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La fascinación del absurdo en el pueblo Miravete de la Sierra 

El absurdismo, para los lógicos una amenaza, para los perfeccionistas una tensión existencial y para los que amamos el humor... una cosa seria.
Domingo, 13 de diciembre de 2020 00:32

El devenir de la humanidad surge de un acto irracional por excelencia, que es generar un hij@, pues si racionalmente piensas que debes poner en riesgo la vida de un ser para lograr otro, y a su vez tendrás que invertir tiempo, dinero y emociones no siempre positivas en criarlo para que siempre te reclamen algo y a su vez luego se vayan... los números no dan. Pero es el “amor indomable” el que mueve en la dirección de la procreación... por eso el devenir creativo es el amor, esa experiencia irracional que todo lo mueve.
Atraído por el absurdo viajé a España a vivir una absurdidad, ya que es imposible tener una experiencia haciendo experimentos de laboratorio, sino directamente viviendo la experiencia de la inexistencia de la razón.
Se dice que la provincia de Teruel no existe, ya que todo progreso ibérico parece no haber llegado. En cada kilómetro que me voy alejando de Madrid penetro en la España rural donde las ovejas, los pastores, las gallinas, las callejuelas empedradas y las veredas con sus asientos para varios, pero con pocos encima, avisa que el tiempo por aquí se quedó en el reloj de la parroquia. Paradójicamente, el lugar más alto de los pueblos muestra las horas que no pasan.
Cuatrocientos kilómetros viajando rumbo a Miravete de las Sierras, pueblo donde desde el absurdo de la inexistencia se le dio existencia. Un gran cartel muestra que ya llegué; noto cómo mis latidos se apuran para ver la nada. Miravete, que hasta el nombre te enmarca el tiempo que deberías estar allí. Paso por “el” bar y tres parroquianos sentados a la par con sus manos en sus tres bastones me miran sonrientes.
Hola! Buenas tardes!!
Hola! Buenas tardes !! Me responde solo Ángel. Lo reconozco por su peinado. Los otros no se gastan, me parece que estaba de turno para contestar solo Ángel.
¿Me podrían decir donde está el hostal “La casa del cura “?
Y los tres bastones apuntan en diferente altura, la que le da su vitalidad, pero todos a la misma y única dirección.
A ellos, los generadores de la nada, se les cambió la vida. Detrás de una campaña publicitaria basada en un absurdo lograron aumentar los visitantes en un 10.000%, tan exitosa campaña que me enrolaron a viajar más de 11.000 kilómetros para conocerlos.
Miravete el pueblo donde hacen gala de que aquí nunca pasa nada!!!
En La casa del cura, un cartel promocionando un baile de disfraces me saca más sonrisas aún. ¿Es posible que no se reconozcan estos 12 ancianos disfrazados? Solo 12 habitantes!
En la plaza central la fuente hace de rotonda a una circulación de nadie, y el cartel en una madera impecable hace saber con autoridad que “Miravete existe”. Y sigue mi placer absurdo, el más auténtico, esa técnica o estilo que consiste en apelar a componentes que no tienen coherencia dentro de un contexto con previsibilidad lógica. 
Cruzo por el puentecillo medieval sobre el seco río Guadalope. Sí, un río seco, donde el puente sigue absurdamente instalado y en uso.
¿Hace cuánto que no te pasa nada?
Me resuena el slogan y sobre todo: “Ven a Miravete; aquí no te pasará nada”. No hay semáforos, no hay shopping, no hay ruidos, no hay almacén, el momento más álgido es la hora de la compra del pan. Camino al lado de Josefa, que me cuenta con la absoluta síntesis del poco hablar: “Aquí, ni ladrones hay”.
Josefa es una de los 12 y por supuesto está representada en los muñecos de souvenir que se puede comprar... y sigo riéndome de cada absurdidad hermosa.
Regreso al único bar donde cuatro ancianos juegan al guiñote mientras unas copas y unas tapas son más que los habitantes. Aquí me entero de otro recuerdo de esta nada: comprar una teja de la iglesia o por unos euros hacer un ordeñe virtual de una vaca.
Recuerdo al genio del absurdismo Albert Camus en la novela “El extranjero” donde afirma que toda vida es insignificante y que su valor depende exclusivamente del que los seres humanos le den. Y aquí sí que se le dio significado a la nada misma. Todas las grandes acciones y todos los grandes pensamientos tienen un razonamiento irrisorio.
¿A dónde llevará esta escalera de Miravete, que te asciende a la nada?
La nada es lo único que entra en el vacío y en un pueblo donde nunca pasa nada; es el lugar ideal para que pase algo con uno mismo.
 

