Pareciera que, por estos días, y a pesar de la distancia física que todavía necesitamos mantener, sentimos la necesidad de tener “proximidad emocional” con el otro. Para sentirnos cerca, aun estando físicamente lejos, hay dos técnicas que todos podemos aprender a desarrollar:
a. Sintonización
b. Mentalización.
¿Qué significa sintonizar? Atender los sentimientos del otro y los propios, a medida que se produce un encuentro.
¿Qué significa mentalizar? Hacer una suposición de por qué le sucede lo que le sucede al otro y a mí. Como si se intentásemos adivinar o descubrir por qué actuamos como lo hacemos y qué deseo o necesidad se esconde detrás de nuestras acciones.
Mentalización es:
-Saber los motivos o razones que mueven a la persona a sentir lo que siente.
-La capacidad imaginativa para interpretar el sentido de la conducta.
-Una teoría que elaboramos acerca de qué le ocurre al otro para poder, así, reflexionar de por qué el otro se comporta de tal o cual manera.
-La capacidad de comprender al otro, basándonos en lo que ocurre en nuestro interior.
-La representación, en mi mente, de lo que le sucede al otro.
-Tener la mente del otro en mi mente.
-Ver al otro como si estuviera dentro de mí, o verme a mí mismo como si estuviera mirándolo “desde el balcón”.
Por ejemplo, pensemos en un bebé que llora. La mamá sabe por qué: tiene hambre, frío, dolor, etc., y enseguida acude a calmarlo. Dicho conocimiento va generando en el niño confianza, seguridad, valoración; a la vez que va incorporando el hecho de que los demás son fiables. Esto es muy importante para un desarrollo sano.
¿Qué le ocurre a una persona que, de niño, en lugar de tener padres que mentalizaban, ellos no sabían qué le sucedía y reaccionaban de otra manera?
El niño lloraba y el padre gritaba. O el niño quería ser abrazado y los padres lo ignoraban. Como consecuencia, esa criatura no construyó un vínculo fuerte y seguro. Entonces, de grande, no será una persona nutritiva que desarrollará la confianza necesaria que sanará lo negativo y doloroso de su pasado.
La mentalización incluye cuatro etapas:
a. Percepción adecuada de la señal.
b. Interpretación correcta de la señal.
c. Selección de la respuesta idónea.
d. Coherencia en las respuestas dadas.
Toda vez que sintonizamos y mentalizamos con el otro, se produce una proximidad emocional. Es pensar qué piensa y siente el otro. Yo hago una serie de hipótesis y armo una teoría de qué piensa y/o siente el otro y por qué está actuando de ese modo.Voy ensayando posibles alternativas y pregunto, averiguo, corrijo. De esta manera, uno va ganando experiencia para aprender cómo es la manera de pensar y de ser del otro. Como resultado, las diferencias y todo eso que nos separa y a veces nos parece una enormidad, comienzan a desaparecer. Entonces mejoran nuestros vínculos y disfrutamos tanto de estar con nosotros mismos como con quienes nos rodean.
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Pareciera que, por estos días, y a pesar de la distancia física que todavía necesitamos mantener, sentimos la necesidad de tener “proximidad emocional” con el otro. Para sentirnos cerca, aun estando físicamente lejos, hay dos técnicas que todos podemos aprender a desarrollar:
a. Sintonización
b. Mentalización.
¿Qué significa sintonizar? Atender los sentimientos del otro y los propios, a medida que se produce un encuentro.
¿Qué significa mentalizar? Hacer una suposición de por qué le sucede lo que le sucede al otro y a mí. Como si se intentásemos adivinar o descubrir por qué actuamos como lo hacemos y qué deseo o necesidad se esconde detrás de nuestras acciones.
Mentalización es:
-Saber los motivos o razones que mueven a la persona a sentir lo que siente.
-La capacidad imaginativa para interpretar el sentido de la conducta.
-Una teoría que elaboramos acerca de qué le ocurre al otro para poder, así, reflexionar de por qué el otro se comporta de tal o cual manera.
-La capacidad de comprender al otro, basándonos en lo que ocurre en nuestro interior.
-La representación, en mi mente, de lo que le sucede al otro.
-Tener la mente del otro en mi mente.
-Ver al otro como si estuviera dentro de mí, o verme a mí mismo como si estuviera mirándolo “desde el balcón”.
Por ejemplo, pensemos en un bebé que llora. La mamá sabe por qué: tiene hambre, frío, dolor, etc., y enseguida acude a calmarlo. Dicho conocimiento va generando en el niño confianza, seguridad, valoración; a la vez que va incorporando el hecho de que los demás son fiables. Esto es muy importante para un desarrollo sano.
¿Qué le ocurre a una persona que, de niño, en lugar de tener padres que mentalizaban, ellos no sabían qué le sucedía y reaccionaban de otra manera?
El niño lloraba y el padre gritaba. O el niño quería ser abrazado y los padres lo ignoraban. Como consecuencia, esa criatura no construyó un vínculo fuerte y seguro. Entonces, de grande, no será una persona nutritiva que desarrollará la confianza necesaria que sanará lo negativo y doloroso de su pasado.
La mentalización incluye cuatro etapas:
a. Percepción adecuada de la señal.
b. Interpretación correcta de la señal.
c. Selección de la respuesta idónea.
d. Coherencia en las respuestas dadas.
Toda vez que sintonizamos y mentalizamos con el otro, se produce una proximidad emocional. Es pensar qué piensa y siente el otro. Yo hago una serie de hipótesis y armo una teoría de qué piensa y/o siente el otro y por qué está actuando de ese modo.Voy ensayando posibles alternativas y pregunto, averiguo, corrijo. De esta manera, uno va ganando experiencia para aprender cómo es la manera de pensar y de ser del otro. Como resultado, las diferencias y todo eso que nos separa y a veces nos parece una enormidad, comienzan a desaparecer. Entonces mejoran nuestros vínculos y disfrutamos tanto de estar con nosotros mismos como con quienes nos rodean.