impronta de esfuerzo y dedicación, marcando una época en la historia de la publicidad en Salta, pero también una huella de cariño en todo el territorio provincial.
Viernes, 11 de diciembre de 2020 01:16

Creativo incansable, visionario y dueño de una asombrosa lucidez que lo acompañó hasta el último momento, Clemente Aramayo, el reconocido publicista salteño, falleció ayer como consecuencia de una enfermedad pancreática que lo sorprendió en las últimas semanas, cuando aún se encontraba activo y trabajando en lo que amaba: la comunicación y la creatividad.

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Creativo incansable, visionario y dueño de una asombrosa lucidez que lo acompañó hasta el último momento, Clemente Aramayo, el reconocido publicista salteño, falleció ayer como consecuencia de una enfermedad pancreática que lo sorprendió en las últimas semanas, cuando aún se encontraba activo y trabajando en lo que amaba: la comunicación y la creatividad.

Con 87 años, Aramayo, “El Negro”, “El Viejo” o simplemente Clemente, como lo llamaban, seguía recorriendo cada kilómetro de la provincia con su estampa fina y erguida, buscando promocionar las bondades de esta tierra, con el turismo de Rosario de la Frontera y los Valles, la minería de su amada Puna, el petróleo en el norte o la ganadería en Anta y Rivadavia.

Había nacido un 23 de septiembre de 1933, en Embarcación, precisamente en La Quena, a orillas del majestuoso río Bermejo. Tal vez por eso su espíritu era el de un “pescador y guitarrero”; tal vez por eso siempre buscaba “un pique de ensueño”.

Era un amante de la poesía salteña y supo desandar noches con sus amigos poetas, célebres de la década del 60. Fue percusionista de César Isella en el Festival Latinoamericano de Folclore, allá por 1965, cuando el cantor se separó de Los Fronterizos.

En sus años mozos, Aramayo también se destacó como duro defensor del Club Federación, donde alcanzó fama y reconocimiento.

Pero su destino estaba sellado por ese toque de ingenio y creatividad que siempre lo caracterizó, junto con un carisma único de cordialidad y buen trato. Ese era su fuerte y el que más le gustaba mostrar.

Ayer, mientras la noticia comenzaba a difundirse, una mujer del Valle de Lerma comentó: “Se fue el último de los caballeros”. Y es que Clemente lo era, con todas las letras.

Pero esa cualidad humana era tan perceptible como su talento. A fines de la década del 70 ya promocionaba ideas publicitarias en lo que luego se transformó en una de las primeras agencias del norte argentino: Delpra Producciones, con la que ganó premios nacionales e internacionales. Quién no recuerda aquel viejo comercial de un modelo que esquiaba y, al mismo tiempo, se iba cambiando de ropa en las aguas del dique Cabra Corral. Con ese spot vendrían los reconocimientos posteriores.

Antes, desde una pequeña oficina ubicada en Galería Margalef, Aramayo se hizo fuerte en plena época de oro de la publicidad gráfica. A medida que iba aumentando la demanda de su talento para la radio y la televisión, se trasladó a un amplio estudio de calle Mendoza y Lerma, y luego a otro mucho más amplio en avenida Chile, donde empezó a producir contenidos informativos para televisión.

Desde un pedestal federalista, Aramayo aseguraba fervorosamente que el valor real de la provincia se resumía en todo lo que puede producir el interior. Con ese concepto y apenas retomada la democracia, Aramayo acompañó al exgobernador Roberto Romero en la promoción inclaudicable de Salta y su privilegiada posición geopolítica. Defensor y promotor del Corredor Biocéanico y del Paso de Sico, la Puna lo tuvo como un habitante más, desde sus permanentes viajes a San Antonio de los Cobres y Tolar Grande. El Valle alto, con Seclantás, Molinos y Cachi, también eran destinos permanentes de este romántico, enamorado de cada rincón salteño. Cuando las comunicaciones y los caminos eran aún precarios en Salta, solía recorrerlos en motocicleta de sur a norte, de este a oeste, recolectando información y acercando las inquietudes de las comunidades más alejadas, para publicarlas, como producción independiente, en el Suplemento de Interior de El Tribuno.

Fue un ferviente defensor de la cultura de cada pueblo y la persona en la que muchas voces del interior profundo encontraron eco.

Sus ganas de trabajar eran avasallantes, aún a los 87 años. En la segunda mitad de este 2020 tan particular, su salud se vio afectada “¡por primera vez!”, como lo había afirmado hace pocos días. 

Hoy, tristemente, nos toca despedir a un gran amigo. Seguramente andará por otras rutas y otros caminos con la sonrisa y ese porte de una figura inconfundible y entrañable. Chau “Viejo” querido... te vamos a extrañar.

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