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El devenir de la humanidad surge de un acto irracional por excelencia, que es generar un hij@, pues si racionalmente piensas que debes poner en riesgo la vida de un ser para lograr otro, y a su vez tendrás que invertir tiempo, dinero y emociones no siempre positivas en criarlo para que siempre te reclamen algo y a su vez luego se vayan... los números no dan. Pero es el “amor indomable” el que mueve en la dirección de la procreación... por eso el devenir creativo es el amor, esa experiencia irracional que todo lo mueve.
Atraído por el absurdo viajé a España a vivir una absurdidad, ya que es imposible tener una experiencia haciendo experimentos de laboratorio, sino directamente viviendo la experiencia de la inexistencia de la razón.
Se dice que la provincia de Teruel no existe, ya que todo progreso ibérico parece no haber llegado. En cada kilómetro que me voy alejando de Madrid penetro en la España rural donde las ovejas, los pastores, las gallinas, las callejuelas empedradas y las veredas con sus asientos para varios, pero con pocos encima, avisa que el tiempo por aquí se quedó en el reloj de la parroquia. Paradójicamente, el lugar más alto de los pueblos muestra las horas que no pasan.
Cuatrocientos kilómetros viajando rumbo a Miravete de las Sierras, pueblo donde desde el absurdo de la inexistencia se le dio existencia. Un gran cartel muestra que ya llegué; noto cómo mis latidos se apuran para ver la nada. Miravete, que hasta el nombre te enmarca el tiempo que deberías estar allí. Paso por “el” bar y tres parroquianos sentados a la par con sus manos en sus tres bastones me miran sonrientes.
Hola! Buenas tardes!!
Hola! Buenas tardes !! Me responde solo Ángel. Lo reconozco por su peinado. Los otros no se gastan, me parece que estaba de turno para contestar solo Ángel.
¿Me podrían decir donde está el hostal “La casa del cura “?
Y los tres bastones apuntan en diferente altura, la que le da su vitalidad, pero todos a la misma y única dirección.
A ellos, los generadores de la nada, se les cambió la vida. Detrás de una campaña publicitaria basada en un absurdo lograron aumentar los visitantes en un 10.000%, tan exitosa campaña que me enrolaron a viajar más de 11.000 kilómetros para conocerlos.
Miravete el pueblo donde hacen gala de que aquí nunca pasa nada!!!
En La casa del cura, un cartel promocionando un baile de disfraces me saca más sonrisas aún. ¿Es posible que no se reconozcan estos 12 ancianos disfrazados? Solo 12 habitantes!
En la plaza central la fuente hace de rotonda a una circulación de nadie, y el cartel en una madera impecable hace saber con autoridad que “Miravete existe”. Y sigue mi placer absurdo, el más auténtico, esa técnica o estilo que consiste en apelar a componentes que no tienen coherencia dentro de un contexto con previsibilidad lógica. 
Cruzo por el puentecillo medieval sobre el seco río Guadalope. Sí, un río seco, donde el puente sigue absurdamente instalado y en uso.
¿Hace cuánto que no te pasa nada?
Me resuena el slogan y sobre todo: “Ven a Miravete; aquí no te pasará nada”. No hay semáforos, no hay shopping, no hay ruidos, no hay almacén, el momento más álgido es la hora de la compra del pan. Camino al lado de Josefa, que me cuenta con la absoluta síntesis del poco hablar: “Aquí, ni ladrones hay”.
Josefa es una de los 12 y por supuesto está representada en los muñecos de souvenir que se puede comprar... y sigo riéndome de cada absurdidad hermosa.
Regreso al único bar donde cuatro ancianos juegan al guiñote mientras unas copas y unas tapas son más que los habitantes. Aquí me entero de otro recuerdo de esta nada: comprar una teja de la iglesia o por unos euros hacer un ordeñe virtual de una vaca.
Recuerdo al genio del absurdismo Albert Camus en la novela “El extranjero” donde afirma que toda vida es insignificante y que su valor depende exclusivamente del que los seres humanos le den. Y aquí sí que se le dio significado a la nada misma. Todas las grandes acciones y todos los grandes pensamientos tienen un razonamiento irrisorio.
¿A dónde llevará esta escalera de Miravete, que te asciende a la nada?
La nada es lo único que entra en el vacío y en un pueblo donde nunca pasa nada; es el lugar ideal para que pase algo con uno mismo.
 

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