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Un año perdido para la educación argentina

Domingo, 27 de diciembre de 2020 00:40

Este 2020 ha dejado a la educación en estado crítico. Las autoridades deben asumir que se trata de un año escolar perdido y adoptar decisiones acordes con esa realidad. Es un desafío que solo podrá ser superado con criterios pedagógicos exigentes y sensibilidad social, y dejando de lado las rencillas de salón y las especulaciones electorales que caracterizan a nuestra política.

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Este 2020 ha dejado a la educación en estado crítico. Las autoridades deben asumir que se trata de un año escolar perdido y adoptar decisiones acordes con esa realidad. Es un desafío que solo podrá ser superado con criterios pedagógicos exigentes y sensibilidad social, y dejando de lado las rencillas de salón y las especulaciones electorales que caracterizan a nuestra política.

La pandemia puede ser un pretexto cómodo para encubrir la ineficacia, pero por ese camino marchamos hacia el abismo.

El secretario general de la ONU, Antonio Guterres, advirtió en octubre que "la pandemia de COVID-19 ha provocado la mayor interrupción de la educación". Lo hizo al lanzar la campaña Salvemos nuestro futuro. "Ya enfrentábamos una crisis de aprendizaje antes de la pandemia", dijo. "Ahora enfrentamos una catástrofe generacional".

Unicef Argentina estimó que el 62,9% de niños, niñas y adolescentes de 0 a 18 años estaría en condiciones de pobreza para diciembre de este año.

En la Argentina, según las regiones, varía el acceso a la tecnología digital; a los efectos educativos, para la mitad de los hogares, es nulo. Disponer de celulares digitales o de computadoras no alcanza para un acceso regular al conocimiento.

El sistema educativo no estaba (ni está) preparado para esta emergencia. No existen programas de enseñanza, sistemas de trabajo ni docentes para asegurar la continuidad de la educación a distancia.

La escuela presencial se mostró imprescindible, y quedó en claro que la idea de reemplazarla por el trabajo desde el hogar carece de fundamento pedagógico.

Los padres no tienen tiempo, no están preparados y de ningún modo pueden asumir el rol docente, que es una de las columnas de la Pedagogía. Ningún niño alcanzó los objetivos, ni en las escuelas públicas ni en las privadas y esa pérdida puede y debe ser reparada.

Más allá de la llegada de vacunas, las previsiones indican que la pandemia tardará años en retroceder. Las autoridades educativas deben tomar decisiones responsables que empiezan por una evaluación profunda y un sinceramiento.

La educación argentina está mal desde antes de la pandemia.

La evaluación oficial de la educación secundaria revela que sólo el 29% egresa en tiempo y forma, y que la tasa de egreso general del secundario asciende al 54,1%. Las últimas pruebas Aprender indicaron, apenas dos meses atrás, que el 71,4% de los alumnos no alcanza a resolver un ejercicio simple de Matemática. Según la última evaluación PISA 2018, el 51% tiene problemas serios para leer y comprender un texto.

La grieta social y la educativa van de la mano.

El mensaje de las instituciones nacionales e internacionales y, por supuesto, de las familias argentinas, es inequívoco: hay que detener la catástrofe educativa, cuyas consecuencias son imprevisibles.

La primera medida es evaluar en serio, y decidir.

En el año 2013, el entonces ministro de Educación de la Nación, Alberto Sileoni, justificó el fracaso argentino en la prueba internacional PISA, diciendo que "cada país tiene su historia y su contexto político y social". Resolver el déficit de conocimientos es la forma de mejorar ese contexto. Pero no es fácil.

El ejemplo a seguir es, otra vez, el del presidente Domingo Faustino Sarmiento. Un año después de asumir realizó el primer censo de población. El territorio controlado por el Estado argentino era habitado por 1.877.490 personas, el 71% de la población era analfabeta y el 75% vivía en condiciones de pobreza.

Sarmiento reunió a su gabinete, exhortó a los ministros a priorizar los problemas de educación y pobreza y proclamó la primera política de Estado para un siglo: "escuelas, escuelas, escuelas..."

La escuela pública, obligatoria, laica y gratuita fue la consigna que siguieron los gobiernos siguientes, que hicieron de la educación el mayor orgullo argentino hasta hace tres décadas.

La misma energía deberán poner el gobierno nacional, las provincias y el Consejo Federal de Educación para hacer frente a esta catástrofe que no solo afecta a los niños y jóvenes sino al futuro de la Nación.

 

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