María Elena Checa, una maestra de 47 años de Rosario de la Frontera, al igual que muchos docentes en la pandemia, se vio limitada en el ámbito y la modalidad educativa.
La maestra da clases en la escuela pública San Leonardo Murialdo y en el centro privado de Computación Chip 8203.
Al no poder volver a las clases presenciales, muchos de sus alumnos se entristecieron, se desmotivaron y parecía que todo iría de mal en peor.
María Elena decidió que los chicos tenían que estar motivados en el aprendizaje y sobre todo, que debían sentir amor y ganas para las actividades.
“Cuando nos decretaron la cuarentena, la primera semana la pasamos pensando que a la siguiente ya volvíamos, pero vimos que esto se prolongaba y que había que continuar con los contenidos. En ese momento pensé: hay que reinventarnos”, expresó a El Tribuno.
“Yo trabajo en dos instituciones, una pública y otra privada, en las dos trabajé de igual forma sin distinciones y sin brechas porque la finalidad mía es enseñar y la de ellos aprender”.
Sobre cómo pudo reinventarse, señaló: “Primero comencé a mandar las actividades ya que ellos tienen sus manuales y cartillas. Por WhatsApp les enviaba las fotos, las páginas y la tarea, pero ellos no respondían como yo esperaba. No contestaban, o lo hacían tarde, y en ese instante supe que algo pasaba, que debía remodelar el método, necesitaba que el alumno se entusiasme, que esté atento y sobre todo que les guste. Sabía que eran buenos estudiantes y me di cuenta que la que fallaba era yo; la que mandaba tareas grises era yo. Entonces empecé a leer y ver cómo cambiaba esto”, recordó.
“Lo primero que se me ocurrió fue hacer una mateada virtual de disfraces. Consistía en que los niños debían disfrazarse de su personaje favorito. La idea era reanimarlos, encontrarnos y sobre todo, fortalecer los vínculos”, señaló.
“No pensé que la convocatoria iba a ser tan asidua. Todos los niños participaron, se disfrazaron, otros mostraron sus mascotas, los que no tenían conexión nos mandaban sus fotos y sus trabajos. La familia también acompañó en la cruzada, y reflexionamos sobre la pandemia y quedamos en seguir con estas cruzadas”.
La docente subrayó la importancia del vínculo. “Es fundamental que el chico sienta la presencia, el afecto y el cariño de la maestra”.
A su vez contó que también en las tareas incluyó a las familias de los alumnos, alentó a los niños a aprovechar la cercanía con los abuelos, a contarles cuentos y a escuchar sus historias para luego volcarlas en los encuentros futuros.
“Cuando me di cuenta que esto sí estaba funcionando, que era un éxito y que les gustaba compartir, leerle a sus abuelos algún cuento, ya era un gran paso: desarrollaban las competencias de la oralidad y la narración”, expresó contenta.
Luego del éxito de la mateada virtual, llegaron otras como el “Chocolate Patriótico del 25 de Mayo” con pastelitos desde el Zoom. Para ese evento se inscribió a una base de datos del observatorio de Monterrey para ver el trabajo en México y otros países en la pandemia.
“Para conmemorar a nuestro héroe máximo, el general Martín Miguel de Güemes, hicimos una movida cultural con distintas instituciones a las que se sumaron felices y empezamos a mejorar nuestro trabajo con una amplia participación”, expresó Checa.
También recordó el Desayuno Interinstitucional de la Independencia. “Vivenciamos la Independencia en tiempos de pandemia y esta vez nuestro click llegó a escuelas rurales y de frontera”.
Luego se le ocurrió seguir los pasos del general San Martín y para ello buscó en un directorio una escuela de cada lugar donde estuvo el héroe. “Les conté a los docentes la propuesta, les encantó y se sumaron. Después contacté a maestros de Perú, y a un granadero en Francia, le escribí para que muestre en vivo la casa, la cama y todo el museo de San Martín que está Francia, muchos niños conocieron al héroe en vivo y en directo”, recordó.
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María Elena Checa, una maestra de 47 años de Rosario de la Frontera, al igual que muchos docentes en la pandemia, se vio limitada en el ámbito y la modalidad educativa.
La maestra da clases en la escuela pública San Leonardo Murialdo y en el centro privado de Computación Chip 8203.
Al no poder volver a las clases presenciales, muchos de sus alumnos se entristecieron, se desmotivaron y parecía que todo iría de mal en peor.
María Elena decidió que los chicos tenían que estar motivados en el aprendizaje y sobre todo, que debían sentir amor y ganas para las actividades.
“Cuando nos decretaron la cuarentena, la primera semana la pasamos pensando que a la siguiente ya volvíamos, pero vimos que esto se prolongaba y que había que continuar con los contenidos. En ese momento pensé: hay que reinventarnos”, expresó a El Tribuno.
“Yo trabajo en dos instituciones, una pública y otra privada, en las dos trabajé de igual forma sin distinciones y sin brechas porque la finalidad mía es enseñar y la de ellos aprender”.
Sobre cómo pudo reinventarse, señaló: “Primero comencé a mandar las actividades ya que ellos tienen sus manuales y cartillas. Por WhatsApp les enviaba las fotos, las páginas y la tarea, pero ellos no respondían como yo esperaba. No contestaban, o lo hacían tarde, y en ese instante supe que algo pasaba, que debía remodelar el método, necesitaba que el alumno se entusiasme, que esté atento y sobre todo que les guste. Sabía que eran buenos estudiantes y me di cuenta que la que fallaba era yo; la que mandaba tareas grises era yo. Entonces empecé a leer y ver cómo cambiaba esto”, recordó.
“Lo primero que se me ocurrió fue hacer una mateada virtual de disfraces. Consistía en que los niños debían disfrazarse de su personaje favorito. La idea era reanimarlos, encontrarnos y sobre todo, fortalecer los vínculos”, señaló.
“No pensé que la convocatoria iba a ser tan asidua. Todos los niños participaron, se disfrazaron, otros mostraron sus mascotas, los que no tenían conexión nos mandaban sus fotos y sus trabajos. La familia también acompañó en la cruzada, y reflexionamos sobre la pandemia y quedamos en seguir con estas cruzadas”.
La docente subrayó la importancia del vínculo. “Es fundamental que el chico sienta la presencia, el afecto y el cariño de la maestra”.
A su vez contó que también en las tareas incluyó a las familias de los alumnos, alentó a los niños a aprovechar la cercanía con los abuelos, a contarles cuentos y a escuchar sus historias para luego volcarlas en los encuentros futuros.
“Cuando me di cuenta que esto sí estaba funcionando, que era un éxito y que les gustaba compartir, leerle a sus abuelos algún cuento, ya era un gran paso: desarrollaban las competencias de la oralidad y la narración”, expresó contenta.
Luego del éxito de la mateada virtual, llegaron otras como el “Chocolate Patriótico del 25 de Mayo” con pastelitos desde el Zoom. Para ese evento se inscribió a una base de datos del observatorio de Monterrey para ver el trabajo en México y otros países en la pandemia.
“Para conmemorar a nuestro héroe máximo, el general Martín Miguel de Güemes, hicimos una movida cultural con distintas instituciones a las que se sumaron felices y empezamos a mejorar nuestro trabajo con una amplia participación”, expresó Checa.
También recordó el Desayuno Interinstitucional de la Independencia. “Vivenciamos la Independencia en tiempos de pandemia y esta vez nuestro click llegó a escuelas rurales y de frontera”.
Luego se le ocurrió seguir los pasos del general San Martín y para ello buscó en un directorio una escuela de cada lugar donde estuvo el héroe. “Les conté a los docentes la propuesta, les encantó y se sumaron. Después contacté a maestros de Perú, y a un granadero en Francia, le escribí para que muestre en vivo la casa, la cama y todo el museo de San Martín que está Francia, muchos niños conocieron al héroe en vivo y en directo”, recordó.